Ponme como un sello sobre tu corazón, como un sello sobre tu brazo.
Pues el amor es tan fuerte como la muerte, y sus celos, tan duraderos como la tumba.
El amor destella como el fuego con la llama más intensa.
Cantar de los Cantares 8:6
Sandra
Fiorella, mi suegra y mi madre dan los últimos toques a mi arreglo, la seda acaricia mi piel y el aroma de las flores llena la estancia. Cuando Fiorella, Julián, Alejandro y yo éramos apenas unos críos jugábamos a representar nuestras películas preferidas, mi favorita era “La Bella Durmiente” especialmente la escena donde la princesa Aurora era despertada por un beso del príncipe, rodeados de flores y aunque a diferencia de Aurora está mañana no desperté con la suave presión de unos labios varoniles lo hice en medio de una habitación llena de ramos florales donde destacaba una espléndida rosa azul que reposaba sobre una tarjeta marcada con la frase “Juntos por siempre”.
A los ojos de cualquier extraño no era mas que un breve y cursi mensaje, pero viniendo de Julián era una promesa para toda la vida.
Los nervios me hacen un nudo en el estómago y aunque siempre soñé con una gran boda hoy solo me bastaría tener la presencia de Julián, de nuestros padres, de Fiorella, Tadeo y Laura para tener la boda perfecta, pero me deje arrastrar por mis viejas ideas que fueron secundadas con el apoyo inmediato de Julián a pesar de su sencillez y su falta de interés por las grandes celebraciones.
El verdadero amor esta impregnado del deseo de cuidar y mimar al otro, de ceder en pro de buscar un término medio que de paso a la felicidad de ambos y Julián es el mejor ejemplo de ello porque una relación donde imperan los intereses propios de uno solo de los miembros se distingue por la ausencia de un amor sano.
Es imposible amar sanamente sino te amas a ti primero, pero también es cierto que hay que amar al otro como a ti mismo, que su dolor sea tu dolor, una verdad tan simple pero tantas veces olvidadas.
Debemos amarnos en la soledad, en compañía, cuando ganamos y perdemos, en medio del dolor o de la risa, de la salud o de la enfermedad. Y ese conocimiento me hizo entender que no poder gestar y parir un hijo, no me hace menos mujer o menos indicada, entendí que no soy un defecto de fábrica, soy una mujer igual y diferente a cualquier otra, soy única y valiosa.
Entendí que soy afortunada al tener a Julián pero el también es muy afortunado al tenerme a mí.
Mi padre se asoma a la puerta y me avisa que la ceremonia va a empezar, tomo el ramo que me tiende Fiorella y cruzo la puerta para unir mi vida al hombre que me amó desde que era un niño y al cual quise como un amigo sin saber que en él tenía al compañero perfecto y no porque este libre de defectos, sino porque me ama tal y cual soy, no busca cambiarme ni subyugarme, solo desea amarme y cuidar de mi.
El jardín se llena con los primeros acordes de la marcha nupcial y tomada del brazo de mi padre camino hasta llegar al lado de Julián quién me recibe con una mirada llena de afecto y los ojos humedecidos al igual que los míos.
Los nervios se esfuman con solo llegar a su lado y es que la palabra de Dios nos dice en el libro de Proverbios que “La bendición del SEÑOR es la que enriquece, y no añade tristeza con ella”. Este hombre que Dios escogió para mi ha sido mi amigo, mi confidente, mi refugio y consuelo y a partir de hoy será mi esposo y mi amante.
Después de la ruptura con mi prometido en medio del dolor hablé a Dios, le conté lo sola que me sentía, del fin cercano de mis padres por su vejez y que a pesar de que El era el dueño absoluto de la creación y para él no había imposibles no podía darme los abrazos que tanto necesitaba, pero estaba equivocada, si podía y lo hizo a través de Julián, Laura y Tadeo.
El pastor inicia la ceremonia y en presencia de nuestros padres, familiares y amigos iniciamos nuestra vida de casados.
—¿En qué piensas?
—En lo afortunada que soy al tenerte.
—Ambos lo somos. ¿Preparada para tu nueva vida?
—Sí—le respondo para luego girarme y tomar sus labios con un beso.
La noche transcurre rápidamente entre bailes y felicitaciones, uno de los momentos cumbre fue la presentación de Tadeo y Britanny. Fiorella conversa animadamente con Ricardo mientras sus niños y Laura corretean por el salón, mis padres y mis suegros bailan en la pista y mi apuesto Tadeo intenta por enésima vez robar una sonrisa de Britanny como si hacerla sonreír fuera un preciado galardón.
Veo a Tadeo y veo reflejado a mi esposo en sus acciones, no son hombres de ver a las mujeres como un reto o una meta que alcanzar, en ellos hay un deseo de amar y darse a los demás, una bondad y actitud de servicio que es fruto de su relación con Dios.
Esa joven no sabe aún lo misericordioso que es nuestro Señor y que en medio del dolor de su perdida Dios está preparando un nuevo sendero plagado de promesas.
Me separo de mi esposo y me acerco a Britanny.
—Todo dolor tiene su fin, Britanny.
—Disculpe.
—Dale a Dios la oportunidad de sanarte.
—¿Tadeo le habló de mi? —me pregunta con la cara encendida por el enojo.
—Mas allá de preguntarme si podía invitar a una amiga, no. Pero no soy tonta, en todo el tiempo que lleva Tadeo viviendo conmigo jamás le había visto tan emocionado al tener una chica cerca de si. Le brillan los ojos al mirarte, eres especial para él. No lo lastimes y no sigas lastimándote a ti. Sabes, adoro el ballet, hace un tiempo asistí a una función benéfica y quedé maravillada por el talento de una increíble jovencita, a los pocos días escuché en el noticiario local sobre un terrible choque que dejó varios muertos y a una promesa del ballet con la pierna destrozada debatiéndose entre la vida y la muerte. La joven se salvó pero no pudo volver a bailar.