- ¿Puedo pasar para hablar contigo, por favor? – suplicaba Nelly desde afuera de la habitación de Albert.
-Creo que preguntar quién te dejo entrar estaría de más, ¿verdad?
-No te pongas colérico con Helen; ella solo hace lo que considera que es conveniente para ti.
-Supongo que es necesario no desperdiciar esta oportunidad para que dialoguemos sobre todos los sucesos que estropearon la estupenda relación que teníamos.
- Estás en toda la razón-declaro Nelly con una visible pesadumbre en sus ojos.
-Mira, es imposible que te diga que no te amo; mi amor por ti es pujante.
- ¡Ahí esta! - dijo Nelly, con visible emoción- Aún deseo ser ‘la tierna luz que te inspira’.
- ¿Cómo sabes lo que decía mi carta si Helen jamás te la entrego y yo nunca te la enseñe? - pregunto Albert con patente expectación.
-Cuando el profesor Bernabé te llevo al hospital tu carta cayo de uno de los bolsillos de tu saco. Así fue como me entere lo que escribiste cuando tu madre te encerró a causa del primer episodio psicótico que padeciste.
-Ese es el primer obstáculo, mi enfermedad.
-Sé que razonas que tu trastorno es una traba muy poderosa para que no continuemos cultivando nuestro amor. No obstante, todos estos días he deliberado que estoy completamente convencida para brindarte sin cesar mi amoroso apoyo. Puedes contar con que siempre será así.
-No sé qué decir Nelly- expresó Albert un poco conmovido.
-Mira, solo reflexiónalo, y si puedes, dame tu respuesta mañana.
Antes de salir de la habitación Nelly le coloco un tierno beso en la mejilla. Albert sintió el impulso de abrazarla y besarla, pero su corazón herido lo detuvo.