En un edificio apartado de todas las ciudades...
El guardia de azul camina a paso lento por el angosto pasillo, con una sola luz titilando y cumpliendo el papel de "alumbrar", aunque es lo que menos hacía. Llegando a una de las muchas puertas de dicho pasillo, abre la que se encuentra al final, pasando y cerrándola detrás suyo.
Ignorando las grandes incubadoras con personas adentro con muchos cables, sigue caminando a paso lento, cuidando de no lastimar más su tobillo derecho, el cual se había esguinzado.
—¿Cómo sigue tú brazo? –pregunta un hombre un poco mayor; sin embargo, todavía tenía un cuerpo fornido, señal de que en su juventud no fue cualquier idiota.
—Solo me lastimó la mano, esto es por precaución –señala el brazo vendado completamente a un costado, manteniéndolo fijo y sin mover.
—Jijiji, quien hubiera pensado que los S.R los iban a humillar de la manera en que lo hicieron –se burla el mayor apoyando los brazos en su cintura, soltando tremenda carcajada –Es sorprendente que mis mejores prototipos hayan perdido contra unos gorilas... –dice el hombre mientras sigue burlándose.
—Cállate Clark, no empieces a joder –se frustra el guardia de azul acomodándose en su lugar, pues al tener un esguince en el tobillo quedarse en el mismo sitio por un periodo de tiempo le es incómodo. –¿Cómo siguen los demás? Han estado durmiendo un día entero, ya casi dos.
El hombre llamado Clark se queda en silencio unos minutos hasta que le hace un movimiento con la mano para que lo siga, y así lo hace. Ambos caminan a paso lento hasta que se detienen en una puerta de metal al final de la habitación llena de incubadoras, cables y extrañas máquinas que solo aquel hombre sabía utilizar.
Al abrir la puerta con una llave que Clark cargaba en el cuello como collar, le deja el paso libre al guardia de azul y ambos se adentran en la habitación. Si la anterior tenía un aire de misterio y terror, esta es sin duda peor.
Muchos hombres se encontraban amarrados a unas camillas de metal, algunos medio vivos, otros ya muertos, y la mayoría moribundos; lo extraño de esto es que nadie podía hablar, tenían el cuerpo en un estado de sumisión total, le habían inyectado algo.
—¿Otro de tus maravillosos experimentos? –pregunta el guardia observando de reojo a cada uno de los hombres posados en las camillas, sin detener su caminata.
—Solo estoy probando algunas cosas, y si resultan...podría llegar el fin del mundo... –dicha declaración detiene de golpe al guardia de azul, estupefacto por lo que decía; pero tan rápido sucede aquello se recompone.
Siguen caminando sin emitir sonido alguno, simplemente escuchándose las pisadas retumbar por la gran habitación. Casi llegando al final de esta, se encuentran dos grandes camillas y en ellas los dos guardias que llevaban más de un día inconscientes.
—Estarán bien, solo necesito modificarles unas cosas para que sus memorias no regresen; en la batalla casi recuperan aquello que jamás debe volver –explica Clark observando a ambos hombres con las manos en los bolsillos de su bata blanca, tal cual científico y doctor.
—Pues la verdad no me sorprende, no sé cómo o por qué pero en la batalla alguien nos inyectó algo y no pudimos utilizar nuestros poderes. Me extrañó demasiado ya que tú modificaste nuestros cuerpos para ser inmunes a ese tipo de "antídotos"; a mí solo me limitó a no poder utilizar la magia ya que no tengo otra alma dentro de mi cuerpo –informa detalladamente acercándose más a los guardias inconscientes.
—Hablando de eso White, realicé una investigación sobre lo que les inyectaron. No fue algún antídoto, veneno o algo parecido; lo que utilizaron fueron "balas coralmia" las cuales cancelan o cortan la magia de cualquier individuo por un periodo de tiempo; además de afectar a las almas, lo que quiere decir que los S.R reclutaron a alguien más, o consiguieron a alguien que les hiciera dichas balas –el científico Clark prende una pequeña linterna procediendo a revisar los ojos de los hombres.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Las balas que fueron inyectadas a sus cuerpos, que inclusive pudieron dejar a Black y a Green en este estado; además de la paliza que recibieron, no son balas normales que consigues por allí. Estas balas son creadas únicamente por personas poseedoras del poder de la curación, y aún así son pocos los que saben hacer esas balas...
«Estaban perfectamente diseñadas y eran muy potentes, por eso actuaron rápido y les canceló su magia. Ahora, los S.R no tienen a nadie que tuviera el poder de curación, por lo tanto o reclutaron a alguien nuevo, o las consiguieron; aunque es más realista la primera opción.
White se queda unos minutos en silencio analizando lo dicho por Clark. Es cierto que ninguno de los miembros de los S.R tiene el don de la curación; lo sabía perfectamente ya que había investigado minuciosamente a cada uno de ellos, por lo que la idea más factible era lo que decía el doctor, habían conseguido a alguien más.
También cuando llegaron hace un día le pareció raro el hecho que Black y Green estuvieran completamente inconscientes, apenas respirando. Habían librado muchas batallas más fuertes que esas y nunca les pasó algo similar, lo que quiere decir que no era del todo loca la idea de que hubieran reclutado a alguien más; es más, todo tendría sentido.
—No quiero dar falsa información; pero....esas balas que les fueron inyectadas creo saber de quienes son... –corta el silencio Mark guardando la pequeña linterna en el bolsillo de su bata, ahora acomodando los cables y tubos en los cuerpos de los dos hombres –Hace mucho tiempo alguien, una mujer perteneciente a uno de los peores clanes que existen, llegó a una de las instalaciones del ministro pidiendo ayuda, pero por supuesto que se le fue negada y....
Se quedan un momento en silencio, White atento a la explicación del doctor, que parecía como si le costara hablar del tema.