Una noche horrible, eso ha sido. Horas y horas mirando el techo, oyendo a estos tres roncar como si no hubiera un mañana y sin poder dejar de pensar en la vergüenza que me han hecho pasar. ¿Tan difícil era avisar antes de abrir la puerta? No lo creo.
El reloj marca las ocho de la mañana y ya voy tarde para servir el desayuno. Intentando no hacer ruido para dejarles dormir un poco más, me arreglo y bajo al comedor donde ya ha comenzado a trabajar.
Me voy directamente a la cocina para ponerme el delantal y acompañar a mi madre en el comedor.
Ella asiente entusiasmada y la devuelvo al suelo para empezar a trabajar. Todo empieza siendo normal, nada fuera de lo común, hasta que veo por el rabillo del ojo entrar a Henry y sentarse en la misma mesa que todos los días. Busco a mi madre por toda la habitación con la mirada para ver si puede ser ella la que se encargue de atenderlo, pero está muy ocupada hablando con unos clientes así que decido ir yo sin darle muchas vueltas.
Vuelvo a la cocina para recoger lo que necesito y vuelvo a salir en dirección a su mesa dejándolo encima de esta cuando llego. Sé que tiene algo que decir, pero no lo hace en ninguna de las ocasiones que tiene. Y justo cuando creo que se decide a hacerlo, aparecen Sarah, Amy y Tony por el lado, invadiendo la mesa de Henry con total confianza.
Con una sonrisa a modo de respuesta, vuelvo a la cocina para traer el desayuno del resto y colocarlo en su mesa.
Me acerco a donde están sentados Sarah y Tony agachándome para quedar a su altura mientras paso un brazo por cada uno de sus hombros. En un volumen casi inaudible para nadie que no fuera ellos dos hablo cerca de sus orejas.
Me vuelvo a incorporar a lo que me acerco a Amy y le pido al oído que los controle, ella asiente dándome una sonrisa reconfortante.
Una vez terminado y recogido todo, despido a Amy, Sarah y Tony en la puerta del hotel y me voy a mi habitación a ponerme el bañador, porque lo prometido es deuda.
Poco después, con mi bañador rojo puesto, un vestido de playa y un moño alto, bajo hacia la recepción donde me espera una impaciente Violet de la mano de Eve. Agradeciéndome por cuidar de ella, Eve se vuelve a trabajar y nosotras nos dirigimos a la piscina que está más bien vacía.
Una vez que ya está totalmente embadurnada en crema, sigo el mismo procedimiento conmigo. Ambas somos muy blancas y un poco de sol significa terminar rojas como una gamba.