Religión sin pecado

capitulo 3

Al ser una cancha muy grande no supe en donde sentarme así que escogí el lugar más cerca de la puerta, el padre me miró y sonrió, me señaló con su índice, era un hombre alto, delgado, pero se miraba su barriga, brotada bajo esa túnica.

—Preséntate y dime por qué estás aquí. —sin dejar de mirarme hizo una señal con su mano para que yo fuera ahí delante de todos.

¿Qué se suponía que tenía que hacer?, no quería que me vieran como loco, claro que no lo harían, ellos están aquí por lo mismo, ellos también están aquí por ser diferentes a los ojos de sus padres.

—Hola… —comenté nervioso — mi nombre es Santiago. —voltee a ver al padre un tanto nervioso no sabía que decir.

—Dime Santiago, ¿por qué estás aquí? —sonrió de una manera muy escalofriante para ser verdad.

—No lo sé, realmente no sé qué hago aquí. —me sinceré, no sabía por qué mis padres me habían mandado aquí, si me gustaban los chicos, pero ¿por qué no lo entendían?

—Yo te diré por qué, estás aquí porque satanás hizo que pensaras cosas que no son verdad, solo te mintió para llevarte hacia su camino, al camino del mal.

—“¿Camino del mal?”— susurré incrédulo, no podía creer lo que escuchaba.

—¿Tienes algo que decir, Santiago?

—No señor. — cabizbajo respondí con una voz temblosa, realmente ese hombre daba mucho miedo. Mi corazón seguía latiendo de los nervios que sentía, un nudo en el pecho y otro en la garganta.

—Bien, comencemos, ve a tu asiento. — obedecí.

Proseguí a irme donde al principio me había sentado, el Padre comenzó a darnos la plática más absurda que hubiera sobre la homosexualidad.

—El día que Dios creó al hombre y a la mujer, les dio un propósito, amarse y respetarse mutuamente, la mujer amará al hombre y la mujer lo respetará, no habrá un amor entre mismo género porque es una aberración, Dios no quiere a gente que le gusta algo que no debería, él dijo “yo soy tu Dios y obedecerás lo que te digo.” si tú crees en lo contrario es el diablo quien habla, solo fuiste víctima de aquel pecado, el diablo retando a nuestro Dios… — seguía hablando.

Dios era amor, no era todo aquello que decía el padre, ¿no? No se supone que Dios ama a todos por igual. Seguía hablando cosas como esas, que estaba mal y no sé qué más, realmente me oponía que fuera cierto todo aquello “no es una enfermedad” me vino a la mente las palabras que había dicho hace un momento Elías, él supo a donde iría y por eso esas palabras, pero él tenía razón, quería que tuviera razón por lo contrario me convencería de una u otra manera que quien estaba mal era yo.

Salí corriendo de esas canchas al instante que nos dieron el permiso, al ir corriendo viendo hacia abajo tropecé con alguien, solo salió un gritó de mi garganta y caí al suelo aterrizando con mi trasero.

—Siento mucho… — comencé a decir.

—Fíjate por donde corres novato. —miré hacia arriba y ahí estaba, el chico más guapo que había visto en mi vida. — a la otra te patearé.

Se fue trotando hacia el campo de futbol, yo ahí sentado bufé y lo ignoré, guapo, pero idiota, coloqué mi mano en la tierra para darme impulso, al momento sentí una mano ayudándome a levantar, era Damián.

—Gracias. — dije nervioso.

—No te preocupes, aquí estamos para ayudar, eres mi compañero de cuarto. —su voz gruesa resonaba por todo mi cuerpo.

Sonreí por el gran gesto que hizo y me parecía agradable a pesar de que tenía su aspecto como aquel chico malo que encuentras en las películas. Pero tal vez en el fondo era un chico agradable, se había quitado el uniforme que traía puesto hace unas horas cuando lo miré por primera vez, traía un suéter negro y unos pans grises, estaba ya refrescando, mi julio y agosto habían pasado volando, estuve en cama dos meses casi enteros, aquella golpiza que me dio mi padre fue brutal, pero gracias a los cuidados de mi hermana hoy estoy con vida, si se puede llamar vida, estar encerrado aquí no era muy divertido, sé que llevaba unas horas, pero solo de mirar esa estúpida plática, me di cuenta de que esto está mal, ser lo que soy no es malo aunque quieran verlo de esa manera, había tanta gente en aquella cancha que me sorprendí lo paciente que estaban, no decían nada no protestaban cuando el padre nos insultaba, recuerdo bien cuando supe que no me gustaban las chicas.

—Soy yo o acabas de salir de allá. — apuntó hacia las canchas techadas quitándome de mis pensamientos, sonrió y continuó. — no debes de avergonzarte de lo que eres, ahí son unos idiotas solamente, no saben lo que dicen.

—Yo… sí, vengo de ahí… mis padres. — quería contarle, pero no sentía la necesidad él no me había pedido explicación ni nada, ¿por qué tenía que contarle algo así?

—Descuida Santiago. — sonrió.

Caminamos en silencio durante unos minutos hasta que llegó Elías, columpiándose en nosotros poniéndose en medio. El día estaba un poco nublado, pero no pareciera que fuera a llover, era tranquilo a pesar de que había tanta gente haciendo ruido alrededor de nosotros, chicas platicando por un lado y chicos por otro, tenía entendido que las clases eran divididas por ejemplo primer año “A” de hombres y primer año “A” de mujeres, fuera de todo aquello malo estaba bien la escuela, y en el primer día había hecho amigos, bueno no puedo decir que son amigos, pero si compañeros que son muy agradables al menos hasta ahora.




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