Los engendros iban de casa en casa. Dicen que los niños se dejan llevar por las palabras de aquellos diminutos seres que disfrutan de las actividades lúdicas con las familias. Estaban advertidos de las leyendas, pero nadie hacia caso al hecho de ¿que fuera cierta o no? La noche en que nevó en el poblado de Leed. El corte de luz general, produjo un apagón en todo el pueblo. Cuando la oscuridad es plena, es allí que el miedo se hace presente. Intentaban reparar los expertos los generadores eléctricos sin poder conseguirlo. Gent estaba uniendo los cables en lo alto de un poste cuyas extensiones se bifurcaban a lo largo, cuando dijo lo conseguí, pronto la mano manipuladora hizo que el choque eléctrico golpease su cuerpo cayendo éste al suelo húmedo donde una biga mal colocada hiciera que su cabeza choque ella explotando un cráneo en pedazos. Su amigo se acercó alterado a él tratando de pedir ayuda, observo hacia el poste, algo estaba allí, y desapareció. En cada casa se producía el toque de puertas. Los niños comenzaron abrirlas, y los llamados engendros se presentaban como juguetones amigos. Algunas casas se infestaron de gas que dormía a la gente. Es un juego interesante dice, uno de ellos, nosotros cerramos todas las ventilaciones, y el gas comienza a surtir efecto, respiramos hondo hasta ver quién puede aguantar más allá de la cuenta. A la una, a las dos, y a las tres, enseguida el sueño hizo que la respiración se confunda con el fétido olor del químico. Los engendros se miraron con risas, sigamos divirtiéndonos.
En la casa siguiente jugaron al cuarto de las lanzas. Deben pasar y esquivar las lanzas que se cruzan, una por una. Los padres de Tim no estaban de acuerdos con ellos, pero era tarde las cuerdas amarraban cada parte de sus cuerpos. Tim con cuidado si las lanzas se activan se termina el juego.
Tim no pudo sostener la presión, y una atravesó su cuerpo, mientras que las otras que se activaban iban directo hasta Marcia y Alan. Este juego es aburrido comenta uno de ellos, vamos por otro más divertido
Los Tanner, era los más complicados en situaciones de mala vecindad. Intentaron dialogar, pero ellos quieren divertirse. Las actividades lúdicas son su única acción. Colgaron a la pequeña Clarice, desde lo alto del techo, hay que alcanzarla o ella caerá al
suelo donde unas estacas bien afiladas harán su trabajo modesto, el primero fue Wil que a la primera acción piso en el lugar equivocado y en su cabeza un hacha se enterró con facilidad. Anne fue más atrevida, y sorteó la primera fase, el filo roso su rostro, luego la cuchilla paso cerca. Estaba justo cerca de su hija. Unas escaleras de maderas estaban presente, y utilizó las mismas para llegar a su hija, pero no tuvo en cuenta algo importante, la escalera tenía una tablilla en mal estado, ella cae al suelo y la estaca atraviesa su cuerpo, como todo empeño de madre pide a su hija que se arroje a ella, para amortiguarla, pero el balanceo de la niña produce que descienda a un costado, donde una gran pica empala su cuerpo. Y ambas yacen sin vida con sus miradas al techo donde los engendros las ven por última vez.
La casa del dueño del banco. Era la más indicada. Una lluvia de piedras aplastaba los cráneos de éste, y todos los acompañantes. Eran rocas que se hacían más grandes cada vez. Las palabras de piedad eran inútiles. La última rompió todo el cuerpo del banquero.
En el banco la bóveda estaba preparada. Mucho dinero, y unas personas con sus familias. Debían aguantar la respiración a ver quién aguantaba. El aire es escaso. Muy escaso. Tendrán que eliminarse si no quieren en menos de una hora terminar todos muertos. Este juego si es divertido. La matanza comenzó de forma terrible. A los golpes, mordidas. Amputaciones. Quedaban algunos pocos.
- Déjenos salir - Grita desconsolada una mujer
- No, aún no termina – el aire decidirá por ustedes –
Continuaron su noche de juerga los simpáticos engendros. Al final del día, no tenían más ganas de divertirse, y se fueron a descansar. Estaban agotados. Fueron demasiados juegos. Ahora si podían irse tranquilos, lo habían pasado muy bien, y sus padres los esperaban atentos.
El pueblo estuvo en su peor momento por las atrocidades que ocurrieron. No pasaba tal calamidad desde el día que como toda autoridad inquisitiva apedrearon a la familia Dollin. Vamos a jugar un juego comentaban los malandrines de la localidad. Eran acusados de reiterados robos de fondos públicos, y privados del banco de la comarca. Había huellas que los comprometían, o eso decían los acusadores. La pena era el apedreo constante. Aún eran barbaros que gozaban de una ley arcaica y antigua, en donde el más fuerte resiste. Era recibir la mayor cantidad, y si sobrevivían serían libres. En efecto nadie sobrevive. La sentencia comenzó por parte del dueño del banco Harold,
y sus secuaces que en una treta engañosa por parte de ellos, lo verdaderos ladrones comenzaron los piedrazos. Los niños sentían el dolor con cada herida. Y toda una congregación de despiadados se reunió. Cada vez eran más. Los padres de los niños defendían a sus retoños, pero hacían un alto el fuego los lanzadores, para separarlos, y atarlos de manos y pies. Con sufrimiento y lágrimas iban cayendo los niños, y las familias. Estamos jugando se burla uno de la plebe. Fueron los cuerpos sepultados por separado. Los padres en un cementerio A, y lo niños en otro por cuestiones de burocracia en la B.
Los engendros regresaron con sus padres. Las tumbas estaban unidas. El burócrata del cementerio estaba enterrado en la tumba de los niños, vivo, y ahora muerto.
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Editado: 25.04.2024