Relatos de Guerra

Capítulo 6: "¿Por el meñique?"

Capítulo 6

“¿Por el meñique?”

 

Miro a Edmund, quien ha permanecido callado la casi-hora que tenemos caminando. No ha querido platicar conmigo y tengo varias dudas ¿Qué pensará de Gaspar? ¿Su interés por las niñas es genuino o busca una compensación?

El caminar de Edmund es cansino y aunque sé que trata de esconderlo, está cansado. Se ve demacrado y sus ojos me muestran que podría tumbarse y dormir por varias horas si así lo deseara, pero no lo hará.

—Sabía que debíamos esperar a que comieras—le digo.

Me mira enarcando las cejas.

—Debimos quedarnos a que comieras tú—pone énfasis en la última palabra.

Bajo la mirada a mis pasos.

—yo comí…—aseguro—la cena fue más de lo que esperaba.

En teoría no le miento, la cena había sido más de lo que esperaba—y de lo que esperaba mi estómago—. No puedo mirarlo sin que se dé cuenta de que algo sucede, así que digo lo que se me viene a la mente.

—Hablando de eso—le digo— ¿Cómo lo están llevando ellos?

Edmund lo piensa antes de hablar.

—sabíamos que pasaría…

Su voz se desvanece. ¿Enserio, Edmund? ¿Te pregunto acerca de ellos y se te ocurre iniciar con “sabíamos que pasaría”? mi corazón se detiene y mis pasos se ralentizan conforme pasan los segundos.

Efectivamente, sabíamos que cualquier cosa podía pasar. Desde que salimos de la nueva Marló, al menos de la parte habitada, sabíamos que pasaríamos por esto: hambre, frio, enfermedades… pero era tan fuerte nuestra hambre de libertad que no nos importó en absoluto; habíamos decidido que ya lo resolveríamos cuando sucediera. Ahora nos encontrábamos en igualdad de condiciones: los fugitivos, Gaspar y las niñas e incluso los chicos que las perseguían… bueno, en realidad no estoy muy segura de estos últimos.

— ¿Quién de ellos…? —mi voz se niega a pronunciar tal palabra.

Me observa sin entender, su gesto me parece infantil y me recuerda a la primera vez que nos vimos, tan pequeño y asustado, pero al mismo decidido a proteger a la pequeña de Jocelyn, quien en aquel entonces era más pequeña.

Las camas de servidumbre estaban todas en un mismo cuarto, y teníamos que compartir un solo baño, así que ambos se quedaron con el resto de nosotros. Recuerdo que su primera noche ahí yo estaba despierta, el hambre no me permitía dormir; la señora de la casa me había castigado sin comer por no haber tendido bien su cama y ahí estaba yo: 15 años y con un estómago absurdamente viejo.

Recuerdo que escuche sollozos, al principio había pensado que era mi imaginación, pero ahí estaban: un gemido, más sollozos.

Me levante de la cama pensando que la pequeña Jocelyn estaba triste o algo así, pero nunca me hubiera imaginado aquello. Edmund se encontraba hecho un ovillo en el suelo, justo a un lado de su cama, llorando. ¿Por qué? No lo sé, nunca lo supe. Me acerque sigilosamente pensando que si hacia algún sonido se molestaría.

No estaba muy cómoda viéndolo de esa manera, llorar frente a las personas requiere un grado de intimidad con el que no contaba… pero me quede allí, como si de alguna manera eso fuera a reconfortarlo. Sus manos estaban cubriendo su rostro, pensaba que no me veía, y por eso me sorprendió cuando se descubrió el rostro y me dijo:

— ¿podrías quedarte hasta que me duerma?

Verlo tan indefenso había conmovido mi congelado corazón adolescente, así que acepté con un asentimiento. Mientras me sentaba a su lado, este tomó mi mano, iba a protestar—los grados de repulsión estaban en su máximo nivel—y él, de alguna manera, se había dado cuenta, sin embargo, su mirada suplicante me obligó a tragarme la repulsión y aquedarme ahí, mirándolo hasta que su respiración se ralentizó y se quedó profundamente dormido. Pero ahora, a diferencia de aquellos días, se ve cansado.

Edmund adivina el rumbo de mis pensamientos, y los corta de inmediato.

—no, no… no te preocupes, todos están…—suspira—podría ser peor. Hablaba de los suministros, nos quedan muy pocos y…—una pequeña sonrisa ilumina su rostro—el niño de María es hermoso.

Mi mente tarda unos segundos en procesar lo que ha dicho. Finalmente:

—Ha sido niño—musito.

Edmund asiente aun con su sonrisita y un deje de nostalgia.

—María está muy débil, no pudo…alimentarlo como debería.

Edmund enrojece ¿de verdad, después de tanto tiempo compartiendo espacio con esclavas, le da pena hablar de pechos? Aguardo pacientemente, conteniendo una sonrisa, hasta que vuelve a hablar.

—El niño enfermó—hace una pausa—tenía fiebre y lloraba mucho, yo no sé de niños, pero sabía que algo estaba muy mal… todos vamos a regresar.

«No dijo eso, no dijo eso, no…»

Me quedo paralizada, incrédula, estupefacta… podría lanzarle a Edmund un diccionario de sinónimos y ni siquiera así podría describir la rabia, la sorpresa y todo lo que siento en ese momento.

—no—espeto—no vamos a regresar.




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