Resiliencia

Capítulo 2. Revelaciones

Fiorella

 

Después de almorzar con Sandra, me dirijo a casa. Apenas cruzo la puerta, llegan a mis oídos las risas de mis niños.

Es increíble el poder que ejercen los hijos en el corazón de una madre, por más derrotada que te sientas, un hijo te inyecta de energía y fortaleza.

—Mateo, Lili, ¿dónde están?

—Estamos en la cocina, mamá —me responde Mateo.

Mateo es un chiquillo de ojos y cabellos oscuros, tiene 8 años de edad. Lili es un sol de 6 años, mi bebé.

Me dirijo a la cocina y encuentro a mi madre y a mis hijos cubiertos de harina.

—Mamá —grita Lili buscando mi atención—, la abuela nos enseñó a hacer galletas con chispas de chocolate.

—¿Por qué te demoraste tanto, mamá?, Estaba preocupado por ti —pronuncia Mateo.

—Sandra me invitó a almorzar, los llamé para avisarle, pero el teléfono sonaba ocupado.

—Lili desconectó el teléfono por accidente —explica mamá—. ¿Cómo te fue con Sandra?

—Bien. Mañana tengo una entrevista a primera hora en un bufete de abogados.

—Seguro obtienes el trabajo.

—Eso espero, mamá, tengo algunos ahorros, pero si no consigo trabajo rápido me voy a quedar sin fondos.

—Sabes que puedes contar con mi ayuda y con la de Carlos.

—Lo sé, mamá, pero no es tu obligación, ni la de Carlos, es la mía.

Mateo se baja del banco donde está sentado, llega a mi lado y me abraza.

—No te preocupes, mami,  vamos a estar bien, voy a orar por ti.

—Gracias, amor.

Los niños se marcharon a ver tv con mi padrastro Carlos y yo me dirigí a mi cuarto a escoger la ropa para la entrevista de mañana, aunque sabía que debía tener fe en que íbamos a estar bien, todavía permitía que la incertidumbre y los miedos me paralizaran. Cerré la puerta y me dispuse a orar,  necesitaba de este tiempo, estar ante la presencia de Dios llenaba mi corazón de una paz indescriptible que muy pocos comprendían porque para muchos Dios no era más que una utopía.

Al anochecer cenamos todos juntos. Carlos contaba chistes graciosos que me hacían reír a mí y a los niños. Me era grato ver a mi madre feliz junto a un buen hombre y llena de ilusiones por su nuevo negocio, durante años su vida se centró en cuidar de otros, estaba experimentando un nuevo resurgir y era la primera en celebrarlo.

Al día siguiente me encontraba en la sala de espera fuera de la oficina donde sería entrevistada dentro de unos minutos. La auxiliar de Gestión Humana me hace seguir a la oficina del encargado del área.

—Buenos  días, Señor Arizmendi —saludo con una sonrisa.

-Buenos días, Señora Torrenegro, tome asiento por favor. Hábleme de su experiencia laboral y estudios realizados.

La entrevista duró alrededor de una hora, posteriormente fui llevada a otro despacho donde me realizaron varias pruebas psicotécnicas y fui entrevistada nuevamente por quien sería mi jefe inmediato. Terminado el proceso quedaron en llamarme dentro de uno o dos días para darme una respuesta.

A los pocos minutos de salir del edificio recibí una llamada de Sandra para saber cómo había marchado la entrevista. Al terminar la llamada decidí dar una vuelta por el centro de la ciudad, muchas cosas habían cambiado, había nuevos edificios, y se respiraba un aire de progreso que explicaba las calles llenas de negocios florecientes. Estaba tan entretenida observando los aparadores llenos de juguetes por la época navideña que no noté su presencia hasta que escuche su voz pronunciar mi nombre, rápidamente giré mi cuerpo y vi a Alejandro observarme con curiosidad y un dejo de tristeza. Aparta la mirada y se aleja sin pronunciar palabra.

Los recuerdos vienen a mi, Carlos…..la aparente respuesta a mi soledad y al dolor ocasionado por la partida de Alejandro o eso creí, hasta que me estrelle con la realidad de sus acciones.

La palabra dice “por sus frutos los conoceréis”. Cuantas veces en nombre del amor,  de nuestros apegos y vacíos emocionales nos relacionamos con las personas incorrectas, aceptamos abusos y comportamientos que van contra nuestra dignidad y erosionan aún más nuestra autoestima.

Relaciones que toman todo de ti, absorbiendo tu energía y mientras el otro se llena de poder tu te vas empequeñeciendo y volviéndote más dependiente.

Personas como mi exmarido son expertos en detectar el hambre de afecto, sus blancos son personas que están pasando por un mal momento, solitarios, o con problemas de autoestima. Al principio te bombardean con muestras de afecto, detalles, una entrega absoluta al punto de hacerte sentir el  centro de su mundo, te llevan al cielo para arrojarte después una y otra vez al pozo de la indiferencia y los malos tratos.

Era un círculo vicioso donde las disculpas venían después del abuso y se repetía interminablemente hasta el descarte final.

Carlos se ufanaba de conocerme y de saber presionar los botones necesarios para herirme. Mi exmarido era un experto en analizar a sus víctimas y jugar con ellas como un gato con un ratón, el objetivo era infringir el mayor daño posible y sacar de ti el mayor beneficio, ya sea emocional, económico, o reconocimiento social.




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