Relatos del Bosque Rojo

El frío no es problema

Estoy cansada de llorar, no puedo seguir así de por vida. Escribiré lo que sucedió aquí, esperando que eso me libre del pesar que llevo encima.

Después de todo, los recuerdos bonitos de Adrien superan por mucho a los recuerdos no tan agradables. Estos, los primeros, mantienen viva la pequeña llama de la tranquilidad en mi interior.

Íbamos a cumplir cinco años juntos esta primavera, y queríamos preparar algo grande, por lo cual, fuimos de a poco acostumbrándonos a pequeñas celebraciones constantes. Así, llegado el momento de la celebración final, no tendríamos mucho que procesar.

No es que no nos gustara las sorpresas o los cambios drásticos, pero ambos habíamos estado de acuerdo en que era mejor calentar el agua antes de zambullirnos de golpe en esta. Los últimos dos años había funcionado la técnica y estábamos dispuestos a repetirlo una vez más.

Comenzamos entonces con salidas regulares al cine, como cuando recién habíamos empezado. Con la pequeña gran diferencia, de que ahora nos podíamos permitir pagar los asientos más caros. Jamás le dejé que pagara todo él, pero siempre se las arreglaba para comprar algo que no teníamos planeado, y dármelo de repente. Terminábamos de calcular la parte correspondiente a cada uno de la cuenta, y entonces de repente sacaba una bolsa de gomitas que “mágicamente” había aparecido en el bolsillo interior de su abrigo.

“¡Adrien no!” decía cuando depositaba lo que sea que había comprado en la mesa en medio de ambos. “¿Cuánto gastaste en eso?” Le preguntaba yo, pero él solo me miraba y sonreía de esa manera que tanto sabía que adoraba. Como si con eso consiguiera que mi regaño posterior fuera menos fuerte. Un par de veces lo logró, pero luego aprendí a esquivar sus artimañas, empezaba a explicarle de manera paciente, mitad en serio, mitad en broma, que cuando gastaba dinero así a lo loco, me hacía sentir culpable.

La verdad es que por esa misma razón jamás me compraba un regalo de cumpleaños, porque el resto de días eran para ello. Todas las fechas menos mi cumpleaños y navidad, podía obtener un obsequio de su parte.

De verdad es que jamás logré comprender como es que se las ingeniaba tan bien siempre para mantener el factor sorpresa en cada mini-detalle que me daba. Supongo que simplemente era un maestro en fingir que no traía nada, su actitud y apariencia en general no delataba jamás lo que se traía entre manos, a veces, literalmente.

La segunda etapa de salidas de preparación transcurrió en un par de parques y plazas en los que no podíamos evitar atiborrarnos de azúcar. Los dos bien sabíamos que debíamos parar aquellos hábitos, pero nos excusábamos siempre con la premisa de que no tendrían consecuencias graves si solo aparecían dos semanas a lo de todo el año.

Además, caminábamos tanto, que después no teníamos que preocuparnos por hacer ejercicio el resto del septenario. Si no hubiéramos estado en vacaciones, las cosas habrían transcurrido de manera muy diferente y hubiéramos asistido al gimnasio regularmente después de clases.

La tercera y última etapa estaba dedicada completamente a los viajes largos. Y esta vez teníamos tres lugares planeados para visitar. Estaríamos una semana en la playa, alojados en una cabaña alejada del centro turístico de la ciudad, luego, pasaríamos tres días explorando un pequeño y antiguo pueblo perdido entre las montañas, y por último, escalaríamos el nevado más majestuoso que desde siempre habíamos visto en la distancia desde la comodidad de nuestra ciudad natal.

Esto último era lo que más nos emocionaba a ambos, pues jamás habíamos hecho algo por el estilo y estábamos muy ansiosos por saber cómo sería aventurarnos en las bancas alturas del imponente gigante. La nieve no era precisamente frecuente en invierno, y cuando lograba caer, no cubría más que un par de centímetros las calles, los tejados, y poco más. Esa también era una razón por la que nos ilusionamos tanto con ir allá arriba. ¡Debía ser maravilloso poder hundirte hasta las rodillas en la suave nieve! Pensábamos. Que ingenuos.

Cuando al fin llegó el día, nos despertamos muy temprano y desayunamos a la velocidad de la luz, para luego empacar todo lo que debíamos llevar en mochilas especiales que habíamos comprado para la ocasión. No podíamos esperar más. Salimos del hotel y tomamos un auto que nos llevó a las instalaciones turísticas donde debíamos encontrarnos con el guía.

Y así, provistos del equipo que apenas habíamos rentado, nos reunimos con el resto de gente que también iba a recorrer la misma ruta que nosotros.

Las indicaciones eran simples, si las obedecíamos no tendríamos que preocuparnos de nada. El guía sabía de lo que hablaba, y por ello lo mejor era escucharle. Sin embargo, hubo un par de detalles que más tarde, nos llevarían a Adrien y a mí a desobedecer una de las reglas. Creo que no hace falta mencionar cuanto me arrepiento de ello.

La jornada había transcurrido según lo planeado, el terreno al principio parecía no elevarse en ninguna dirección, pero después de unos minutos comenzó a erguirse ante nosotros. No de manera exagerada, por supuesto, pero el esfuerzo que debían hacer nuestras piernas era cada vez mayor. El entrenamiento que habíamos hecho a principio de vacaciones de verdad que nos había facilitado las cosas, mientras los demás jadeaban y permitían que el cansancio se apoderara de ellos, nosotros seguíamos manteniendo la energía como si la caminata apenas hubiera empezado.

Continuamos ascendiendo por la ladera sur de la montaña poco a poco, y el frío empezaba a incrementar de manera gradual igualmente. Estábamos aproximándonos a la zona donde los pocos árboles que podían crecer a tal altura, empezaban a desaparecer. Faltaba tan solo una hora para llegar al primer refugio, y lo sabíamos porque el color blanco empezaba a pintar el paisaje cada vez con más ganas.

La nieve entonces empezó a crujir bajo nuestros pies, no había lugar para el césped, y ni siquiera los más raquíticos arbustos podían detectarse sobre el suelo donde la fría tierra y las desnudas rocas dominaban. Estábamos entrando en un auténtico desierto formado única y exclusivamente en su superficie por frágiles copos acumulados uno sobre otro.



#17788 en Otros
#2256 en Aventura
#5162 en Relatos cortos

En el texto hay: tragedia, flores, aventura misterio

Editado: 24.02.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.