La mañana siguiente llegó y justo como le habían indicado, a las 7:30 en punto, el delicioso olor a comida invadía cada esquina del palacio haciendo que Maya saliera casi babeando de su alcoba. Theo ya se encontraba esperándola afuera de su habitación y apenas la vio salir se apresuró a tomarla con prisa de la mano y prácticamente correr hacía donde el delicioso aroma se encontraba.
Al parecer la cocina no se encontraba demasiado lejos de las habitaciones en que los habían hospedado y Maya no pudo evitar preguntarse ¿cómo fue que pudo haberse perdido la noche anterior? pues en ese momento todo parecía estar justo frente a sus ojos. Durante todo el trayecto Maya y Theo no dejaban de hablar sobre los gustos extravagantes que tenían los dioses y lo ridículamente grandes que eran las habitaciones en que se encontraban.
— Ayer conocí a la princesa Aurora — Dejó salir Maya de golpe, haciendo que Theo frenará en seco y dirigiera sus ojos hacia ella
— ¿Qué…? ¿Cómo pudiste haberla conocido?
Maya abrió y cerró la boca varias veces antes de hablar, pensando en todo lo que había pasado la noche anterior en tan poco tiempo; dando una mirada cautelosa a su alrededor, tomó a Theo del brazo y lo llevó detrás de una de las grandes columnas de mármol que se encontraba en el lateral de la estancia.
— Ayer salí a dar un pequeño paseo por el castillo — Los ojos de Theo se encogieron hasta convertirse en dos rendijas, mientras la chica esbozaba una sonrisa inocente.
— Un paseo, saliste a dar un paseo — Theo dio un paso más cerca de donde ella estaba — Y se puede saber ¿a qué hora fue este paseo y como llegaste a encontrar a la supuesta princesa?
Maya movió sus ojos con recelo a su alrededor antes de hablar con voz muy baja.
— Salí a buscar la sala de música, pero en su lugar no solo me topé con la princesa, sino que además me enteré que los dioses están ocultando algo.
El rostro de Theo era todo un poema en esos momentos, la estaba observando como si a Maya le hubiese salido una segunda cabeza.
— No me mires así, estoy diciendo la verdad, Theo — Maya dio un pisotón y arrugó su entrecejo antes de continuar — Al parecer no desean que nadie sepa lo que vimos en el barco, por eso no se nos permitió hablar con nadie antes de llegar. Algo grande está ocurriendo aquí, Theo.
El chico la escuchaba sin dar crédito a lo que decía, no llevaban ni veinticuatro horas en el lugar y ya ella había creado toda una historia de conspiración y terror. A su parecer existían cientos de razones por las cuales los dioses no querían que la gente se enterara de lo ocurrido, pero no por eso tendrían que estar tramando u ocultando algo.
— Creo que estás exagerando, es totalmente lógico que quieran ocultar lo ocurrido. Eso causaría pánico, la gente podría empezar a hacer locuras — Theo veía a la chica con gesto serio, quería que ella entendiera su punto — Lo más probable es que estén trabajando ya en la solución a lo que sea que haya pasado. No tenemos porqué preocuparnos por eso ¿de acuerdo?
Maya trataba de tener la misma convicción que Theo, intentaba creer en la lógica de sus palabras pero cada vez que lo hacía la imagen del ciervo diseccionado y los cientos de peces deformes en el océano invadía su mente y la hacían cambiar de parecer. Sin embargo, entendía que él no lo viera de esa manera y decidió que lo mejor era mantener las cosas en calma, al menos hasta que pudiese averiguar con detalles lo que estaba sucediendo y lograra hablar con Etria. Con suerte ella podría darle información sobre lo que estaba ocurriendo.
— De acuerdo, tal vez estoy exagerando.
Sus palabras parecieron ser justo lo que el chico necesitaba escuchar, pues su semblante serio se relajó y con una rapidez impresionante volvió a tomarla de la mano y prácticamente comenzó a correr hacía donde el olor a comida se encontraba.
— Estarás en problemas si la comida se ha acabado, Megalone — Maya dejó salir la risa mientras dejaba que él la llevara entre los pasillos.
— Dudo que la comida se acabe en este lugar, Theito— Dijo Maya justo cuando Theo empujaba las puertas dobles de madera que daban hacía lo que parecía, era el comedor.
Maya frenó en seco cuando entró en el salón. Una gran cantidad de hombres y mujeres, llevando uniforme del servicio real, se encontraban alrededor de una mesa de madera situada en el centro de aquella lujosa habitación, de la que hermosos candelabros caían colgando desde lo alto del techo; un bello papel tapiz de tono crema cubría las paredes y un enorme ventanal con vista a lo que parecía ser un jardín dejaba entrar dorados rayos de sol que iluminaban con elegancia descomunal el lugar. Junto a los guardias y participantes, media docena de héroes les dieron la bienvenida, entre ellos William, que se encontraba custodiando el lugar.
Toda la visión le hacía sentir como si fuese parte de alguno de los cuentos que su madre le recitaba cuando era solo una niña para que pudiese dormir, la imagen en general parecía ser un chiste en relación a lo que su vida era apenas un día atrás.
— Pensé que se volarían el desayuno— Habló William y tanto Maya como Theo miraron al hombre como si hubiese dicho la cosa más estúpida del mundo.
— ¿Por qué haríamos algo como eso?— Preguntó Maya con una mueca de fingido horror en su rostro.