Capítulo 81Que pise descalzo un puercoespín
—Estoy de acuerdo con tus dos primeras condiciones, en cuanto a la tercera,guárdala para ti. Ahora es mi turno, esta es mi primera condición —dijo Carloscuando abrió la puerta de la sala, entró ahí con Debbie en sus brazos y cerró lapuerta detrás de ellos. Él atravesó hábilmente entre todos los muebles de lahabitación, pasaron las mesas, las sillas y una cantina antes de que Carlos sedetuviera en la cama.
La cama, muy bien decorada, estaba inspirada en losdiseños del siglo XVIII y contaba con postes en forma de bola redonda, tenía unhermoso color negro nogal y edredones adornados cubrían las sábanas.—¿Qué condición es esa? —preguntó Debbie. Mirando la enorme camaadornada con sábanas grises, ella tuvo un mal presentimiento, no estaba segurade lo que estaba pasando, pero la cama le puso una imagen en la cabeza yDebbie iba a tratar de prevenirlo todo el tiempo que pudiera.
—Tendré que mostrarte cuántos minutos deberías prohibirme que esté a solascon Megan —mientras Carlos decía esto, tiró a su mujer a la cama.En un instante, él estaba encima de ella, su ritmo cardíaco se disparó, antesde que Debbie pudiera responder, el hombre levantó sus brazos y sostuvo susmanos sobre su cabeza con su propia mano, ella luchó, pero fue incapaz demoverse. —¡Espera, espera! Estoy tratando de discutir algo contigo, ¡no estoyaquí para esto! —gritó Debbie, asustada.
—Podemos discutirlo mientras hacemos esto —Carlos bajó la cremallera desu chaqueta, se la quitó y la tiró al suelo, esta yacía allí, siendo testigo silenciosode lo que ocurría en la habitación.'¿Qué está pasando?', reflexionó ella, mientras su pánico aumentaba. Y esaera la cosa, Debbie esperaba que él dijera algo para aliviar su ansiedad, encambio, sus acciones sólo la asustaron aún más.De repente, Carlos se detuvo, se inclinó hacia delante, la miró a los ojos ydijo con seriedad: —Deb ya te he dado mucho tiempo, hemos estado casados portres años y nunca te he puesto un dedo encima, no me importa el pasado, pero apartir de ahora quiero que seas mi mujer, física y mentalmente, ¿entiendes?Debbie no creía lo que su marido acababa de decir, él jamás había dichotantas cosas al mismo tiempo, necesitaba unos segundos para digerir todo eso.No obstante, ella estaba concentrada en la frase: —Quiero que seas mi mujer,física y mentalmente.'¿Eso significa que quiere tener relaciones sexuales conmigo? ¿Qué tengoque hacer? ¿Debo rechazarlo?', dijo Debbie en su interior.Totalmente ruborizada, ella tartamudeó. —En... entiendo.Para ser honesta, ya se había preparado mentalmente para esto cuandoestaban en la Ciudad J, después de todo, Carlos era su marido y era normal quelas parejas tuvieran relaciones sexuales.
Lo hubieran hecho allí si no hubierasido porque no podían ponerse de acuerdo sobre qué posición utilizar, peroahora, Debbie no estaba tan segura. Para ella, no era momento de hacer el amory hasta ahora, su marido había sido bastante paciente con ese asunto. Pero loque realmente la fastidiaba, era la relación que llevaba su esposo con Megan,para ser sincera, incluso eso podría ser perdonado, siempre y cuando ninguno deellos cruzara la línea, el problema era que Debbie no estaba segura de que nohubiera pasado nada entre ellos. Aunque, en general, Carlos la había tratado muybien, ya que se aseguró de que estuviera bien atendida financieramente y envió aPhillip y Julie para asegurarse de que todo estuviera en orden. 'De acuerdo, bien,puedo hacerlo, él es mi esposo', ella se consoló internamente.Pero lo que Carlos diría después le provocó tremendos escalofríos.
—Noestés tan nerviosa, esta no es tu primera vez, no me importa si solías estar arribao abajo, pero conmigo, tengo que estar....¡Plaff! El hombre no pudo terminar de hablar ya que el sonido de unabofetada hizo eco a través del salón. Después de eso, el tiempo pareciódetenerse, no hubo otros sonidos en la habitación, ninguno en absoluto. YDebbie yacía allí, mirando su expresión y los momentos parecían milenios... ellaesperó cada microsegundo a que pasará el impactó de lo que acababa de hacer.La cara de Carlos se endureció cuando vio a su mujer pasar de la timidez alenojo, él no había negociado por esto de ningún modo. ¡Ella era su esposa,maldita sea! Debbie era su mujer y no tenía derecho a rechazarlo, no ahora, node esta forma, no después de todo lo que había hecho por ella... Y ahora, ademásde todo se había atrevido a golpearlo.
'¡Ella me cacheteó! ¡De nuevo!', Carlos yano podía contener su ira, el enojo que sentía se estaba desbordando, amenazandocon explotar, él cerró sus puños con coraje listo para hacer pagar a su mujer cadauna de las cosas que había hecho.Cuando Debbie lo escuchó decir "Esta no es tu primera vez —finalmente loentendió, pero eso no era todo, ahora entendía por qué él dijo: —No me importael pasado —Carlos no creía que ella fuera virgen.Fue entonces cuando Debbie recordó... antes de saber que ella era su esposa,siempre había creído que era una golfa que salía con innumerables hombres.'¡Jajaja! Dios, ¿acaso fui tan estúpida?', Debbie se empezó a reír, pero laslágrimas corrían por sus mejillas, obviamente estas no eran lágrimas de alegría.Una oleada de adrenalina la alcanzó mientras empujaba al hombre lejos deella, entonces saltó de la cama y gritó: —¡Eres un idiota!. —Esa palabra quedósuspendida en el aire más tiempo de lo que cualquiera de ellos quisiera admitir,ambos se sentían ofendidos y eso podría perjudicar su relación.
Después de eso, Debbie agarró su chaqueta y salió llorando del lugar, abrióla puerta de la oficina y estaba a punto de irse cuando de repente vio a Tristánallí de pie. Él tenía su mano levantada lista para tocar la puerta, pero al ver a laesposa de su jefe hecha un mar de lágrimas, se quedó atónito y dijo: —Sra.Huo....Debbie no estaba de humor para hablar con nadie, se mordió los labios ycorrió hacia el ascensor sin decir una palabra. Ella no podía, simplemente nopodía hablar en este momento.Mirando su figura retirarse, Tristán se preguntó: '¿Por qué las lágrimas? ¿Sepeleó con el Sr. Huo?'.Él volvió la cabeza y miró hacia a la oficina, sólo para ver a su jefe salir delsalón con el rostro endurecido, Carlos observó con indiferencia a Tristán antesde sentarse en el sofá y encender un cigarrillo.