En la mansión Sanders se guardaron los secretos de las sombras que aún observan. Dicen que el arte es siniestro. Cuando Fred heredó la casa del abuelo, se instaló unos
días con unos compañeros. El perro, que venía con él, lloraba con solo ingresar al patio del jardín aledaño a la puerta principal. Fred restó atención. Hank, el más bromista, juntos a los demás, no podían evitar reír por los retratos de la familia. Entre cerveza y cerveza olvidaron la noche. Y la noche los cortejó.
Mientras gritaba Hank, desde un sótano encadenado, le arrojaron la cabeza de Cindy.
¡Come!, y deja de llorar.
Tenían días de estar allí encerrados ambos.
Anna, seguía colgada boca abajo. Lentamente la caldera hirviente rosaba su cabello que tomaba el gusto del jugo. Poco a poco se iba consumiéndose en el aceite, y las lágrimas, citan en la liturgia de la culinaria sabe bien para calmar la ansiedad.
Clarens, y Anabel, tienen una piel bella de cuero que es ideal para el living. El cuchillo
sabe desollar bien. Ya veremos con los músculos, y órganos que haremos. La cabeza de Cindy, posee unos ojos saltones y aturdidos. No mires así, o asustaras a Hank que acostumbra reír.
- Fred, regresa a casa - comenta el abuelo - Eres un buen Nieto. -
Él, cada tanto visita a la familia en el pueblo fantasma. Cada tanto desaparecen personas. Y cada tanto alguien pregunta, pero Fred no está. Nunca esta. El perro lo sabe bien, y por ello sigue su camino sin ingresar allí, donde el retrato de Fred de muy pequeño, nos hace pensar que eran una bella familia que ya no existe, sino en sombras de una mansión abandonada.
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Editado: 25.04.2024