Le contaré de mi mejor noche. Este café si sabe bien. Era la primera vez que nos dábamos cita con mi mujer. Complotamos el encuentro a los 20:00 horas en el arrecife cerca de donde ella vivía. Le comenté que es un barrio peligroso donde ella residía. Por lo que salió con todas las precauciones. No tenía vehículo para ir en su búsqueda, así que la esperé allá. El amor surgió cuando por azar nos vimos en una sala de chat de red social. Un amor de internet. Las salas que se utilizan para comunicarse entre las personas, comentar imágenes, etc. En el mundo de los humanos suele utilizarse con ímpetu, hasta se han dado disputas políticas, y todo tipo de agresiones, como también el uso indebido de muchas páginas. El internet de hoy en día suele ser así. La cuestión fue que luego de tanto platicar, resolvimos que era hora de que nuestros rostros estén el uno al otro. La recuerdo como si fuera ayer, ella con un vestido negro. Le gusta mucho el color negro a Rea. Dice que calza con sus ojos. Para mí cabe en toda su piel hermosa, donde cerca de su capa fina de piel, entre sus brazos y su cabeza, descansa un lunar bello que tiene. Al vernos, nuestras miradas se perdieron en un beso profundo. Usted sabe el amor se te mete por dentro, y nunca más lo puedes quitar de ti. Ni bien nos tocamos en nuestras falanges, la electricidad de los iones fue tal que hizo una suerte de explosión. Sabía de antemano que sería así, y ella nunca me lo dijo, aunque sé, por su parte que también lo era.
Fuimos a cenar a un lugar íntimo. Velas, un buen vino tinto. El mozo sirvió nuestras copas, mientras esperábamos la cena. Bebí de mi copa, y veía el reflejo de ella, ella hizo el mismo gesto. ¡Sabe! La
memoria guarda muchos recuerdos. A corto plazo, y largo plazo. Los considerados cortos, son solo retazos sin importancia, de los largos, son esos, los cuales se mantienen en la eternidad. Este recuerdo es de los más extensos, fue otra de mis aventuras. Al chocar nuestras bebidas, el tintineo del sonido solemne, hizo un bello palpitar. Y el beso profundo de nuestros labios se entremezclo con el sabor del vino en la sublime, e imponente razón de los corazones.
Nuestra cena fue un filete de almejas, con ensaladas. El mozo nos trajo un poco de pan, aunque a ella no le gustan las harinas, y yo que soy un encantado me desvivo de ese manjar del trigo. Aquí se prepara como en el mundo de los humanos, incluso tenemos agricultura. De una manera totalmente diferente no, digamos que aquí, todo tiene un sabor muy distinto, que no deja de ser exquisito.
Platicamos de muchas cosas, muchas historias. Ella trabaja, y se desempeña cada día más en lo suyo. Le gusta el orden, y la decoración. No tolera la suciedad bajo ningún aspecto. Como verá, la casa, esta impecable. Incluso tuve que modificar hábitos de mi vida, como eso de no quitarme la piel reseca de las puntas de mis tentáculos. Sé, del comportamiento de los humanos que no se cortan las uñas de sus pies, y manos. Todo un arte. Ella, es de buen comer, y hasta podría decir que devoró el plato entero. A pesar de ello tiene una figura formidable. Pagué la cuenta, y nos fuimos a caminar. Abracé su cintura, mientras nos brindábamos al amor. En un momento fuimos a un subsuelo nadando firmemente. Era una cueva, a la que llamamos subsuelo. Era un lugar mágico despojado de agua. Como si estuviera libre del mar, y del océano. Allí, se encierran diamantes que reflejan las figuras como una casa de espejos donde se resplandece el deseo. Entonces éramos tantos, entre ella, y yo. En un momento, me senté en el suelo, y ella se recostó y apoyo su gran cabeza en la mía, apretándome fuertemente con sus tentáculos afirmados. Hicimos de nosotros uno, en el amor. Los diamantes de la cueva del subsuelo, iluminaban nuestra libido. Y el placer de ser muchos al mismo tiempo, en uno verdadero frenesí, era existente. Perdone, creo que me estoy propasando de contar algo tan íntimo, sin embargo fue la mejor noche de mi vida, pues ella la transformó en puro afecto, cuando su perversidad de demonio, y su cariño de ángel, hicieron de mi cuerpo algo de su pertenencia. El sexo es parte de la vida, y parte del amor. Recorrí besando cada parte de su cuerpo y ella el mío. Omitiré detalles, pero los imaginare por respeto a Rea, ya que no es bueno divulgar lo intimó
Él, recorrió su cuerpo besando su sexo, y sus ventosas tocaron cada centímetro excitando la piel suave de la carne hasta su cabeza, penetro su sabor en el orifico de la vida, insertando cada gota de sí, aferrándose tal, que no podía soltarse, y el gemido de cada suspira. Bebe, bebe todo lo que soy, cabalga la vida de mi cuerpo con fuerza con toda la fuerza. El espacio de llena de líquido viscoso y agradable, y excitados logran el orgasmo que se hizo en burbujas de amor.
Al concluir nos quedamos observándonos como dos enamorados. Pensé en toda esa secuencia en la que disfrutamos de nosotros mismos, y lo que a veces nos cuesta amarnos. Creo fervientemente que tuve suerte, o mejor dicho la suerte quiso que tuviéramos de si, el presente de estar juntos.
¿Cuantas parejas, cuantas relaciones, cuantas miserias se han de vivir de dos personas que no congeniaban, y se obligaron a estar juntas por el solo hecho de no permanecer en soledad?
He visto los peores casos derrumbarse ante niños, y lágrimas. Y como se iban desvaneciendo las palabras bellas, para formar parte de un cementerio de mentiras, y desengaños.
Yo la encontré a ella, y ella a mí. El futuro es nuestro a cada presente de las mañanas, en que despierto, y a mi lado ella, que se acurruca en mí, y permanece acariciando la comisura de mis labios tibios de la baba, en cuanto veo sus formas, que no son otras que las formas del amor. Han pasado años y aquí seguimos. Como dos compañeros inseparables, dos enamorados, dos amantes. Nos dijimos muchas veces, si algo ocurre, lo hablamos, y no nos obliguemos a nada, que el tiempo diga, y responda como debe ser. Y aquí estamos unidos para toda una eternidad. Nadie en su belleza, o capacidad, e inteligencia la vence. Ella es única, y me hace ser único. Ella gana, ella gana por siempre, y para siempre.
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Editado: 27.03.2024