Era martes 5:05 a.m, mi segundo día de trabajo.
Me levanté. Me estiré, hice un poco de ejercicio y luego desayune un sándwich con lechuga, jamón y queso. Prendí la computadora y puse música pero con bajo volumen porque aún habían vecinos dormidos.
Lo que más me gustaba de levantarme temprano era disfrutar de la brisa cuando uno sabe que está amaneciendo, los pájaros sonando, y siempre ver a los vecinos trotando, casi siempre en pareja.
A veces pensaba que necesitaba una novia o alguien que me hiciera compañía, pero al mismo tiempo me daba igual. Tengo 19 años, tengo una casa donde solo vivo yo. Mis padres son de dinero, y la compraron hace años, pero decidieron mudarse luego. Iban a vender la propiedad, pero les dije que mejor me la dejaran. Lo hicieron claramente, pero con una condición, que consiguiera trabajo. Y aquí estoy, trabajando en una preparatoria haciendo lo que más me gusta, no me quejo.
Me vestí, salí de mi casa y me dirige a la escuela. quedaba a dos cuadras, no tenía que preocuparme por no tener carro.
—Buenos días —Me dice el portero de la escuela.
—Buenos días.
Entré a la oficina, saludé a Flor, dejé el suéter en un tubo que estaba al lado de la oficina de Flor, llegué a mi silla, prendí la luz y ya estaba preparado para la primera persona que llegara el día de hoy.
Se ven los niños corriendo de un sitio a otro, era la hora para desayunar para los niños de primaria. Pasan los minutos y se ven ya los de secundaria, a veces me daba nostalgia, recordar todo lo que hacía con mis compañeros, cuando nos reuníamos en casas, íbamos a fiestas, pero bueno, cosas que quedarán en mi memoria.
—¡Buenos días! —Entra una alumna y conversa con Flor.
—¡Buenos días! ¿en qué puedo ayudarle?
—Me dijeron que aquí había un chico que te escuchaba y eso, un psicólogo, entonces quiero una cita.
—Bueno, está bien. No hay nadie en espera, así que si deseas pasar, adelante, sigue derecho y a mano izquierda estará esperándote.
—Ok, muchas gracias. —Se dirige a mi oficina.
—Buenos días.
—Buenos días, por favor, tome asiento. ¿En qué puedo ayudarle?
—Quería contarle una historia, que no se la he contado a nadie. Bueno solo a mi mejor amiga, pero ella solo me dice ''cuéntale a tu mamá'' y no quiero, a veces siento que es lo mejor, pero en otras, me da miedo.
—¿Podría darme su nombre y su edad?
Me da sus datos, es parte del protocolo.
—Bueno ¿podrías comenzar desde la raíz del problema?
—Emm... comenzaré, cuando tenía 4 años, la hermana de mi mamá, mi tía, que es la menor, salió embarazada de 16 años y se tuvo que casar, su esposo también era un chico de 17 y bueno, nació el bebé y eso. Cuando yo tenía 7 estaba jugando con el bebé, estábamos en la casa de mi abuela porque ellos vivían allá, entonces él esposo de mi tía entró al cuarto y se puso a jugar con nosotros, de escondernos y como yo estaba pequeña lo veía normal. Bueno, en un momento mientras jugábamos él me empezó a tocar y yo no sabía que hacer, de pronto se sacó... pues el pene, y me lo puso en la boca y yo pensando en qué hago, estaba como en shock pues era una niña, yo no abrí la boca ni nada, intentó obligarme pero yo me pude soltar y salí.
—Disculpa que te interrumpa ¿su pene? ¿pero estabas sola?
—Si, en la tarde, yo ese día me estaba quedando en casa de mi abuela, mi tía estaba cocinando y mi abuela había salido a comprar algo.
—Pero ¿llegaste a decir algo sobre lo que ocurrió o no?
—Bueno yo no dije nada, supongo que por miedo no se, bueno en la noche él me amenazó, que si decía algo me iban a pegar, y yo no dije nada por miedo a que me pegaran, uno de niña es inocente y no me puse a pensar en que no tenía sentido, pero deje de quedarme un tiempo porque me daba miedo, mi mamá me decía para quedarme pero yo le decía que no quería.
—¿Y te volviste a quedar después?
—Como al tiempo me quedé, en la noche fui a tomar agua y estaba él ahí sentado en la sala, me agarro e intentó hacer lo mismo, esta vez metió sus manos en mi blusa, y bueno yo le mordí con todas mis fuerzas el brazo y salí corriendo, después cuando me quedaba, le decía a mi hermano que se quedara, con él me sentía más segura así él tampoco supiera nada, y ya después no me hizo más nada y yo nunca dije nada por miedo a que me pegaran.
—¿Y ni de grande llegaste a decir tan solo un poco del tema?
—No, ahora solo pienso que tal vez si debí hablar, pero también que si hubiese dicho algo tal vez mi papá lo hubiese matado e iba a ser peor, y por ese miedo tampoco digo nada, ahora mi hermano está grande y él es más impulsivo y de verdad no quiero que arruinen su vida por eso.
—¿Y él sigue siendo esposo de tu tía? ¿Nunca llegó a abusar de ti?
—Si, claro, aún son esposos. Y no, nunca llegó hasta ahí, gracias a Dios.
—Me alegro mucho. Son esposos porque no has hablado, tu tía no está al tanto, ni tu familia. Realmente siento que no tenías ni tienes que tener compasión con alguien tan miserable.
—Pero es que ¿y si después lo matan y van presos? me da miedo.
—¿En serio puedes tener compasión con alguien que si tú no hubieras actuado como actuaste hubiera abusado de ti? Me gustaría mucho que hables, te apoyaría si te atreves a decirle a tu mamá. Y no creo que lo maten, saben que su vida podría ponerse en riesgo, pero es normal que reciba una paliza ¿no te alegraría ver que pagó al final por todo lo que te hizo? ¿No te alegraría verlo tras las rejas?
—Pues, ellos están fuera del país, en Perú, la única que está conmigo, es mi mamá. Mi papá tiene un amigo que es policía de allá de Perú y ve esos casos. Mi tía también está fuera del país junto con su esposo.
—Pues con más razón, si sigues dejando que eso pase como si nada, habrán pasado muchos años, y no le tomarán seriedad a lo que dices. Y no debería importarte si recibe muchos golpes, sé que no es el mejor consejo, la violencia no es la solución, pero dejar que siga abusando de más niñas, tampoco, porque si lo hizo contigo, lo hará con alguna niña, quien sabe si también lo haga con alguien de la familia.