Relatos de Medianoche

Aversión Ilusoria

Abrí mis ojos. Estoy segura. Traté de tocar a mi esposo que se encontraba a mi lado, pero no me moví ni un milímetro. No pude despertarlo. Rece el Padrenuestro, el Ave María y el Credo como mis amigos lo indicaron; no obstante, seguía sin funcionar.

Entonces, como en las anteriores ilusiones, apareció a mi lado el cuerpo voluptuoso y oscuro de una persona semejante a un simio. No detallé su rostro por la oscuridad que le rodeaba. Unos blancos cuernos sobresalían por encima de su cabeza, pero al mirar su procedencia, supuse que eran colmillos. Al acercarse, lo confirmé, era un orangután. Temblaba agitando nuestro lecho. ¡Lástima que eso tampoco despertó a mi esposo!

Estiró sus manos que parecían humanas, sin embargo, sus largos dedos cubiertos con un pelaje ocre, poseían negras pezuñas deformadas mostrando su rareza. Acarició mi vientre sietemesino. ¡Qué repugnante! Bruscamente mi hijo huyó de él, causándome dolor. Quise ayudarlo..., no pude.

En ese instante, él presionó mi lado izquierdo del cuerpo ocasionando que su cuerpecito, debajo de mi piel, se pronunciará. ¡Grité! ¡Juro qué grité! Nada pasó… Nadie parecía escucharme…

En ese momento, mi mejor amiga y hermana aparecía para ayudarme o, eso creía yo. Salía de aquella oscuridad avanzando hacia nosotros con una alegría absorbente. Daba gracias por mi bebe. Me tranquilicé al verla; no obstante, su comportamiento posterior, no encajaba en la visión y por ello, en la vida real comencé a rechazarla las veces que podía. Mi esposo, en cambio, la apreciaba más y, aunque se lo explicará, él decía que simplemente era un sueño.

Seguidamente, cuando estuvieron el uno al lado del otro, él me cortó el vientre con su uña descubriendo mi interior. Grité mentalmente quedando sorda y delirante. En eso, vi como ella introducía sus manos y moviendo mis órganos, logró sacar a mi hijo. Lo jaló por uno de sus bracitos para luego colocarlo en su regazo. Le besó en la frente marchándose la boca de sangre e, inmediatamente, se marchó dejándome sola con esa bestia.

El estomacal agujero comenzó a ser lamido por aquel, pues expuso su verdosa lengua que, por cierto, desprendía un olor fétido tornando tenso el aire. ¡Era asqueroso! Sentí que moría. Un escalofrío y una sensación de calor recorrió mi interior, mi mundo se iba hasta que salté en la cama volviendo en mí. Sujeté mi vientre verificando que él estuviera allí. Mi esposo brinco también. ¡Pobre! Ya era el décimo quinto día del mes séptimo que pasaba por lo mismo. Me observé y supe que, internamente, se quejaba. Su fría mirada era patente y por la delgadez, se le notaba las ojeras. Me abrazó consolándome y diciendo: <<todo saldrá bien…, y creo que esas sesiones no están funcionando>>.

Esa mañana, después de la jornada matutina, asistí a la consulta sicológica y a narrar lo sucedido al doctor, me remitió a un psiquiatra especializado en sueños. Supe por cómo me lo contó, que yo realmente no mejoraba y, por la urgencia con la que me pidió salir del consultorio, lo confirmé. Debía dirigirme al otro piso del mismo hospital y, al mismo tiempo, me hizo prometerle que llamaría a mi esposo, solo que no tuve necesidad de hacerlo.

Y no es que no haya querido hacerlo, pero me daba miedo su reacción. Lo conocía perfectamente bien. Sabía que, si yo continuaba de esa manera, me abandonaría. Así que descendí a la sala de espera mientras me debatía en llamarlo o no. Al llegar, detonó mi angustia y desesperación cuando vi a una mujer queriendo amamantar a su hijo invisible, las personas trataron de detenerla; pero ella no aceptaba su condición. ¡Qué horror! Me reflejé en ella. Me acerqué a la pared más próxima, pegando mi rostro sobre ella y lloré.

No sé cuánto tiempo transcurrió, solo unos golpecitos en mi hombro, me hicieron parar. Limpié mi rostro antes de voltear. Era un hombre no tan alto. Moreno y calvo. Estaba vestido de gala y lucía sonriente. << ¡Qué loco!>> pensé. Se disculpó por asustarme y me dijo con un tono pacífico: << ¡Todo saldrá bien!>>. Quise responderle, pero recordé donde me encontraba y preferí guardar silencio, ya que allí determinan tu valor por el estado mental y él, parecía sin duda, semejante a uno de ellos. De repente una seriedad tornó su rostro, habló del orangután. Un escalofrío entró por mi nuca y me vistió.

Explicó el pacto hecho por una mujer para quitarme a mi hijo, sabía quién era; no obstante, no quería aceptarlo. Tantas preguntas y sin tiempo para hacerlas. Las personas pasaban, parecían no verle. <<Nadie en el mundo conocer perfectamente a su prójimo, pues en lo profundo del corazón se esconden viles deseo>>, y alardeó <<pero yo soy diferente>>.

Extendió su mano y dijo tocando mi hombro <<Mujer en el nombre de Jesús, se libre>>. Caí de rodillas, no siendo impedimento mi embarazo. Lloré de tal manera que las enfermeras asustadas se acercaron pensando que daría a luz allí mismo. Luego le busqué, pero él ya no estaba.

En fin, ese día regresé a mi casa sin asistir a la consulta siquiatría ni llamé a mi esposo. Me dio sueño y, por primera vez, no tuve miedo. Me encontré en un largo pasillo, con cárceles laterales ardiendo en llamas. Avance por él y vi al mono, lo detallé muy bien. No era tan feo en realidad y también vi al brujo que hizo la atadura. Ambos me pidieron perdón y a pesar de que quise dárselos, algo no me dejó. Eso me impulsó a avanza y dejarlos consumirse en el fuego. En cambio, ver a mi amiga encadenada, deteriorándose y con gusanos que se le metían en el cuerpo, me impactó. Tenía la mirada perdida hasta que me miró. Sentí su envidia, ira y rencor inapelable, sin ninguna gota de arrepentimiento. Entendí... por fin, lo entendí.




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