Relato de un valiente

5. El duelo (1)

Todavía no me movía y ya tenía los primeros objetivos a la vista. Un zigzag de cuatro dianas se encontraba más adelante, por donde iba el camino de flechas. No podía correr demasiado rápido, las dianas estaban muy cerca del inicio y si lo hiciera, me pasaría algunas. Decidí sacar la primera flecha de mi carcaj mientras empezaba a trotar. En un acto instintivo, disparé, acertando en el centro del más cercano. Repetí el proceso a la vez que aceleraba mas y mas. Aunque acerté a los cuatro centros, saqué la siguiente flecha para lo que se aproximaba.

Entonces noté la primera pluma azul, estaba a unos veinte metros, y entre nosotros se encontraban dos dianas y cuatro maniquíes, dos de estos últimos colgando de los árboles, balanceándose

Entonces noté la primera pluma azul, estaba a unos veinte metros, y entre nosotros se encontraban dos dianas y cuatro maniquíes, dos de estos últimos colgando de los árboles, balanceándose. Era imposible disparar a tantos objetivos en tan poco tiempo. Tenía que concentrarme en los más valiosos.

Cada segundo contaba, por eso pensé en disparar a los objetivos de mi derecha

Cada segundo contaba, por eso pensé en disparar a los objetivos de mi derecha. Así no perdería tiempo en girar al otro lado. Solo necesitaba saber hacia donde se movían los maniquís colgados. El primero se balanceaba hacia mi en ese instante, no sabía cuando iba a cambiar de dirección, así que disparé sin dudar. Justo en la cabeza. Moví el brazo hacia atrás en busca de un nuevo proyectil sin perder de vista al siguiente objetivo, el cual se movía de un lado a otro, esta vez más rápido. Éste era más difícil, decidí no arriesgarme con la cabeza. Apunté al pecho y con un ruido seco supe que había acertado.

—¡Diez segundos!

Escuché una voz de fondo. Ni siquiera llevaba la mitad del recorrido. Debía apresurarme. Sin darme cuenta, el tercer objetivo estaba demasiado cerca, a esa velocidad no podía prepararme para disparar a tiempo. Decidí dejarlo atrás. Tal vez perdí esa oportunidad, pero aproveché en mirar la siguiente sección, no sin antes preparar el próximo disparo.

Una esquina del circuito se aproximaba, si no empezaba a desacelerar, caería por el empuje de mi inercia antes de cambiar de dirección

Una esquina del circuito se aproximaba, si no empezaba a desacelerar, caería por el empuje de mi inercia antes de cambiar de dirección. Tenía menos de diez segundos. Observé sin pestañear los nuevos objetivos. La diana más cercana se encontraba justo delante de la esquina, casi recto de donde yo corría. No lo pensé dos veces y dispare, al final era el objetivo más sencillo hasta ahora. Saqué otra flecha a la vez que cambiaba de dirección, había pasado la primera esquina. Volví a acelerar.

Un maniquí se encontraba de mi lado izquierdo, dos dianas del derecho. A lo lejos distinguí dos maniquís y una diana, todos colgando de las ramas. Estaban demasiado lejos, no podía apuntarles sin perder demasiado tiempo. Decidí ir por el maniquí de mi izquierda. Estando a unos dos metros, disparé a la cabeza, acertando. Sin tiempo a festejar mi pequeño éxito, repetí los movimientos brazo-carcaj-apuntar. Vi la diana más cercana de mi lado derecho, estuve a punto de pasarla, pero en un acto instintivo, disparé. De nuevo, en el centro.

—¡Cinco segundos!

No podía creerlo, todavía me faltaba gran tramo, pero lo peor fue no darme cuenta de la siguiente esquina que se aproximaba, ahí se encontraba otra flecha de pluma azul. Intenté desacelerar lo más que podía, pero ya era muy tarde. Detuve mis pies en un intento de desesperación, provocando que cayera hacia adelante. No podía rendirme en este punto. En vez de terminar con la cara en el suelo, logré encorvarme para hacer una voltereta y recuperar la estabilidad. En ese punto ya había soltado el arco, llegar era mi única prioridad. Aunque salí un poco del camino, logré cambiar la dirección. Lo único que veía era un grupo de flechas en fila. Todo lo demás no importaba. Corrí tan rápido que podía escuchar el viento ser cortado por mis movimientos. Entonces logré ver la flecha de pluma verde, el cual marcaba el fin del recorrido. Mis piernas dolían a más no poder, pero eso no importaba, yo seguí corriendo. Y cuando ya no vi más esa flecha, escuché:

—¡Tiempo!

Mis piernas dejaron de responder, y como de si una costumbre se tratara, comencé a caer de nuevo. Cerré los ojos y puse los brazos sobre mi cara, esperando que sirvan de protección. Momentos después me percaté de un ardor en las extremidades y estómago, que desapareció con la llegada de un ruido fuerte que me llevó a la completa oscuridad.

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Al despertar, lo primero que vi fue un techo blanco y una cortina que me impedía ver fuera. Confundido, intenté levantarme, sin éxito, pues sentí una migraña terrible. Puse mi mano sobre la cabeza y me di cuenta de las vendas que la cubrían. Entonces recordé el ardor de antes, levanté mi brazo, también estaba vendado. Imaginaba que lo mismo aplicaba para las demás zonas que sintieron lo mismo.



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En el texto hay: fantasia, aventura epica, accion

Editado: 24.05.2021

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