Su madre no le permitió salir de casa por instrucciones del doctor. Al principio la negativa para salir le pareció exagerada, después comprendió que tarde que temprano saldría del encierro y sin dilación correría a explicarle todos los malentendidos a Nelly.
-¿Por qué no escribes una carta a Nelly? Yo se la llevare sin pretexto.
Albert inmediatamente se percató que la idea era perfecta. Se sentó cómodamente en su estudio y sin reflexionarlo mucho escribió:
-Amor mío, unos inconvenientes de salud no me permiten estar cerca de ti. Sabes de sobra, hasta la exageración, que eres la tierna luz que me inspira. Mi madre es mi enfermera; ella me sugirió que escriba esta carta para informarte de mi condición. Sé que cuando salga de este temporal encierro nuevamente tendremos tiempo para ensayar nuevas formas de amarnos.
De tu Alberti que te ama inevitablemente.
Transcurrieron cinco días y Albert no vislumbraba la respuesta a su carta. Su madre vigilaba meticulosamente sus movimientos y eso a él le parecía fuera de lugar. Conforme pasaron los días ideo la forma de escabullirse, era imperativo ver a Nelly. Noto que Helen salía cerca de las 6 de la tarde a caminar en las inmediaciones del parque Greenwich para distraer su agobiada mente. Desde lo de Albert su rostro se había transformado, hecho que sus amistadas no dejaban de señalarle. Por tal motivo tomo la decisión de salir a caminar todas las tardes, de lunes a viernes, en las cercanías del parque, cuando el sol comenzaba a declinar.
Albert resolvió aprovechar esta oportunidad para fugarse y encontrarse con su amada. Selecciono el día, esperando pacientemente a que Helen bajara la escalera e hiciera sonar la puerta que da a la calle. Espero unos minutos, que para él fueron eternos, y entonces se levantó precipitadamente de la cama para emprender la huida. Sus pasos tambaleaban por la emoción y el nerviosismo de saber que en poco tiempo estaría en los brazos de su amor colmándola de besos tiernos. No siguió la misma ruta de ida a la escuela sopesando que probablemente alguien conocido lo vería e informaría a su madre. Tardo un poco más en llegar a su destino, pero sin preverlo antes de lo que calculo estaba frente a la casa de Nelly. Subió los escalones casi instantáneamente y cuando hacia sonar el timbre Nelly salió en compañía de su madre. Albert ni siquiera parpadeaba, como si estuviera en trance.
-¡Albert, amor mío!, dijo Nelly.
La alegría de él era inmensa al punto de que la abrazo e inundo de cálidos besos. Hablaron durante horas sobre el gran amor que se profesaban. Al verlos a la distancia cualesquiera aseguraría que no se movían. Estaban tan conmovidos que se miraban fijamente a los ojos con infinita ternura. Parecía que a su alrededor el tiempo se había cristalizado. Era evidente que estaban enamorados hasta el punto de la pasión. Solo después de horas y horas de conversación fue que Albert cayo en cuenta que su madre lo estaría buscando.
-¿Recibiste mi carta?
-¡No!
-Mi madre me aseguro que te la entregaría.
La incógnita sobre por qué Helen no entrego la carta persistía, sin embargo, Albert resolvió que había llegado el momento de encaminarse a su hogar para enfrentarse a Helen. Se despidieron entrañablemente con la promesa de reunirse lo más rápido posible. Los besos y los abrazos no cejaban, pero, tomando aliento a pesar de la separación, Albert se alejó con los ojos anegados de lágrimas.