Todos miraban a las pequeñas ramas partirse dentro del ya cansado fuego. Habían pasado el peor día que jamás pensaron tener… pero no sería el último. Por eso, para consolarse y sentirse orgullosos de sobrevivir a tal clima, estuvieron contando toda la noche sus respectivas experiencias de lo ocurrido alrededor de la fogata. Unas sobre su pasado al llegar a la isla, otras un tanto alteradas, dijeron algunos. Otras un tanto crueles, dijeron otros cuando mencionaron desapariciones, heridos y demás entre sus familiares. Y otras… otras.
Todo había comenzado el día anterior, con la llegada de un nuevo “cargamento”; un crucero transatlántico vacío, y averiado, que llegó a través de la peor tormenta, que según comentarios ha sido la peor jamás vista. Una que pocas personas dicen que vuelve cada tanto tiempo ―aproximadamente, refutan algunos entre sí la exactitud, cada veintitantos años― presagiando el término del ciclo fructífero, útil, de la fauna natural de la isla. Pero hasta ese día nadie, salvo unas personas, lo sabían.
―¿La Isla del Triángulo de las Bermudas? ―en una respuesta que le hicieron sobre el pasado de la isla se preguntó un bajo y enigmático anciano caucásico de larga cabellera gris, que añadió, luego de levantarse de su reposo, un trozo de leña al casi extinguido fuego―. ¡No existe! ―gritó―, ¡pero está maldita desde siempre! ―pausó misteriosamente― ¡Incluso quizás antes que mi tatarabuelo y los demás náufragos llegaron a ella! ―revisó la historia― Desde la creación y hasta el final… ¡Pero yo comprobé que se debe a algo más allá que ciencia...! ―se tomó una pausa, aún levantado, y prosiguió―. ¡También fui yo quién demostró que no se puede salir de esta isla de ninguna forma! ―gritó para que todos lo escucharan―. ¡Que siempre estaremos encerrados aquí hasta el fin de nuestros días, y que algún acontecimiento como este pasará de igual forma! ―terminó por exclamar el señor, que a la vez se sentó de brazos cruzados, muy enojado quizás consigo mismo por no entender la razón de todo, en un pedazo de tronco de un árbol caído que fue arrancado por la tormenta y dejado a un lado del fuego como lugar para sentarse, ya que no había más sillas en las que descansar.
Todos callaron ante tales comentarios. ¿Realmente él sabía si se podría salir o no?, se preguntó uno a sí mismo en voz baja. ¡Quizás haya alguna vez una manera de romper la supuesta maldición que hacía que las personas llegaran de nuevo, después de partir hacia el horizonte acuático. Realmente era como una maldición… muchos no la reconocían como tal. Algunos decían que era una queja de la naturaleza que esto sucediera. Que solo pasaría este tipo de tragedia si manteníamos la paz con el entorno en el que vivíamos. Que esto, y que aquello. Realmente, nadie lo sabía con certeza… ya que lo que pasaba en la isla, se quedaba en isla… una, de la que jamás se oirá hablar, una que, con el tiempo, desaparecerá de nuestra memoria… una que jamás existió, existe o existirá. Creamos, o no... a algún lugar irán o ¿solo desaparecen…?.
Pero sí hay algo seguro hoy día es que… el Triángulo de las Bermudas sigue siendo un misterio para tanto creyentes como escépticos. Y que este tipo de historias seguirán surgiendo con el tiempo… hasta que se halle la razón, causa o efecto de las infortunadas desapariciones de las cercanías de este triángulo mortal.
#31018 en Otros
#9865 en Relatos cortos
#2900 en Paranormal
drama misterio suspenso y sorpresa, triangulo de las bermudas, personajes ficticios
Editado: 21.11.2018