Reino de héreoes y dragones

39. Voy a sacarnos de aquí

El wendigo los observaba desde el centro del salón de comedor. De un momento a otro la sala pareció haberse encogido y las paredes querer cerrarse sobre ellos, o simplemente era que su presencia la hacía ver mucho más pequeña de lo que era en realidad.  De cerca su aspecto era mucho peor de lo que Maya había imaginado. Su piel era de un gris desgastado y las supuraciones se esparcían sobre su cuerpo dándole un aspecto de animal en descomposición. 

Estaba llevando únicamente unos pantalones holgados y viejos sostenidos en las caderas por una cuerda. La parte superior del cuerpo quedaba al descubierto mostrando un torso descomunal cubierto de parches de pelaje como el de las cabras, pero con horrendas cicatrices y un par de brazos a cada lado con manos acabadas en garras. 

Con sus ojos desorbitados,  las fauces dilatadas, y los cuernos erguidos sobre su cabeza, el wendigo vigilaba cada uno de sus movimientos, sus orificios nasales se dilataron como si quisiera absorber todo su aroma. Cuando sus cuencas se fijaron en los prisioneros a cada lado de los participantes, un gruñido  grave salió de su boca, e hizo temblar las llamas sobre las antorchas y consiguió que los niños empezaran a sollozar de inmediato.

Maya compartió una mirada de reojo con sus compañeros. La mirada de Zyan era de pura preocupación, quijada apretada, cejas fruncidas, un leve tic en el pómulo derecho y los puños cerrados con fuerza sobre su espada. La de Brice tenía una determinación fiera. Sus ojos pequeños y azules parecían querer matar al wendigo, los músculos de su cuerpo estaban en tensión, esperando el momento preciso para saltar sobre la bestia. Ella por otro lado, estaba segura que debía demostrar a la perfección la imagen del pánico. Cada vez que miraba al Wendigo no podía sino imaginar como se sentiría ser devorada por sus dientes ensangrentados.

El hombre que antes estaba enjaulado se situó por delante de la mujer que sostenía a los niños y extendió con brazos flacos y temblorosos la espada que antes se le había entregado. Su cuerpo no era precisamente un escudo resistente dadas sus condiciones, pero nadie podía decir que su gesto no era valeroso. Eso era lo único que les quedaba por hacer, debían pelear con la bestia para poder escapar.

Los tres imitaron la acción del hombre y se pusieron en posición defensiva. Maya recordó cada una de sus lecciones con Anjana, Aurora,Theo y Ciry; espada en ristre, cuerpo equilibrado y los ojos fijos en la bestia. Aunque a simple vista se podría decir que tenían al wendigo rodeado y superado en número, la verdad es que era él quien los tenía acorralados. No solo estaban dentro de su guarida, sino que además no tenían la más mínima idea de cuál era el camino para llegar a la superficie. Se encontraban varios metros bajo tierra, frente a una bestia de tres metros de altura a la que le gustaba devorar gente.

Por unos segundos solo estaban ellos y el wendigo viéndose fijamente, la respiración pesada de la bestia y los pequeños sollozos de los niños era lo único que se escuchaba. Brice fue abriéndose camino para ponerse en el flanco izquierdo del wendigo; justo delante de la enorme mesa de comedor, con una sola mirada supo que él estaba esperando que ella hiciera lo mismo para dejar a Zyan y al hombre defendiendo de frente. Se movió con la mayor sutileza posible, echando una breve mirada a la puerta por la que momentos antes había entrado Brice, pero para su horror parecía que esta había desaparecido. Frente a ella solo quedaba una pared lisa y nada más.

Zyan se posicionó de tal manera que tapaba de la vista a los niños. La mujer pese a estar prácticamente en los huesos, aferraba con tanta fuerza a los pequeños que parecía que fuera a fundirse con ellos, la mujer más joven camino hasta ponerse junto a Zyan; el movimiento ganó la atención del wendigo y en menos de un segundo se escuchó tal bramido que la roca sobre sus cabezas pareció estar a punto de desmoronarse y en un parpadeo el wendigo se lanzó al ataque.

El grito de horror que estaba formándose en su garganta se vio interrumpido por el rugido de la bestia. Zyan actuó de manera inmediata y consiguió por muy poco esquivar el ataque del wendigo. Cosa que solo lo hizo irritar mucho más. Brice estaba gritando órdenes al hombre desde el otro lado de la sala y las mujeres alejaban a los niños lo más que podían del enfrentamiento, pero lo cierto era que no había a donde ir. Sin puertas ni salidas, se podía decir que habían entrado a su propia tumba.

El sonido de choque de espadas se alzó sobre el llanto de los niños y cuando Maya levantó la mirada su corazón pareció haberse quedado paralizado dentro de su pecho al ver a Zyan luchando frente a frente con la bestia. Esta había sacado una espada de aspecto extraño, la hoja parecía refulgir con demasiada intensidad y sus bordes eran dentados en lugar de lisos. El wendigo la levantaba contra el héroe con una maestría que desencajaba por completo de su aspecto, no daba muestras de estar haciendo el mínimo esfuerzo para frenar los ataques. A Zyan en cambio parecía estarle costando lo suyo esquivar cada golpe, la bestia era el doble de su tamaño y sus garras y dientes mucho más peligrosos que cualquier espada. Con cada golpe que lanzaba iba arrinconando a Zyan contra la pared, era como ver a un gato jugando con un ratón.

Maya sintió todas sus emociones chocar dentro de su cuerpo, era consciente de que tenía que hacer algo, pero no conseguía moverse, sus pies parecían estar sumergidos en plomo por la impresión. Trató entonces de invocar aquello que la había salvado en la colina,  buscó y rebuscó tratando de hallar así sea una chispa de poder, pero su interior parecía vacío. No había nada más que agotamiento en su cuerpo. Su cerebro recordó la existencia de Brice y estaba a punto de gritar su nombre como loca para que fuera a ayudar a  Zyan cuando vio la razón de su silencio. Había hecho una especie de barricada con la enorme mesa de comedor y había ocultado a las mujeres y los niños detrás de esta. A su lado, el hombre aún sostenía la espada mientras negaba efusivamente en dirección a Brice, al parecer no quería ocultarse. El chico finalmente le dio una palmada en el hombro y se volteó hacia donde el wendigo se encontraba.




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