El aeropuerto estaba lleno, pero lo único que me preocupaba era estar cerca de mis familiares. En mi alma tenía una serie de sentimientos encontrados, por un lado, no quería irme y por otro sabía que era la única oportunidad que tendría de crecer como persona. Era el momento de dar el paso. Mi madre acariciaba mi cabeza como lo hacía cuando era una pequeña niña que buscaba ser reconfortada con su calidez. Miro la hora y el momento había llegado. Nos levantamos y caminamos hasta la puerta de embarques. Les doy fuertes abrazos a cada uno de mis familiares, sabía que no volvería verlos en un tiempo. Cuando cruzo la línea del portal para hacer la fila iba sintiendo la ansiedad de verme enfrentada a esta nueva etapa, resisto las lagrimas al verlos moviendo sus manos en señal de despedida. Me voy pensando que este viaje llego de la nada, uno que me otorgaba la oportunidad de mi vida. Cuando termino los tramites de la policía internacional camino hasta la puerta que me correspondía. ¿Sería capaz de defenderme a mi misma? ¿Sería capaz de abrir los ojos a nuevas culturas? Me detengo a ver como un avión despegaba y sonrío a pesar de mi nerviosismo, tenía que creer que podía hacerlo y de que era merecedora de esta oportunidad. Al llegar al lugar señalado por la aerolínea me siento a esperar tratando de controlar mi respiración, ahora estaba sintiendo pena, aquella que había ocultado de ellos. Veo pasar a la gente y me pregunto que hacían en un lugar como ese, durante un largo rato fue mi entretención para evitar llorar. Llega el momento de abordar y espero a mi turno en la línea que me correspondía. Saludo a los sobrecargos y busco mi asiento favorito. Miro por la ventana el escenario nocturno, aquella noche no había luna y por la luminosidad de la ciudad no se podía apreciar del todo las estrellas. Me pregunto si en ese viaje sería capaz de ver distintas estrellas y parajes nocturno. Sonrío del nerviosismo. El momento de elevarse llegaba y me acomodo para relajarme. Desde ahora solo quedaba seguir mis sueños…