Se suponía que ibas a pasarla bien, no a dejar que ese perro vagabundo ocupara tu mente en este día. O sea, no vinimos hasta aquí todo un fin de semana para verte hecha un mar de lágrimas.
Afortunadamente Alex y Matt habían ido a buscar papitas para no caer tan rápido en las garras del trago, la solidaridad femenina me decía que a mi compañera no le apetecía ser vista en estado de vulnerabilidad.
Aunque la música estaba en un volumen alto, la cercanía de nuestras sillas me permitía darme el lujo de no gritar para ser oída.
Ya sé, ya sé.
Probablemente no entienden nada, Así que déjenme explicarles.
La rubia rellenita que tengo en frente es Majo, mi compañera de estudio, al igual que Matt y Alex.
La idea de nuestro viaje de fin de semana era conocer el pequeño poblado donde mi amiga ha vivido la mayor parte de su vida. Majo es de esas personas con las cuales hablas y te vuelves chocolate derretido así no quieras. La dulzura que
Desprende esta mujer es simplemente incomparable.
A todo el mundo le cae bien y es amiga de todos. Desafortunadamente en el amor no le va muy bien.
Acababa de tener una ruptura amorosa de 8 años de relación y el tener que trabajar y ver a diario al malnacido que prácticamente la plantó en el altar como que no le estaba sentando muy bien que digamos.
Y aunque nosotros 3 intentamos distraerla; la noche, el trago y los vallenatos de despecho que acostumbran a poner en las discotecas locales no colaboran mucho.
La mayor parte de la noche, la nostalgia se ha mantenido al margen gracias a Alex, quien entre baile y baile ha logrado alejar sus pensamientos del susodicho.
Y de verdad lo agradecía… hasta que se les ocurrió dejarme a solas con ella.
Vale, hablemos claro. Yo soy todo lo contrario a Majo, tanto física como sentimental e intelectualmente.
No sé cómo demonios resulté con este grupo de locos, pero estoy completamente segura de que es una de las mejores cosas que me ha ocurrido en la vida.
Aunque si somos realistas, los cuatro formamos el grupo más extraño que haya conocido.
Majo es dulce, carismática, enamoradiza, compañerista; Matt por otro lado es taciturno, servicial, poco comunicativo, pero cuando interviene en una plática tiende a dejarte mudo.
Alex en cambio, es Lucifer en persona. Todo un caballero, líder por naturaleza, inteligente y sarcástico. Resumiendo… lo odio.
Exteriormente te deja sin crítica al respecto, pero interiormente… Dios nos libre, porque es idéntico a mí.
Y yo… bueno, yo soy Maju.
Delgada y de estatura promedio. Mis facciones no son mortalmente femeninas, pero puedo afirmar que fea no soy.
Cabello corto, morena, rockera y físicamente lista para una batalla. Me gasto un temperamento del demonio. Sarcástica y amante del humor negro. Me gusta incomodar a las personas mayormente porque sí.
Siempre gano, a menos que sea contra Alex. Con él quedamos en empate.
-Lo siento, es sólo que últimamente…
-Últimamente nada- la interrumpí- él ya no pertenece a tu vida, supéralo de una vez.
-Para ti es fácil decirlo. Nuca te has enamorado- que equivocada estaba, pero sinceramente lo que menos me apetecía era recordar los estorbos de mi pasado.
Me enderecé en el asiento y tomé un vaso plástico de la mesita que habíamos ocupado para pasar la noche. A penas un sorbo de cerveza, sabía horrible, pero prefería sentir en mi garganta el líquido amargo y poco agradable que seguir en el tema con Majo; probablemente la haría llorar con mis respuestas poco controladas.
Majo fue a decirme algo, pero en ese instante llegaron los chicos con unos cuantos paquetitos en brazos.
-Gracias a los dioses- resoplé- pensé que se habían quedado haciéndolas.
-Pues casi- agregó Matt con rostro desprovisto de emoción alguna. Él era así, a lo mejor aún no había tomado suficiente confianza como para compartir libremente sus emociones.
-Prácticamente todo estaba cerrado, recorrimos como 10 cuadras… para complacer tus caprichos- agregó Alex poniendo un tono de reproche con esa última frase.
-Delicado- me burlé. En respuesta él revoleó los ojos y me ignoró tomando un paquete de papitas y haciéndolo estallar en sus manos.
Ágilmente se lo arrebaté y comencé a engullir su contenido.
-Oye. Eran los únicos picantes.
-¿Tengo cara de que me importe?-pregunté con marcado sarcasmo llevándome una papita a la boca.
-Sí- contestó él recostándose contra la mesa y acortando el espacio que nos separaba- cara de que te importa mucho- con Alex era fácil bromear pues tenía un sentido del humor muy similar al mío.
Ambos sonreímos con complicidad y él aprovechó para robar de mi paquete.
Había momento en los que me atraía, Alex era guapo, eso no podía negarlo y el hecho de que fuese inteligente solo le daba un bono extra a mi atracción por él, pero sucedía también que, me llevaba 5 años, tenía un hijo, estabilidad económica y probablemente pocas ganas de tomarme en serio.
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suenosypesadillas, relatosficticios graciosos y de suspenso, ideas locas que se me pasan por la mente
Editado: 01.08.2018