Relatos intermitentes de una muerte predeterminada

Fotos de Recuerdos

"Escuché que cantaba una buena canción, oí que tenía un buen estilo. Así que vine a verlo, y escuchar por un tiempo. Y allí estaba, este joven, un extraño para mis ojos"

En el estudio entra la niña tímida, sujetando la mano de su padre. Con un vestido color lila de tirantes con una blusa blanca abajo que cubría sus brazos…y algo más …

Mateo dormía hasta que… 

La niña tímida entra a la habitación tomada de la mano de su padre, él anhela que la suelte, pero no para un abandono, tiene deberes, no quiere involucrarla, quiere que vaya a jugar, que haga un amigo. Por la intimidad del lugar o tal vez por la condición del chico ella podría perder ese extraño miedo a hablarle a las personas, resultaría en un ejercicio práctico para que su hija comience a socializar y se vuelva la estrella que tanto desea que se vuelva. Y parece tener razón, ella suelta a su padre, sin miedo se acerca al chico, él la mira y sonríe, ella se acerca con las manos cohibidas en el pecho, el chico se encontraba con problemas al armar un cubo de rubik, así que ella toma el cubo con el que tanto batalla y comienza a mostrarle que lo estaba armando mal.
Ella tenía 8 y el 5


Sophia sacó a Mateo de su siesta, y este termina  incorporandose a la realidad lentamente

-¿Qué pasó?– preguntaba mientras intentaba espantar el sueño con auto-bofetadas en las mejillas y giros rápidos de cabeza

-Nada en especial, solo quería conversar contigo, como en los viejos tiempos– Sophia tomó la posición que la volvió inmortal en su mente, recargada en el asiento de forma lateral, doblando levemente las piernas, para dejar casi todo su peso sobre su torso y su brazo derecho el cual recargaba hasta el codo, jugaba con su mano puesta en su barbilla y sus dedos delicadamente se movían de vez en cuando por su nariz; A Mateo le recordaba a gran parte de su adolescencia, a las pláticas sobre la muerte, a las pláticas sobre el amor y sobre aquel chico que él le presentó a Sophia, pero más que nada a aquellas donde ella se rompía en llanto…

La niña tímida regresa al estudio, ahora un poco diferente. Con notable altura y rasgos más finos, posee un vestido azul el cual recientemente ha presumido como su nuevo color favorito a sus nuevas amigas, ha pasado saltando entre maestros y lecciones, yendo a clases especiales de gramática los lunes por la tarde, los martes en cambio asiste a su lengua extra, miercoles y viernes va a clases de taekwondo y jueves, sábado y domingo asiste a sus clases de teoría musical y piano. Su padre la adora, es su estrella, por lo tanto quiere guiarla hasta que brille resplandeciente arriba de todos, con tantas clases en todos los días y tantas cosas por entrar en la mente, ella disfruta de su visita trimestral al chico delgado, con él puede platicar con cosas de infantes como juguetes o mostrarle sus recién aprendidas lecciones de piano, o incluso en ocasiones de intimación espléndida y silencios donde ambos cuentan sus más íntimos secretos como las horribles visitas de hospital, ella le muestra las heridas que le ha dejado su padre cuando no puede brillar como la estrella que tanto desea
El tenía 7, ella tenía 10 años

-Ja, esto me pone nostálgico, por cierto, ¿y los demás?– Mateo desvió la atención un momento para buscar en la mochila de Zoe, tras unos instantes en el bolsillo delantero encontró el tesoro que tanto deseaba pero nunca pudo obtener, una cámara de acción tipo “Go Pro” y una pequeña pantalla que la acompañaba, después de mirarla un par de segundos, se volvió a recargar en el asiento para ver a Sophia
-Fueron por comida– El estómago de Mateo resonaba un poco
-¿Por qué no nos llevaron?

“Mi padre busca que me vuelva Doctora, como él, Neurocirujana no específicamente pero si quiere que logre un doctorado como mínimo e incursione en la medicina, aleja a todos los chicos y ya tampoco salgo a jugar mucho con mis amigas, no es que me prohíba tener amigas, pero ya no tengo tiempo, ahora no solo son las clases de piano, me metió a percusión y un coro para mejorar mi voz, aparte de ahora ya tener dos lenguas dominadas quiere que escoja entre chino y alemán”
ella cada vez veía más y más la visita al chico delgado como un hogar, donde refugiarse de las prisas de clases, de estudios, de presiones o incluso de los golpes, un espacio de desahogo donde podía hablar sin parar sobre todo lo que sucedía y donde podía tener a alguien a quien llamaba amigo
“tal vez sólo deberías decirle que no quieres hacer todo eso”
Ella tenía 12 él tenía 9


-Ambos nos quedamos dormidos después de estar como unas 7 horas paseando aquí en Texas, estás loco– Mateo intentaba intercalar la atención entre su amiga y la cámara, quería ver las fotos
-¿Por qué loco?– Por fin lograba vincular, las sacaba de poco en poco
-Traernos aquí, a Texas, el calor está del asco…
-No lo dices por eso.
-Y por este viaje, ósea, Dios, ¿Qué piensas hacer? ¿Qué significa todo esto? 

La que antes era una niña tímida se convertía en una señorita alta y bien vestida, de cada vez más etiqueta y con facciones más atractivas, se perfilaba a una fémina de clase alta, distinguida y atractiva de gran cuerpo y grandes ojos azules, pero no era eso lo que provocaba que el chico de cabello corto se sintiera tan bien con ella, era porque ambos no se ocultaban nada, conforme pasaban los años de su encuentros no sólo crecían en edades si no en mentalidades, él a pesar de ser menor le seguía la par en sus pensamientos y opiniones, mientras que ella podía dejar ir ese porte de siempre perfecto con él, así mismo como confidencia ambos tenían confianza, pues mientras ella le mostraba las marcas de su padre (que ahora ya no eran tan frecuentes como de pequeña pero cuando había marcas eran mucho más graves) él se podía dejar caer y verse apoyado con ella, el chico delgado y ojeroso no gustaba de molestar a los demás con sus problemas, por eso cuando de vez en cuando su estómago le jugaba una mala pasada y comenzaba a vaciarse, ella era la única a la que le permitió ayudarlo para llegar al retrete y expulsar el interior de un casi vacío estómago, mientras ella palpaba su espalda en forma de caricias y consuelos, él lloraba por el dolor aunque con el reconforto de tener a alguien ahí para él, y ella con el confort de encontrar a alguien que le diera sentido a la palabra hogar
Él tenía 13, ella 16




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