Capítulo XXVIII
Empezar a sanar
Bastián
Escuchar aquella anécdota que me ha contado me dejó pensativo por días, es que en mi mente esas imágenes están claras, pero con Alexandra.
La única explicación es que es una simple coincidencia, no hay manera que ella sepa algo como aquello; cuando para ese tiempo ni siquiera había nacido.
De alguna manera aunque mi vida se siente más colorida en los últimos meses, sigue siendo extraño, he conocido una mujer que me hace sentir mucho, aunque no de la misma manera que Alex, pero si con la misma intensidad. Es jodido ser cobarde, pero tengo miedo de salir lastimado.
Siento que mi mente ha sido mi peor verdugo durante estos años, suelo castigarme duramente por los errores que cometí y muchas veces pienso que no merezco ser feliz.
El teléfono de la oficina suena sacándome de esa nube gris que quiere atraparme, no quiero volver a caer, me he cansado de sentir dolor, deseo ser feliz ¿acaso es pecado? Tomando aire tomo el teléfono contestando. Las cosas con Sam van bien, no tengo que pensar de manera negativa.
—Dime Liz —hablo mientras tomo uno de los documentos que debo leer para luego firmar, a veces ser el jefe es una patada en las bolas.
—Hace una hora entregué el proyecto a Samantha, ella empezó enseguida a comodar las correcciones —asiento aunque no pueda verme y sigo leyendo lo que tengo en mi mano —,y su madre dice que ha estado llamándole a su teléfono pero no le contesta así que está en la línea dos —suspiro y masajeo mis sienés ¿por que mi madre es así señor? No puede dejar de insistir.
—Gracias Liz —respondo marcando el número dos donde automáticamente me recibe mamá con ese típico saludo de siempre.
—Si no te llamo no me llamas, nueve meses calandome malestares, dolor de espalda y engordar como un hipopótamo para que me pagarás así, ignorandome y ni una llamada me regalas —solo me queda reír porque mi madre es una exagerada la vi el domingo pasado cuando le lleve a Abby, pero ella al parecer omite este detalle para poder usar sus dotes de actriz que nunca pudo utilizar en la gran pantalla, más que con mi padre y conmigo, quizás si hubiese logrado ese sueño no me mortificara a mi con su dramatismo.
—Hola mamá, entonces la visita del domingo me la imagine. —La escuchar bufar con indignación como si hubiese dicho algo descabellado.
—Bebé eso fue hace tres días, han pasado setenta y dos horas donde no he sabido nada de ti. —Fue inevitable no rodar los ojos, ¿Qué tanto podía pasar en tres días en una vida tan aburrida como la mía?
—Mamá te recuerdo que ya no tengo quince años, además sigo igual que hace setenta y dos horas. —Releo algunos párrafos de un nuevo contrato y corrijo las cosas que ni por casualidad deberían estar ahí, con el teléfono entre mi hombre y la mejilla.
—Bastián Alarcón yo no tengo cinco años y ni uso pañales. —Mi ceño se frunce porque mi madre solo dice esas cosas cuando sabe algo de mi que no le he contado. —¿Quién es esa chica pelirroja con la que te vio mi amiga Marta en el planetario el domingo ¿Por eso dejaste a Abby en casa? —Marta, la vieja chismosa de la urbanización donde vive mamá, odio a esa mujer siempre metiendose donde no la llaman.
—Es la nueve publicista de la empresa, y si por eso necesite tu ayuda con Abby —Sobo el puente de mi nariz exasperado, se viene el interrogatorio, puedo ver los pensamientos de mamá ya planeando la boda.
—¿Y desdé cuando sales con tus empleadas, bebé? Además Marta dijo que se veía muy joven. —Así es como quedas como viejo verde delante de tu madre, qué vergüenza.
—Es una chica agradable, han sido solo un par de citas mamá, si pasa algo más prometo contarte. —Mis dedos juegan con un bolígrafo frente a mi sobre el escritorio.
—Siempre dices eso y soy la última en enterarme —puedo sentir la voz indignada y hasta puedo imaginarla con una mano en el pecho de forma dramática.
—No sea exagerada Señora Alarcón. —Un toque en la puerta hace que mire la hora debe ser Samantha hoy tiene clases, y antes de irse debe entregarme lo cambios del proyecto que le envié por Liz. —Adelante —respondo, pero mamá ni se inmuta sigue hablando como si nada.
—No soy exagerada bebé, soy realista —habla con normalidad, le hago una seña a Samantha para que tome asiento frente a mi y ella solo asiente, cumpliendo mi pedido veo que trae sus cosas ya con ella, solo me entregará el proyecto para luego irse.
—Mamá estoy ocupado me tengo que ir —Sam sonríe al escuchar con quién hablo, ¿Nuestra relación llegará tan lejos como para que conozca a mi madre? Ya veremos.
—Si, ocupado como siempre, pero no solo llamaba para eso —al escuchar como su tono cambió para estar algo temerosa automáticamente unas alarmas imaginarias se encendieron en mi mente, no es nada bueno porque mamá solo se coloca así cuando es algo que va a afectarme —Isabel llamó hace unas semanas y hemos estado hablando, no es como antes, pero se siente menos tenso.
—No quiero sonar grosero, pero eso qué tiene que ver conmigo, si piensa que volverá intentar quitarme a Abby…
—Nada de eso, parece que quiere hablar contigo, propuso que cenaremos juntos mañana, sin Abby para poder hablar. —Me quedé callado por un largo rato. —Bebé se que es difícil para ti.
Se nota que estoy tensó, puedo sentir la mirada de Samantha sobre mi y de calmarme, sinceramente no es algo de lo que esté preparado para contar.
Pero la madre de Alexandra no me dirige la palabra para más que lo necesario, y de hecho dejó de hacerlo desde que Abby es perfectamente capaz de comunicarse sola por un teléfono, saber que quiere hablar conmigo, con el hombre que mató a su hija me afecta.