Relatos de Medianoche

Sajra

Intentó controlar su agitada respiración en aquel bar abandonado y oscuro, repleto de polvo, al mismo tiempo que detallaba su alrededor. Tosió silenciosamente, no quería que lo escuchara. No obstante, asustado por escuchar pasos acercándose a él, corrió de prisa a la barra para esconderse debajo de ella. Alguien, a su vez, se asomó a través de la ventana de madera casi destruida, pero no logró verlo. El hombre cerró sus ojos y se tapó la boca al mismo tiempo trataba de controlar su respiración acelerada nuevamente. Mudo, visualizaba en su mente a la horripilante bestia que le perseguía con el fin de matarle. Se aterró. No quería abrir sus ojos y esperó unos eternos segundos hasta que no escuchó nada más.

— ¡Ya me encontraron! —caviló en sí y repitió la misma frase una y otra vez— “Sí voy a morir, prefiero no ver”.

Al verse intrigado por la falta de sonido, abrió los ojos y se sorprendió por lo que veía. Todo el polvo del suelo había desaparecido e, incluso, el bar estaba completamente iluminado. En eso, unas largas, esbeltas y pálidas piernas aparecieron delante de él luciendo unos tacones de punta de color azul. Una hermosa mujer de rasgos finos se agachó quedando a su nivel. Sus negros y lacios cabellos se montaban en sus blancas rodillas. Ella sonrió con picardía y él; sin embargo, enmudeció por el espantado.

—Cariño, ¿qué haces allí? —preguntó la dama extendiendo su mano.

No comprendía lo que estaba sucediendo, talvez sufría de nuevo una alucinación. Absorto por su belleza, siguió sin emitir palabra hasta que, de repente, las preguntas aparecieron cuando decidió tomar la mano de la mujer y salir del agujero. Respiró profundo y musitó con algo de miedo:

—¿Co… cómo? ¿Cómo… pasó esto…?

—¿Sucede algo? —interrumpiendo, confundida e inocente, indagó ella—No sé cómo entraste, pero, actualmente, el bar está cerrado.

Apreció su alrededor recostándose sobre la barra, seguía aterrado y confundido. Todo parecía nuevo, no sabía si se encontraba en un lugar real o en una premonición. Él contempló las curvas de aquella preciosidad otra vez, las cuales se reflejaban muy bien en el vestido verde y, sin evitarlo, tuvo deseo de comérsela.

—Cariño—expresó la dama—no hemos abierto aún. Deberías irte.

Él hizo caso a sus palabras y cuando se dirigía a la calle, un escalofrío le espantó, deteniéndose de inmediato. Escuchó a personas y coches transitar afuera, en la calle, y entonces, supo que estaba en el mundo real. Ella, por su parte, observó su ansiedad, intranquilidad y confusión.

—Seguramente, te ocurren muchos problemas. —indicó gentilmente la dama, en un intento por tranquilizarlo— ¿Necesitas soluciones?

Inmediatamente, ella le hizo para que se acercara mientras tomaba una botella vodka y dos copas de la vidriera. El hombre, dudando de salir o quedarse allí, se aproximó a la barra una vez más, no dejaba de temblar ni de apretarse los dedos. Ella le entregó una de las copas con el alcohol y él, al recibirla, pudo sentir la piel de la dama, esto le enrojeció.

—Relájate y bebe, cariño—le dijo la chica tomando un sorbo de su copa. Luego, se acercó, sensualmente, y susurró— o mejor, podemos relajémonos juntos.

—¿Disculpe…? —expresó el hombre, atónito.

    Ya me encontraron!”r su nombre;—¡Shuuu…! —hizo que guardara silencio colocando su dedo sobre los labios de él. —Esta puede ser la mejor manera de encontrar la solución que buscas.

—No lo creo—dijo, dudando—mis antepasados servían a un demonio que devoraba hombres y cuando llegan a una cierta edad… bueno…

—Estamos en pleno siglo XXI—expresó, burlándose, la dama—Todavía crees en eso.

En ese instante, dudó aún más de su estadía allí, pero ella a abalanzarse sobre él hizo que olvidara incluso la bebida que traía en su mano. Ella rozó su pecho y, poco a poco, descendió hasta tocar el cinturón del caballero. Él se espantó y presionó sus manos tratando de quitárselas de encima. Ella lo miró fijamente y sonriendo insistió en abrirlo, ignorando los movimientos del hombre. Los pantalones y su ropa interior cayeron al suelo dejando su miembro. Ella empezó a besar cerca de su zona más privada, pero él quiso detenerla, aunque no pudo cuando en un vaivén con diferentes ritmos, él comenzó a sentir placer. Duro unos pocos minutos cuando ella, por los espasmos, notó que todo acabaría y se detuvo.

—No, aún no —dijo ella, levantándose de golpe.

De pie, lo empujo sobre la barra, acostándolo para luego montarse encima de él. En ese momento, el hombre pensó en correr; no obstante, sus ganas eran más fuertes y no pudo hacerlo. Ella comenzó a galopar tan frenéticamente que ambos se estaban agitando, y colorando.

Un minuto después, él tenía dificultades para respirar y, aunque quería detenerse, la placentera escena delante de él, se lo impedía. No podía siquiera desviar la mirada al ver el rebote de unos caídos pechos y unos quejidos gritando de placer. De repente, un leve dolor brotó en su pecho, pero no se detuvo. El color de su piel se tornó un color fuera de lo normal, opacando su morena tez. La agresiva apareció en él, haciendo que los movimientos fuesen más violentos.

Otro minuto después, de nuevo sintió el mismo punzón en su corazón, aunque más intenso. Su mano resbaló sobre la barra mientras trató de mantener el equilibrio con la dama aun montándole. Procuró erguirse, acomodándose mejor. De pronto, levantó la mano detrás de la mujer, la vio sucia, toda empolvada. Una caliente sensación lo abrazó y se desconcentró de lo que hacía. Intentó detener a la concentrada dama, pero no pudo hacerlo, ella no le veía. Solo gemía una y otra y otra vez. Ya casi no respiraba y le faltaba poco para llegar al punto más alto del placer. Se irguió y colocó sus manos en la espalda de esta y se espantó; no obstante, era tarde. Percibió algo duro e invisible en la espalda de ella, él lo asoció con una especie de alas, no las veía. La miró fijamente, completamente aterrado, y ella sonrió con picardía.




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