Mucha gente me dice que después del incidente, mi personalidad cambió totalmente; ya no río, hablo o incluso como cómo antes. Bueno, los tontos dicen eso porque no han vivido lo suficiente, sino sabrían que cambiar no es "ser diferente", es solo aprender a evitar las cosas desagradables. En mi caso, descubrí lo débil que era y de mi corto futuro si no hacía algo pronto.
Fue cuando entré a arquería, no porque me gustara, sino por la ventaja de saber unas cuantas cosas cuando estaba con mi padre. Durante ese corto periodo tiempo, le pedí a Yves que supervisará mis entrenamientos, después de todo era el director de la academia.
Con el tiempo, la situación sobre mi ojo fue transformándose en un rumor por mis compañeros de clase. Ellos me preguntaban si guardaba rencor de aquel tipo, siempre les contesté con un no. La verdad, estoy agradecido con él por darme una visión más extensa de la realidad en la que estoy. Claro que, si me lo encuentro, le devolveré el favor.
Otra cosa, Yves me advirtió sobre la desventaja de tener solo un ojo en la arquería; no podría visualizar bien la profundidad como los demás. Fue una decisión difícil, pero al creer que también podría afectarme en las artes marciales, decidí tomar el riesgo.
Una vez inscrito, nos juntaron a los nuevos a la ceremonia de inicio de clases. Organizados, los alumnos se formaron para escuchar el discurso de bienvenida, yo me encontraba hasta delante, prestando atención. De golpe, sentí un aroma fuerte a vainilla, mire a un lado para encontrar la causa de tan potente olor. Era una chica con cabellera dorada, unos grandes ojos verdes, y una sonrisa tan brillante que podría competir con el sol. Sabía que ella era especial, pero no sabía el porqué. Dándome cuenta de mi extraño comportamiento, regresé la vista al frente, ya no podía distraerme con cosas "banales".
A excepción de ciertas situaciones, toda mi vida escolar y privada giró alrededor de un duro entrenamiento. Siempre fui el primero de mi clase, me sentaba cerca del profesor, me esforzaba al máximo, incluso vomitaba a menudo por el sobre esfuerzo. Llegaron a apodarme "el dispara vómitos". Pero eso no me importaba, mi atención solo estaba en la arquería.
Cuando querían hablar conmigo, simplemente me alejaba. Pronto se dieron cuenta de mis intenciones y poco a poco me fueron tratando como un fantasma. Al llegar a casa, lo primero que hacía era tomar el arco de mi padre para practicar en un pequeño terreno cercano a mí hogar. Poco después aprendí que el descanso era parte importante del entrenamiento, así que usé esos periodos de tiempo para estudiar un poco de historia, ya que pensaba que si veía los errores de otros guerreros importantes, podría evitarlos en un futuro, aunque después leía por puro gusto.
Los años pasaron rápidamente, y los profesores se dieron cuenta de la increíble habilidad que demostraba en mis competiciones. Mis primeros adversarios eran compañeros de clase, pero debido a las aplastantes derrotas, fueron poniéndome contra grados superiores. Cuando vencí a los alumnos de último grado, la cara de los profesores era tal, que no podía evitar sonreír. Por fin florecían los frutos de mi esfuerzo. Desde entonces me invitaron a competencias hechas exclusivamente para profesionales. La primera vez fue un gran desastre, sin duda un alumno no se compara en nada a alguien con experiencia, y como yo no solía perder, me deprimí bastante, todo por culpa de mi ego tan alto.
Esa noche, pensé en todo mi entrenamiento, y me di cuenta de que en verdad no merecía la pena deprimirse, después de todo iba muy adelantado para alguien de mi edad, y más para alguien que solo tiene un ojo. Entonces, mi ánimo reapareció y continué con el entrenamiento.
Pronto me hice famoso en todo Payon, la gente se amontonaba para ver mis increíbles habilidades, y de un momento pase de "dispara vómitos" a "Linaje de Vali". Un sobrenombre halagador, por cierto, pues como su nombre lo indica, pensaban de mí como un hijo perdido del gran Vali, dios del arco.
En una de las clases, una curiosa chica rubia de ojos verdes se acercó para ofrecerme un duelo. En ese momento no la reconocí. Habían pasado años desde que la vi, pero a pesar de eso, seguía teniendo "algo" atrayente, no físicamente, sino algo más allá de lo que se podría explicar con palabras. Claro que, con mi ego al máximo, la tomé como una novata, me eché a reír, gran error... terminó dándome una patada en la entrepierna. Por primera vez en mucho tiempo, sentí lo que era el verdadero dolor, y mientras caía lentamente, recordé mi vida entera, que era poca en ese entonces.
Ya despierto y consciente en la enfermería, dirigí la mirada por debajo de la sabana para ver el daño hecho. No podía creer el tamaño que habían tomado, parecían cocos. Entonces escuché un ruido desde el pasillo, intenté esconderlas lo más que podía, no quería pasar otra vergüenza. Lamentablemente, fue la misma chica que me rompió la hombría, la que entró al lugar.
—¡Estás despierto! —dijo acercándose—. Lo siento tanto, no quería hacerlo.
Al principio no pude responder debido a mi reciente trauma con ella, pero me relajé al no ver rastro de su cara asesina.
—No te preocupes, me enseñaste una valiosa lección.
La chica sonrió.
—¿En serio?
—Por supuesto. Debo tener cuidado con las mujeres, son las bestias más peligrosas del mundo.
Mientras decía esto, distinguí el mal agüero saliendo del rostro de la chica. Definitivamente, estaría muerto de no ser por la enfermera que la detuvo, recién había entrado al lugar. Una vez la bestia se fue, medité un poco. No podía quedarme con los brazos cruzados. Debía tomar venganza en su tonto duelo.