Dos días después del funeral de Camilo. Esteban se encontraba en su habitación, allí pensó en su soledad, aunque su familia estuviera tanto al pendiente de él, el aún sentía un vacío en su pecho, era inevitable acostumbrarse a la ausencia de un amigo… toda la vida, los momentos y los recuerdos de Camilo habían quedado enterrados tres metros bajo tierra... también era inevitable pensar, en el por qué de todo lo sucedido, en la posible venganza por la muerte de su amigo. Esteban aún estaba ido, pero en aquellos días dos, tres, cinco días después era el momento de buscar explicaciones y venganza.
…
Sin decir nada a sus familiares, salió de casa y se dirigió a la cárcel principal de la ciudad donde se encontraba uno de los cómplice del asesino de Camilo, este no le disparó, pero aún así era culpable.
Espero con paciencia en el lugar de visitas, en el cual un cristal dividía la sala, a un extremo el culpable y al otro el familiar, en este caso Esteban… frente a uno de los asesinos, cuando sus ojos lograron ver aquel hombre le hirvió la sangre, sus manos se empuñaron de ira. Las ganas de romper el cristal y matarlo a golpes no le faltaron, pero aún así trato de mantener la calma.
—¿Quién es usted?.
Esteban soltó una pequeña carcajada reservadamente y contestó.
—Acaso ya no me recuerda rata asquerosa. Soy yo, el amigo del muchacho que ustedes asesinaron hace cinco días.
—Yo no lo maté.
—Lo sé, recuerde que estuve ahí… mientras les suplicaba que no lo acabaran de matar. Usted no lo mató, pero estuvo ahí y eso no le quita ni un mínimo de culpa.
—¿Qué quiere?.
—¿Por qué, quién lo hizo?.
—Vino a perder el tiempo pelado. Por qué yo no soy un sapo, si quiere recíbame el siguiente concejo, no busque explicación a lo que ya pasó… para que quiere saber la verdad si nada va a volver a Camilo.
—Nada lo va a volver. Pero si podré encontrar la rata que apretó el gatillo sin compasión alguna y hacerle pagar por lo que hizo y que viva un infierno en esta vida.
—Es mejor que deje eso así. Va a terminar mal, muy mal.
—Mal estoy desde que ustedes pedazos de mierda, acabaron con la vida de Camilo. Dígame, que fue lo que hizo para merecerlo. Dígame… por que no encuentro ninguna explicación.
—Camilo no era su amigo. —Respondió certeramente aquel hombre, dejando a Esteban lleno de dudas.
—Para ser sincero, el nunca tuvo amigos.
—¿Por qué lo dice?.
—Tal vez fuiste tan estúpido que no te diste cuenta… el aparentaba ser lo que no era frente a usted, recuerdo que nos dijo en varias ocasiones que a su lado nadie sospecharía lo que planeaba, lo que vendía en el colegio y lo que hacía por las tardes.
—¿Qué hacía?. —Pregunto Esteban.
—No puedo decir mucho, las paredes tienes oídos. Yo se, que me están observando y antes de que ellos me hagan algo yo me los voy a llevar por delante.
—¿A que se refiere?.
—Camilo era un sicario. Trabajaba con nosotros para el cartel… el la cago y tuvo que pagar las consecuencias con su vida.
En ese instante Esteban quedó pálido, ante aquella terrible verdad que ocultaba al que una vez llamó amigo. No dudo en preguntar una vez más…
—¿Quién dio la orden de matarlo?.
Aquel hombre evadió la pregunta de Esteban y muy sinceramente le dijo.
—Se lo que va a pasar conmigo. Solo me queda pudrirme en estas cuatro paredes… si algo quieres hacer, te diré que hacer. En el alto del guáimara, por la callejuela de la última esquina a más de 100 metros hay una casa abandonada, ahí se esconde el que disparó.
—¿Quién dio la orden?.
—Tu solo confórmate con saber quién disparó.
—Que sacas con ocultar al que dio la orden, si haga lo que haga esta guerra no va acabar.
—No te puedo decir nada más. Ahora vete y no vuelvas más.
—No va a hacer tan fácil. Acuérdate muy bien de mi cara… por que algún día si sales de esta cárcel yo mismo te voy a hacer pagar todo afuera de aquí. Entendiste…
Esteban se marchó del lugar sin mirar atrás.
…
Dos días después, en la celda numero cincuenta y tres, aquel hombre apareció muerto con una navaja clavada en el pecho. Veinti tres años de edad, con antecedentes por hurto, porte ilegal de armas y cómplice de homicidio. Esteban se enteró de la noticia de la misteriosa muerte del hombre con el que había hablado dos días antes, el lo conocía desde mucho antes, desde la escuela, pero la vida se le torció y había desaparecido por un buen tiempo… claramente algo malo y oscuro había detrás de todo eso, alguien estaba detrás, callando a todos para que nunca se supiera la verdad, no importaba con cuantas vidas de jóvenes que entraban por negocio, necesidad o malas andanzas acabaran muertos. Aquel misterioso alguien acabaría con todos a su paso.
…
La ciudad en aquella época no pasaba por un buen momento, el gobierno trataba de ocultar las tardes oscuras, los enfrentamientos, las muertes y la triste realidad que se vivía.
…
Esteban estaba preparado para conocer la identidad del que según mato a Camilo. Recordó muy bien, que su tío Alejandro había escondido en el jardín un arma que misteriosamente había recibido meses atrás, sin que ellos se dieron cuenta la saco bajo la tierra y la llevó a su casa. Allí la miro fijamente y vio que con ella llevaba tres balas.
—Son suficientes. —Dijo en voz baja.
Aquella noche guardó el arma bajo su cama, envuelta con la camisa ensangrentada en una caja, esperando que llegara el amanecer para así cumplir ella promesa de venganza.
…
Al día siguiente, estaba preparado… en el momento que iba a guardar el arma y salía de su habitación, Eduard entró sin tocar la puerta y de inmediato vio que su hermano llevaba un arma en sus manos. Esteban la escondió de inmediato, pero Eduard ya la había descubierto.
—¿Que rayos haces con eso Esteban, quien te dio esa arma.? —Pregunto.
Eduard cerro la puerta para que nadie los escuchara. Esteban no respondió nada, ya que no sabia que responder a la insistentes preguntas de su hermano.
—Que piensas hacer con eso, hasta adonde quieres llegar. Acaso nos quieres volver locos o, peor… quieres terminar como tu amigo verdad.
A Eduard le dolía la situación por la que pasaba su hermano menor, pero debía evitar a toda costa con lágrimas en los ojos que el cometiera los mismos errores de su amigo.
—Ahora dame la maldita pistola y haremos que nada de esto pasó.
—No te voy a dar nada. —Respondió contundentemente Esteban.
—Dámela, Esteban no te lo diré más.
—No entiendes que no te la daré nada.
—Te lo advertí.
En ese instante, Eduard se lanzó contra Esteban para quitarle el arma. La Sra. Maribel abrió la puerta de la habitación y se sorprendió al ver que sus dos hijo se estaban forcejeando.
—¿Qué sucede aquí por Dios?.
En ese instante el arma cayó el suelo. Maribel se sorprendió al ver aquel objeto en su casa, Esteban rápidamente le ganó de mano a Eduard y nuevamente la tomó.
—Hijo... —Murmuró Maribel con nostalgia. Pensó, en que momento el había cambiado tanto.
—Maldita sea Esteban, no hagas esto… no te lo diré de nuevo, dame el arma. —Ordeno Eduard.
—Si tanto la pides, te la voy a dar.
En ese momento, Esteban le apunto con el arma a su hermano Eduard y claramente le dijo.
—Te la daré en tus sueños y si para quitarte de mi camino tengo que lastimarte no lo dudare en ningún segundo. Así que, si no quieres que lo haga te quitaras ahora mismo de mi camino.
—Hijo por favor, que te sucede… no digas eso, por favor hijo suelta el arma, te puedes hacer daño. —Suplico Maribel con tristeza.
—Ya no importa lo que suceda conmigo madre, ya no importa... —Respondió el.
Eduard no tuvo más opción que dejar pasar a su hermano, mientras este lo amenazaba con el arma cargada… lo desconocía que así mismo le provocó mucho miedo.
—Hijo que vamos a hacer, se fue con un arma en la mano, de donde sacó esa cosa… debemos llamar a la policía. —Comento la Sra. Maribel completamente desesperada.
—¿Que dices madre?... lo meterán en la cárcel si la Policía lo encuentra con un arma. Eso es peor... —Respondió Eduard claramente muy confundido.
—Debemos seguirlo. Es nuestra única salida. —Dijo.
La Sr Maribel y Eduard, salieron a la calle en busca de Esteban el cual ya se había marchado sin dejar rastro. Sin el saber que aquel día cometería el peor error de su vida.
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Editado: 06.11.2023