El excéntrico Thomson

Los invitados terminaron de cenar cuando el cuerpo de Alice fue arrojado desde el techo a la mesa de comida. Su rostro mustio con unos ojos que miraban a Ernest. El pánico duró un apagón de electricidad. De la oscuridad a la luz, fueron apenas unos minutos cuando la cabeza de Ernest no tenía cuerpo ¿Quién será el próximo? se preguntó Sam, huyendo al pasillo con Glen. Parecía que la casa estaba preparada para todas las sorpresas cuando se los tragó el suelo en un agujero lleno de estacas. Jeremías y Albert, los veían, como las estacas clavaron desde el muslo de la pierna al estómago. Las perforaciones eran firmes. Se miraron ambos cuando la soga se introdujo en el cuello de Ginebra. Ambos fueron por ella a intentar salvarla. El sonido venía de una habitación contigua. Al abrir la puerta la dama colgaba de la viga en movimiento de péndulo siguiendo los parámetros del Reloj. La ventana abierta formó una figura. Una sombra. Albert se acercó a ella. Un hacha le perforó la frente. Jeremías corrió hacia afuera de la recamara en busca de los demás. Lo que comenzó con una bella velada en la mansión del excéntrico Thomson, terminó en masacre. El hall estaba vacío. Pudo divisar una figura en el primer piso. El chirrido al subir las escaleras le generó un terror psicótico. La figura era Alfred que aún movía una mano, o lo que quedaba de él. Sus partes descansaban en el suelo. El living del primer piso era un museo de cera cada uno de los invitados a imagen como muñecos en posturas similares al confort. El susto reveló al excéntrico Thomson. La leyenda era cierta. Tenía tanta vida, aunque solo fuera huesos. Necesitaba la carne para cada día. Y aquel vetusto vejestorio renacía con la normalidad de una nueva vida que escapaba de la muerte. El hombre veía por última vez al excéntrico cuando le explotó el cuerpo en pedazos bañando al esqueleto que recuperaba las facciones de un verdadero anfitrión de casa.