Capítulo 24
- Arriba dormilona – la voz de Henry me despierta mientras los rayos de sol que entran por la ventana llegan a mi cara. Con pereza me tapo refugiándome de la luz y acercándome más a él para volver al clima tan a gustito en el que estaba –. Venga que tengo una propuesta que hacerte.
- ¿El qué? – pregunto sin abrir los ojos y sin salir de la manta.
- Venga, espabila que así no se puede hablar – asegura zarandeándome para obligarme a moverme.
- Pero aquí se está muy bien – me quejo con un puchero en los labios y voz lastimera –. Hacía mucho que no dormía tanto y tan bien.
- ¿Me estás diciendo que quieres quedarte aquí? – pregunta con incredulidad y yo afirmo con la cabeza –. Tendré que decirles a mis amigos que no quieres conocerlos entonces.
Tan rápido como oigo la frase, me incorporo a la velocidad de la luz y lo miro con absoluta estupefacción.
- ¿Quieres presentarme a tus amigos? – la duda se instaura en mi cara a la vez que él va sonriendo mientras asiente con la cabeza –. ¿A los de antes de venir aquí? ¿Seguro o me estás vacilando?
- El otro día hablé por teléfono con ellos y te nombré de pasada – aclara rascándose la nuca –. Me dijeron que querían conocerte, pero yo pensaba alargarlo lo más posible.
- ¿Por qué? ¿Te avergüenzas de mí? – pregunto tratando de ocultar el dolor que me produce solo pensarlo.
- No para nada, más bien me avergüenzo de ellos y de lo que son capaces de decir – aclara con una mueca –. El caso es que cuando me he despertado, he visto que estaban hablando de quedar hoy como solíamos hacerlo y han insistido en que vayamos.
- Vale ¿cuál es el problema? No pareces muy convencido.
- Hay dos principalmente – dice con cierto cansancio en su voz –. El primero es que tenemos que pasar por hora y media en coche para llegar y, la verdad, me da mucha pereza.
- Bueno no pasa nada, con nuestros karaokes se nos pasa volando – aseguro con una sonrisa –. ¿Cuál es el otro problema?
- Que como te he dicho, no me fío de ellos – dice mirando a la nada pensativo antes de cambiar radicalmente de expresión a una más seria y decidida. Henry coloca ambas manos en mis mejillas y sin suavizar la expresión continúa –. Prométeme que no te vas a creer las mierdas que te van a contar, son todo mentiras.
- No entiendo, ¿por qué me iban a mentir? – pregunto descolocada –. Se supone que son tus amigos ¿no?
- Y en el fondo son muy buenos, pero sé que van a intentar decirte algo para asustarte o alejarte, más concretamente uno de ellos.
- ¿Hay algo que me debes contar y te da miedo que me digan? – pregunto consiguiendo que entre en su cara de póker fría como el hielo, la máscara que siempre se pone cuando sabe que hay algo que no quiere decirme. Vamos que está ocultando algo –. Si quieres decirme algo sabes que puedes ¿verdad?
- Lo sé, pero no se trata de eso – aclara negando con la cabeza y afianzando el agarre de mis mejillas –. No es que te esté ocultando algo, es el hecho de que no quieren que salga con nadie, ya está.
- ¿Por qué no querrían que tengas novia? No entiendo nada.
- Da igual, tú solo prométemelo por favor – su voz parece una súplica mientras sus ojos parecen totalmente preocupados.
- Te lo prometo – afirmo recortando la distancia para besarlo. Sus labios se mueven con ferocidad, con auténtica necesidad –. ¿De qué se trata la ocasión? Lo digo por la ropa.
- Ah eso. Pues fácil, siempre ropa de deporte – afirma con media sonrisa.
- ¿En serio? ¿Vamos a hacer deporte? – pregunto con incredulidad.
- Un poquito, pero nada del otro mundo. No te preocupes.
Saliendo de la cama con cierta pereza de recién levantada, me dirijo hacia el armario para elegir la vestimenta.
- Voy a mi habitación a cambiarme, ahora vengo.
Con eso, la puerta se cierra dejándome sola frente a toda mi ropa. Esto para mí es una auténtica trampa. Parece muy sencillo cuando te dice “es fácil, ropa de deporte”, pero en realidad todos van a recibir una impresión de mí nada más verme y eso es crucial.
Quiero causarles buena impresión, pero me aterra. Literalmente es la primera vez que voy a conocer a personas que le importan a alguien que me importa a mí, no sé cómo se hace esto. Además, con tanta advertencia tampoco me deja muy buena perspectiva, la verdad.
Bueno, el rojo nunca falla ¿verdad? Decido ponerme un conjunto deportivo de ese color, acompañado de una sudadera negra. No podía dejar pasar la oportunidad de ponerme la camiseta con su nombre, estaba claro.
La puerta vuelve a sonar y rápidamente abro para encontrarme a un Henry ya muy preparado. No sé cómo lo hace, pero tan solo llevando un pantalón de chándal negro con una sudadera gris, ya me parece el tío más guapo que he visto en toda mi vida. ¿Qué habré hecho yo para que se fije en mí?
Ser toda una reina, cariño.
Ja, más quisiera yo. Paso más tiempo del que soy realmente consciente mirándolo. Él se da cuenta y sube las cejas con una sonrisa esperando a que haga algo. Sutilmente me aparto de la puerta para dejarlo entrar y lo hace dejando un rastro de olor a su colonia a su paso.