Algunas mañanas me despierto y busco en los lugares donde solías estar. Ahí mi retina se vuelve vidriosa y la realidad se distorsiona. Ahí es cuando la piel se me eriza y no puedo deshacer el nudo de esa soga que me pusieron en el cuello, que hace que de mi garganta no salgan más palabras y que sólo pueda pensar en lo extraño que es este mundo cuando no te veo, que es siempre. Ahí es cuando el sentido de lo perfecto se vuelve intolerable y me siento desnudo en soledad acompañado de millones de objetos absurdos y sin valor. Ahí es cuando me vuelvo intermitente y no puedo controlar mi cuerpo manipulado por hilos y redes, por ese titiritero que no es más que mi propia voluntad manipulada por el apego a las cosas insignificantes.
Me doy cuenta de que el amor por vos es más que la asociación de palabras y sentimientos anulados. Que mi amor por vos es la cúspide de mi insostenible incapacidad por mantener lo divino. Que mi amor por vos es la pureza de mi alma pero también la desgracia de mi mente irracional y propia de un ser como yo. Mi amor por vos es más que la lateralidad de mis sensaciones, que soy más que el vacío pero menos que la nada.
Algunas mañanas me despierto pensando en vos, te busco en los lugares donde solías estar y me doy cuenta de que las cosas que te dije no fueron nada comparadas con las cosas que te diría si el mundo fuese más justo. La interfaz que mi cuerpo transforma cuando te pienso es la aniquilación de un espacio extrasensorial generado por mis venas.
La rareza de mi cuerpo y de estas palabras la genero desde lo más recóndito de mi corazón que bombea ideas oscuras cuando me levanto pensando en tu cuerpo, en tu mente, en el significado que tuviste, en la opacidad de mis reflexiones.
Te extraño y voy a seguir extrañándote hasta que la máquina de mi cuerpo deje de generar energía o mi cerebro deje de tratarme como un ser racional.