Reincarnation: El color del alma

Capítulo I

Capítulo I: Solo una fantasía

 

—No esperaba que regresaras tan pronto, muchacho.

—Ya lo ve, Doctor. Creo que no estoy tan cuerdo como creía.

—¿Has vuelto a tener esos sueños?

—Sí.

     El joven de cabellos marrón y ojos verdes tomó su lugar frente a la ventana. Después de años de conocerse, el Doctor Erick Spencer ya sabía los pequeños hábitos que tenía el muchacho durante la terapia; arrastraba el diván hasta que quedara frente al ventanal de su oficina, se sentaba a observar a los niños que jugaban en el parque que quedaba cruzando la calle, algunas veces sacaba su celular y tomaba algunas fotos, y después de casi media hora, comenzaba a hablar de lo que lo perturbaba. Así había sido por los últimos 10 años, y dudaba mucho que a sus ya casi veinticinco, fuera a cambiar.

—Hace un par de días tuve un sueño en particular que incluso asustó a Gabriela —, el joven hizo una pausa, sacando de su mochila un cuaderno de dibujo, y se lo pasó al Doctor sin mirarlo a los ojos. No se detuvo a hojearlo, la mayoría de los dibujos ya los conocía de memoria. Al pasar de los años, su paciente tenía las mismas pesadillas recurrentes, los mismos lugares, las mismas personas, los mismos nombres. El muchacho seguía siendo su caso más intrigante a la fecha —. Soñé que me ahogaba en un lago oscuro, y no había nadie para ayudarme. Me desperté gritando. Doctor, se sentía tan real, el agua helada, el frío que congelaba, el ardor en mis pulmones por no tener el suficiente oxígeno. Fue aterrador.

     El Doctor Spencer, escuchaba pacientemente el relato del muchacho, asintiendo y tomando las notas necesarias para evaluarlas posteriormente. Acostumbraba a grabar sus terapias, ya que hasta los más pequeños detalles le ayudaban a entender a su joven paciente.

—No soy experto en el lenguaje de los sueños, pero por lo que se, soñar que te ahogas significa que tienes miedo. Cuéntame, ¿ha habido algún cambio en estos últimos años que dejé de verte?

—Pues… —, el joven hizo una pausa, removiéndose en su asiento con algo de incomodidad —, Gabriela y yo nos mudamos juntos hace algunos meses, pero mis padres me insistieron tanto en comprometerme con ella, que acabé cediendo. La cena de compromiso es esta noche.

—Y supongo que no quieres casarte con ella, ¿cierto?

     Su paciente se puso de pie, pasando sus dedos por su cabello en un gesto de preocupación. Comenzó a caminar alrededor del diván, jugueteando distraídamente con la manga de su camisa —. Adoro a Gabriela, Doctor —, murmuró—, pero no la amo. Yo… no creo nunca poder enamorarme de nadie. Además, usted sabe que las mujeres no son mi tipo.

     El Doctor suspiró, quitándose los lentes de montura azul gruesa que siempre llevaba, sobándose el puente de la nariz. Cuando empezó a asistir a terapia, a los quince años, el joven insistía una y otra vez estar enamorado de un tal Damián, casi de manera obsesiva. Por más que lo intentó, nunca logró borrar ese nombre de su mente, ni siquiera con las sesiones de hipnotismo a las que sometía a Marcos. Platicó con sus padres, y ellos mismos le confirmaron que su hijo no conocía a ningún Damián, y que el único nombre que debía olvidar verdaderamente, era el de un tal Kieran Fay. Había leído los reportes policiales, y sus padres le habían informado el daño que la familia Fay les había provocado, sobre todo al joven Marcos. Y en contra de todo diagnóstico, ese episodio en la vida del quinceañero había sido bloqueado casi al instante. Era curioso, pensaba el Doctor, haberlo aceptado por un probable Trastorno de Estrés Post-Traumático, y acabar atendiéndolo por un Cuadro de Psicosis. A sus casi 60 años, Marcos era, sin lugar a duda, el paciente más complejo y complicado que tenía.

—¿Sigues atraído por una fantasía?

—¡No es una fantasía! —el joven se volteó molesto, conteniendo las ganas de golpear el marco de la ventana. Respiró hondo, tratando de controlar su enojo —. No es una fantasía, Doctor. Todos estos sueños, alucinaciones, son reales. Él también lo es.

—Ya hemos hablado sobre esto.

—¡Eso también lo sé! No tiene por qué recordarme que tengo alguna anormalidad en el cerebro que no me permite vivir tranquilo. Suficiente tengo con la lástima de mi familia como para tener que arrastrarla también a terapia.

     Las manos del joven se apretaban en puños, una reacción que denotaba su molestia, y que nunca se le había podido quitar desde joven. El Doctor suspiró como cansado, sabiendo que era inútil discutir cuando Marcos se sentía molesto.

—Lo lamento, Doctor —, el joven se disculpó, rascándose la nuca, apenado de haber reaccionado de esa manera —. Creo que hoy no estoy mucho para hacer terapia. Además, mi mamá me pidió que lo invitara a la fiesta de compromiso. Será en dos días en su casa.



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En el texto hay: reencarnación, boyslove, almas gemelas

Editado: 27.08.2019

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