Relatos cortos de un cuervo colorido.

El despecho del bad boy.

Otra noche tranquila en la que atiendo mi bar, lidio con hombres borrachos y con parejas que se pelean cuando están en estado de embriagues. A pesar de que es una noche tranquila, sigo teniendo esa impulsividad de arrancarme la placa del pecho y clavársela al imbécil que me la dio: el muy trol pensó que era buena idea poner mi segundo nombre en vez del primero. «Cálmate, José, la violencia no es la solución, eso te dijo tu psiquiatra».

Rehacer mi vida no fue muy fácil, ya de por sí nunca la tuve: nunca conocí a mi padre, mi madre murió de cáncer cuando cumplí catorce, mi tía tuvo que hacerse cargo de mí; me reclutaron para la guerra de Irak a mis veinte, mi experiencia en la guerra fue tan traumática que desarrollé un trastorno, tuve que ir con ayuda profesional para no enloquecer. En el camino me casé, me convertí en el dueño de una taberna y voy a ser padre.

Sonó la puerta. Levanté la mirada y noté de que se trataba de un hombre joven, con chaqueta de cuero negro y con cara de pocos amigos. Se sentó en frente a mí, apoyando los codos en el mesón para atender.

―Deme una birra ―exigió con un tono de voz quebradiza.

―¿Me puede dar su tarjeta de identidad?

―No la tengo conmigo, solo deme una birra.

―Tarjeta de identidad ―insistí.

Él bufó y la sacó de su billetera, revisé la fecha de nacimiento e hice cálculos rápidos. Le devolví la tarjeta.

―No tienes edad para beber alcohol, joven. La ley me prohíbe darte de tomar ―dije limpiando un poco el mesón.

―Quiero que me dé algo de beber, ¿no ve que estoy deprimido, señor...? ―Bajó la mirada hacia mi placa― ¿María? ―Ahogó una risa.

―Mi nombre es José María Patiño ―me crucé de brazos y levanté la barbilla desafiante― ¿Algún problema?

―No ―contestó rápido.

―Si tanto quieres beber algo ―Hurgué en el congelador y saqué una bebida de cartón. Se la tendí y me miró ofendido― Toma mejor esto.

―¿Una bebida de chocolate en cartón?, ¿estás de joda? Esto es para niños.

―Legalmente sigues siendo un niño como para beber alcohol, si no quieres acatar las órdenes de mi bar, será mejor que se retire y consiga lo que quiere en otro lugar que ignore las reglas ―le dije en un tono fuerte.

El joven frunció el ceño y me arrebató la bebida de chocolate de la mano.

―Tienes suerte de que este es el único local abierto que conseguí ―Despegó el pitillo y lo introdujo al cartón con furia.

―¿Problemas de amor o de estudios? ―inquirí por curiosidad.

―Eso no le importa.

―Bien ―Me encogí de hombros― Como quieras.

―Ella se llama Elizabeth ―empezó a contar el muy indeciso― Es la nerd de nuestro salón, es única y diferente, no es como otras chicas.

―¿Por qué dices que no es como otras chicas? ―pregunté con extrañeza.

―Porque lee, se pone ropa holgada y usa lentes.

―Oye, joven, mi esposa le gusta leer, mi tía usa lentes y mi prima no le gusta ponerse ropa ajustada. Las características de tu chica no son únicas.

―Ella no me prestaba atención como las demás ―defendió.

―Puedes ser un joven apuesto, pero no serás el tipo de toda chica que te cruces. Tengo una prima que le gustan los hombres bajitos, una tía que le gustan los hombres educados, otra que le gustan los gorditos, una amiga lesbiana, etcétera.

―Fui el primer hombre con el que salió.

―¿Y?

―No es rubia.

―¿Por qué pones ese ejemplo?

―Porque las rubias son unas estúpidas y unas cualquiera.

―Mi madre era rubia, idiota.

―Ah… ¿Eres latino?

―Sí.

―México debe ser increíble.

―Ignorante, soy colombiano, ¿acaso los gringos que me topo no conocen un país latino que no sea México? Bueno, no puedo esperar mucho de un país que se cree ser todo el continente americano. En fin, sigue contando de tu chica.

―Bueno: la conquisté, ella me pidió acostarse conmigo después de beber en una fiesta ―No puedo creer que les vendan alcohol a jóvenes de prepa, bueno, no es de extrañar en mi país, pero ¿en Estados Unidos?― No me negué a su petición y me insultó el día siguiente, ¿puedes creerlo?

―Espera, espera, espera, ¿te acostaste con ella estando borracha?

―Ella no dijo que no.

―Pero estaba borracha, ¿acaso no te enseñaron que los borrachos no están conscientes de lo que hacen? Lo digo por experiencia propia.

―Esas son tonterías.

―¿Acaso naciste en el siglo equivocado o país equivocado? Se supone que naciste en el primer mundo. Yo nací en Tuluá con el miedo de que me secuestrara un pedófilo en serie o que me hicieran brujería.

―Debió ser una ciudad horrible.

―No, a veces la extraño.

―Oh ¿Puedo proseguir con la historia?

―Como quieras.

―Le di celos con la rubia del salón, después de mucho amor-odio, por fin empezamos a salir, pero mi oscuro pasado arruinó mi relación y ahora ella está con un aburrido lamelibros. Pero sé que volverá conmigo porque eso es lo que quiere la autora y muchas lectoras de trece años, con mucho sexo innecesario incluido.

―Oh, un pasado duro. Yo sé lo que es tener un pasado oscuro, y lo entiendo.

―No creo que sea tan grave como el mío.

―Tal vez no: solo no conocí a mi padre, mi madre murió de cáncer, tuve que mudarme a este país, fui a la guerra. Vi muchos niños morir frente a mí, joven, muchos. Aunque tal vez no sea nada, pude manejarlo con ayuda psicológica, ¿ves esta cicatriz? ―Me subí la manga― Fue hecho por una bala. ¿Y tú?, ¿qué fue lo que viviste como para que te convirtieras en un engendro de la sociedad?

―Ehhhh ―dudó― Mis padres…

―¿Abusaron de ti?, ¿murieron en un accidente trágico?, ¿te abandonaron a tu suerte cuando eras niño?

―Ellos… se divorciaron.

Empecé a reír.

―Qué buen chiste, pensé que ese era tu pasado oscuro. Ahora dime, ¿cuál es?

―Ese es.

―Ya deja de jugar con eso, tengo amigos con padres separados, es duro, pero no se ponen a actuar así.



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En el texto hay: humor, de todo, lgbt

Editado: 27.02.2021

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