Sus ojos no podían desprenderse del gran mapa extendido frente a él. Su mirada se paseaba por cada punto rojo que indicaba donde habían encontrado un nuevo rastro de ellos. Tristan no pensó que esto podría volver a ocurrir, había hecho todo lo que estaba en sus manos para mantener este mundo protegido. Entonces ¿cómo era que esto estaba ocurriendo? sus dedos presionaron con fuerza el puente de su nariz y cerró sus ojos para tratar de calmarse. Por nada del mundo iba a permitir que la gente se enterara de lo que estaba ocurriendo.
—¿Dónde han sido encontrados los nuevos cuerpos?
William le dio una mirada cautelosa al dios frente a él antes de dirigirse hacia el mapa extendido en la pared y señalar con una puntilla roja uno de los laterales del bosque que colindaba con la ciudad. Muy cerca del inicio de las comunidades. Demasiado cerca de los humanos.
Desde que todo había empezado a ocurrir, William había tratado por todos los medios de averiguar qué era lo que estaba ocurriendo, pero el dios Tristan solo les daba migajas de información. Les había dicho que se trataba de un ente antiguo que succionaba la vida y que él estaba utilizando todo su poder para evitar que penetrara en su mundo, pero tal como se veían las cosas podría decirse que ya habían entrado.
—Era una dríada y dos perros salvajes, todos estaban secos al igual que los anteriores. Esto tiene a las ninfas muy molestas.
Tristan dejó salir un suspiro agotado antes de acercarse más al mapa. Era muy consciente que las cosas no estaban resultando como él lo tenía previsto, así como también sabía que tanto William como el resto de sus hombres estaban esperando una explicación más completa sobre qué era lo que los estaba atacando.
Si más seres mágicos empezaban a morir, entonces todo podría simplemente explotarle en la cara. Debía planear una reunión con la representante de las ninfas y presentar sus respetos por la driada asesinada. Y en el peor de los casos tendría que convocar al concejo mágico.
El hecho de que un ser mágico fuerte como los son las drida, —quienes a pesar de su tamaño pequeño hacen parte de la familia de las ninfas, solo que estas están ligadas al árbol del que nacieron— haya resultado muerto como si de un animal indefenso se tratara hacía que todos, tanto héroes como guardias, se mantuvieran en alarma.
La puerta tras ellos fue abierta de manera violenta y antes de siquiera girarse pudo percibir de quien se trataba. El poder brotaba de él con una tranquilidad violenta. Sus pasos firmes y su aura irritable hacían que fuera imposible no reconocerlo, Además que seguía siendo su hermano.
—Bueno, esto si que es una sorpresa — Tristan fijó sus ojos en el dios frente a él. Hace años que no lo veía, al menos no personalmente, los últimos años se habían comunicado únicamente por apariciones. Llevaba la piel mucho más bronceada y el cabello oscuro más largo de lo que recordaba, un turbante azul noche sobre su cabeza y sus cejas oscuras y pobladas se encontraban enmarcando esos ojos como plomo que lo miraban con demasiado enojo — Pensé que no querías juntarte con la gente, en especial si eran mi gente y llegarías cuando el torneo iniciara.
—Y yo pensaba que tenías todo este maldito problema bajo control, pero en cambio tengo un elfo muerto y toda una raza molesta. Explicate.
La voz del recién llegado era grave y baja. Autoritaria. Era la primera vez que William escuchaba a otro dios hablar de esa manera a Tristan, porque ni siquiera la diosa Romy, con toda su prepotencia, se había referido alguna vez de esa manera al dios supremo. A pesar de la rafaga de poder que salía del recién llegado, William se atrevió a dar pasos hasta estar en medio de ambos dioses, mostrando su lealtad hacia su dios.
Eso hizo que de inmediato los ojos plomo del dios se posaran en él y una sonrisa desdeñada se abriera paso en sus labios.
—¿Ahora pones a tus peones a que hablen por ti?
William podía sentir toda la tensión flotando en el aire, y las ganas de decir que no era un peón se acumulaban en la punta de su lengua, pero tal como se le había enseñado a hacer, mantuvo su boca cerrada.
—William, debes disculpar a mi hermano, el dios Kieran siempre ha tenido un carácter irritable. Ahora, por favor, déjanos solos.
Dando una última mirada a ambos dioses y observando cómo parecía que estuviesen a punto de batirse a duelo, William salió de la habitación cerrando la puerta tras él.
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El vestido que Anjana había enviado para Maya era cautivador. La tela era de seda en un verde botella que se adhería a sus pechos en dos franjas cruzadas como una segunda piel, dejando una abertura en su cintura para luego ceñirse de sus caderas y caer libre hasta sus pies. Era hermoso y al ver su reflejo en el espejo, no pudo evitar que sus mejillas se sonrojaran al pensar en lo atrevida que se veía y como todo el mundo iba a verla. Un par de ojos en especial aparecieron en su mente.
Maya no sabía en realidad qué era lo que Zyan le causaba, tal vez fuera simplemente curiosidad ante su actitud refrescante y su apariencia tentadora, lo que sí sabía es que no lo veía como un chico más y eso era malo. Al fin de cuentas él era su rival en el torneo y esa debía ser la única manera en que ella lo viera. Dos toques en la puerta de su alcoba le hicieron saber que Theo había llegado, así que dándose una última mirada en el espejo y pellizcando un poco sus mejillas en busca de color se dirigió a abrir.