Se reveló contra la iglesia, se reveló contra sus principios, se reveló contra todo su conocimiento. Abandonó todo su mundo y su entorno.
Impartía sus ideas rebeldes que iban en contra de todo lo conocido.
Fue tachado de hereje y la inquisición puso una orden para capturarlo.
Huyó de Italia y pasó por Francia donde profesó sus ideales y ganó el respeto de sus seguidores, iluminados con su conocimiento y pensar.
Fue a Inglaterra donde fue recibido como una persona célebre, siendo presentado con el mismísimo rey.
Volvió a Francia para seguir promulgando sus ideas, pero un compañero le traicionó, le vendió a la inquisición y fue capturado. Fue llevado a Roma donde pasó siete años en una celda fría, húmeda y oscura.
Se le dio la oportunidad de retratarse, de recuperar su vida, pero él, acabado y demacrado se negó y mantuvo sus ideales.
Fue sentenciado a muerte en la hoguera.
En su día le llevaron arrastrado de una mula, le amarraron a un mástil y le cerraron la boca.
Antes de prenderle fuego le acercaron un crucifijo, él sólo volteó la cara asqueado.
Murió quemado, sus cenizas se echaron al río y sus libros, y todo material de su autoría fue prohibido.
Su mente y su espíritu inspiró a otros a pensar diferente, a oponerse al sistema opresor. Hoy es un procer del progreso y la ciencia, un mártir de la humanidad.