La guerra estaba perdida, Alemania iba a caer ante la arremetida aliada. El piloto tenía las mejores intenciones bajo los ideales y la bandera equivocada, sin embargo era el mejor en lo que hacía, en varios años luchando en los cielos ya había conseguido derribar 199 adversarios pero quería más, llegaría como fuere a conseguir su victoria número 200. El mismísimo Führer le había conferido la cruz que llevaba en su pecho.
Despegó para un combate junto sus hermanos y mejores amigos en una guerra que sabía perdida, pero que perdería con honor.
Divisó a lo lejos un enjambre de gigantes bombarderos enemigos, él y su escuadrón derribaron los que más pudieron, uno tras uno caían los colosos desde el cielo.
Ya había dejado atrás el número 200 en sus registros, su avión tenía agujeros y fallas por los impactos de los artilleros enemigos, difícilmente podría seguir volando, pero él iba a seguir combatiendo por su patria.
Desafortunadamente se quedó vacío, sin balas, sin salida de ahí. Sin dudarlo un segundo tomó una decisión.
—Amigo mío, me he quedado sin municiones, voy a envestir. Adiós, nos Veremos en el Valhalla —Dijo por radio a su mejor amigo antes de estrellar su avión contra el gran bombardero, haciendo que ambos aparatos cayeran en llamas hacia el suelo de la devastada Alemania.