El choque no fue intencional, el frontón recibió la bola y la devolvió con igual intensidad. El jugador que la esperaba intuyó mal su rebote, le dio en la frente y cayó al suelo. Hombre y pelota. La pared frente a él permaneció inmóvil, al igual que su compañero de juego, estático como una varilla en una construcción de cemento. El equipo contrario se estaba aburriendo de esperar, el jugador caído aún no se levantaba del suelo. Creían que bromeaba, que simulaba descansar ahí acostado. Desconocían la razón por la que no se levantaba. Estaba muerto.