Esteban se dirigió al lugar que le fue indicado por aquel hombre en la cárcel, el cual se encontraba fuera de la ciudad, donde solo había maleza y charcos de barro, desde la carretera se alcanzaba a ver una pequeña casa en ruinas. Según allí se escondía el asesino de Camilo. Camino sin hacer ruido alguno y espero detrás de un arbusto si había presencia de alguna persona en aquella casa abandonada. Después de esperar por un rato, noto la presencia de un hombre dentro de la casa. Lentamente se acercó y antes de que este se diera cuenta Esteban tomó un palo de madera y le dio un fuerte golpe en la nuca que lo hizo tumbar al suelo totalmente inconsciente.
Luego, lo ato a una silla y espero pacientemente que despertara para iniciar el juego de su venganza. Aquel asesino, que fue el que le disparó a Camilo era desconocido para el, nunca lo había visto, pensó en alguna posibilidad de haberlo visto en alguna parte pero era nulo su rostro. Poco a poco este despertó.
—Bienvenido bella durmiente… de nuevo, bienvenido al día de tu muerte. hoy será un hermoso día, ¿no crees?. —Comento Esteban.
Mirándolo fijamente se acercó a él, lo tomo con fuerza del pelo y le coloco la pistola en la frente. Y viéndolo con los ojos cargados le rabia le gritó.
—Me recuerdas verdad... ¡sabes quien soy, pedazo de mierda!. Soy el demonio que vino a llevarte al infierno.
Dicho esto, empezó a golpear a aquel hombre sin parar, este cayo al piso y allí mientras le daba patadas en el estómago sintió alivio en su pecho... la mente se le nubló de venganza y sumamente alterado le gritaba.
—Me recuerdas, espero que si… maldito hijo de perra, hoy mismo te vas a morir como lo mataste a el, con la diferencia que usted morirá como un perro y nadie sabrá nada. Nunca más.
En ese instante recordó todos los malos tratos que una vez su padre hizo contra el y su familia, una parte de su conciencia se sentía culpable por lo que estaba haciendo y por lo que quería cometer. Siempre tuvo presente en su mente en no convertirse como su padre, agresivo y temible por otros, como si de un monstruo se tratara. Asechador e imponente. Se tranquilizó y viendo aquel hombre adolorido por los golpes en el piso, intento salir de la casa pero aquel le confesó.
—Yo no lo maté, yo no lo hice. Yo también era amigo de Camilo.
Esteban giró su mirada a la derecha y de reojo lo miró y le contestó.
—No esperes que te crea, lo hecho está y tienes que asumir las consecuencias.
Inmediatamente salió de la casa y se tranquilizó un poco. Pensó en todo y a la vez en nada, estaba contra la espada y la pared. Por un lado no quería convertirse en un asesino y por el otro quería cobrar justicia con sus propias manos. Pero como lo haría sin ensuciar sus manos.
…
La Sra. Maribel estaba desesperada por su hijo Esteban, no sabía que rumbo había tomado, que decisiones estaban en su cabeza… presentía algo grave en su corazón. En compañía de Eduard preguntaron a varios de los vecinos sobre Esteban, pero ninguno lo vio pasar por ningún lado. En ese momento apareció un muchacho desconocido, de test blanca, ojos claros y estatura que no superaba el metro ochenta. Una característica muy particular de aquel muchacho era un lunar que llevaba sobre la ceja derecha. Este se acercó a la desesperada madre y preguntó.
-disculpe señora, ¿acaso esta buscando a su hijo Esteban?.
—Así es hijo, por favor usted sabes algo, dime dónde está.
De inmediato Eduard preguntó con arrogancia.
—¿Usted quién es?.
—Soy amigo de Esteban.
La Sra. Maribel lo tomo de las mano y le pregunto.
—Donde esta el, dime por favor. Te lo ruego por favor dime donde está.
—Esta bien Sra. Tranquila, yo los llevare al lugar donde esta ahora y tenemos que llegar lo más pronto posible antes que Esteban comenta el peor error de su vida. —Dijo aquel extraño muchacho.
¿Cuál error?. Sembró aquella duda en los familiares de Esteban, con un arma en la mano solo se espera pensar lo peor. Acaso aquel error era matar…
…
Esteban había tomado una decisión. Su amigo merecía justicia. Nuevamente con la ira subida en su cabeza entró nuevamente a la casa.
—Vas a morir, ya es hora. —Una lágrima se desprendió de sus ojos. Tenia miedo.
—Primero cavaras tu tumba cerca a este lugar, luego vas a sufrir un verdadero infierno y por ultimo un tiro en la frente terminara con todo.
—Entiende maldita sea, yo no maté a Camilo.
—No lo digas más.
—Yo no lo maté, fue el… el nuevo que entro a trabajar con ellos. El fue quien lo mató.
—¡No digas más o te pego un tiro ahora mismo!.
De la ira incontrolable que sentía, revuelta con el miedo. El arma se le disparó e hirió a aquel hombre en una de sus piernas.
Sin importarle las súplicas y el dolor de aquel hombre se dirigió hacia el, lo desató de la silla, apuntando con el arma le dijo.
—Tengo una muy buena idea... que tal si para empezar caminas con los pies descalzos sobre un suave camino de vidrios rotos... o mejor aun te puedo lanzar desde un puente donde el río que pasa esta completamente seco... ¿o si mejor te entierro vivo?... o seria mucho mejor aun si te pego tres tiros en tu detestable cara y después te entierro en un basurero. Debes decidir... no tiemble de miedo que aún no hemos comenzado y nada te va a salvar.
—Estas demente, eres peor a ellos. —Respondió aquel hombre.
—Tal vez, pero eso no importa, imagino que lo que tu has hecho no se compara con lo que voy a hacer contigo.
Esteban lo sacó de la casa y lo lanzó contra el pasto fuera de allí.
—Arrodíllate. —Le ordeno mientras le apuntaba con el arma.
—Vas a cometer un error en matarme mientras el asesino de Camilo está en la calle haciendo de las suyas.
—¿Sigues con lo mismo?. No acortes tu tiempo más que no importa lo que digas, ya no tienes salida.
—Acuérdate de mi. Te darás cuenta algún día que yo no lo hice.
—Ya es demasiado tarde. —Respondió Esteban, en ese instante cargó el arma para disparar. Pero una voz desesperada y triste a lo lejano lo hizo estremecer de tristeza.
—No lo hagas hijo, por favor te lo suplico... baja el arma por Dios hijo. Hazlo por favor.
—Madre... —Murmuraron sus labios.
—Vete mamá. No quiero que veas como tu hijo se convierte en un asesino.
—Hijo no digas eso por favor. Ven aquí, deja que esa persona se marche… Dios se encargara de él.
—Por favor hijo no dañes tu vida hijo, no lo hagas.
—Hermano ya no vale la pena. Por favor baja el arma. —Suplico Eduard a Esteban.
La Sra. Maribel lloraba ante tanta presión y agonía, incierta a lo que podría pasar se acercaba lentamente hacia su hijo. Cuando estuvo tan cerca de el, lo abrazó, Esteban sintió en calor y el abrigo de su madre y le fue imposible contener el llanto y las lágrimas. El arma cayó al piso, de inmediato Eduard la tomó. Todo terminó.
—Volvamos a casa hijo.
Esteban abrazo con fuerza a su madre y le suplico perdón.
—Perdóname mamá. Estaba ciego no se que me sucedió. Perdón.
En ese instante, un disparo sonó acerca a ellos que les hizo estremecer el cuerpo, el frío de la muerte invadió el lugar. Maribel, Esteban y Eduard se sorprendieron ante el repentino disparo... llevándose una grave sorpresa.
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Editado: 06.11.2023