La mansión era gélida. Alan tenía que permanecer toda la noche ahí como última prueba para demostrar su virtud. Paula lo había obligado, porque ese muchacho descreía que la casa tenía un fantasma. Nada se oyó, pero en el minuto en el que la noche daba su último suspiro, Alan fue alzado desde su cama al techo. Y segundos más tarde, yacía muerto, porque lo sintió, justo al amanecer.