Tal vez la solución a todos los problemas era callar para siempre y dejar las cosas como estaban, ambos a su parecer, lo tenían todo, dinero, poder, y seguro que a Vanya no se le dificultaría encontrar quien quisiera compartir toda una vida con ella, alguien que la mereciera y lo mejor para su raza sería que fuera alguien como ella, una loba.
La garganta se le había cerrado y sentía una fuerte necesidad de tomar agua, pues, el que estuviera decidido a decirle eso, no quería decir que fuese fácil pronunciar aquellas palabras, al final, el lazo era de las cosas más sagradas y muy difíciles de romper en su mundo.
— Vanya... — Dijo Kasch provocando que la incertidumbre se volviera más grande en la rubia, la cual parecía que estaba por ser torturada — Veras... — Él siempre había creído que las cosas que no deseabas en tu vida debían arrancarse de raíz y no dejar que estas se te fueran enredando como la mala hierba, pero, parecía que su mente le prohibía a su boca dejar salir una de esas palabras.
— ¿Por qué te cuesta tanto decirlo? — Se veía dolida, la forma en la que titubeaba le decía claramente que le costaba decirlo por una razón, porque no era precisamente algo bueno, no algo que ella podría celebrar.
— Tienes razón, ya no soy un adolescente indeciso que siente vergüenza por todo — Volvió a decir seguro — Esto que sea que hemos estado haciendo debe parar, esta estúpida idea de te odio me odias, pero sé que eres tú, ya no es para mí, y espero terminar todo de una vez aquí... — No era realmente un hombre muy mayor, pero, si tenía la edad suficiente y la madures necesaria para decidir lo que le hacía bien y lo que le estaba haciendo mal — No necesito una reina, todos lo saben... — Las palabras habían parecido salir con fluides — ... Y... el que tú estes aquí no cambia en nada mis planes — Su voz sonaba lo más segura posible, no se podía percibir ni una pizca de arrepentimiento, ni siquiera se podía ver en sus ojos alguna emoción, parecía que indiscutiblemente estaba hablando con el corazón.
— ¿Tú no lo sientes? — Pregunto ella susurrando, el rechazo dolía más de lo que se había imaginado.
— Vanya... —Intento pararla él.
— ¿DIME QUE NO LO SIENTES? — ha este punto su voz ya se estaba escuchando rota, ya ni siquiera eran suaves murmullos, eran gritos de reclamo, de rabia, de muchas cosas. Ella tampoco era una niña, tampoco deseaba seguir jugando como adolescente, ella deseaba lo que todo ser cambiante merecía por derecho otorgado por la diosa, pero él se negaba a dárselo.
— No grites, terminemos esto como debe ser, somos adultos que sabemos manejar nuestras emociones... — Odiaba verlo tan calmado, tan sereno, nada lo atormentaba, mientras a ella la idea de dejarlo sonaba impensable.
— Lo sientes... — Aseguro ella con voz firme, y estando a solo centímetros del moreno — Sientes cada una de las cosas que yo siento... — Esta vez era Kasch quien no sabía que era lo que ella pensaba, ahora era su mirada la que no trasmitía nada, ni la más mínima emoción, y eso, aunque no negará, le estaba doliendo.
De pronto, ella se alejó lo suficiente de él, mientras lo miraba directamente a los ojos, quería que él sintiera todo lo que ella estaba experimentando en ese momento, todo lo que por su mente pasaba, y quería que todo le quedará claro, que no hubiera duda de lo que ella había decidido. Vanya Novikov nunca había rogado por una pizca de amor, la rubia había tenido todo a manos llenas desde su nacimiento, todos pensaban que una princesa como ella no sabía lo que era trabajar por lo que deseabas, pero, Vanya era más que una guerrera, que peleaba por lo que merecía. No, ella no se arrodillaba por nadie, pero, si hacía que lo hicieran para ella y un rechazo no era sinónimo de perder, para ella era sinónimo de pelea.
Vanya no pensaba dejar esto así, ella ya había decidido luchar contra aquello que no le permitía estar cerca de su compañero, que quedará claro que no estaba pidiendo lastima, ella solo no dejaría pasar su oportunidad de amar por toda la eternidad, como ya lo había dicho, él, era suyo y nadie lo cambiaría.
— Vanya, acepta lo que digo... — Dijo Kasch, después de observar cómo ella se recomponía.
— Fue un placer estar en su manada, muy bella por cierto... — Respondió ella, mientras comenzaba a dar pequeños pasos con el propósito regresar a la mansión — Es una pena que me tenga que ir... — Y era un alivio para Kasch saber que ella no se negaba a lo que había dicho.
Aunque su alivio desapareció cuando ahí en medio del bosque y antes de alejarse más le susurro, lo más cerca posible a su oído — No creas que me quedaré así, no renunciaré a nada de lo que me pertenece — Y sin más se fue, dejándolo a él con un temblor que le recorrió todo el cuerpo.
Era una evidente advertencia para que se preparará, porque Vanya Novikov era una mujer de palabra...
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Editado: 03.12.2023