En el telar del tiempo, donde los destinos se entrelazan,
la humanidad canta su himno de esperanza y creación.
Con cada alba, nace un nuevo mundo de posibilidades,
y con cada ocaso, se cierra un capítulo de nuestra eterna narración.
Nuestras manos, forjadoras de futuro y guardianes del ayer,
moldean la arcilla de nuestros sueños con delicada precisión.
Construimos puentes hacia estrellas aún por descubrir,
y en cada paso, dejamos huellas de nuestra ambición.
Miramos más allá del horizonte, donde lo desconocido nos llama,
como exploradores valientes en un mar de oscuridad y luz.
No hay laberintos sin salida, ni mares sin orillas,
solo el vasto universo, esperando ser comprendido por nuestra cruz.
Nuestros verdaderos rivales son el miedo y la ignorancia,
que como sombras, buscan apagar el fuego de nuestra curiosidad.
Pero con cada pregunta, con cada duda que enfrentamos,
encendemos una antorcha más en el camino de la verdad.
Así, avanzamos, imperfectos pero resilientes,
creadores de belleza, buscadores de la esencia de la vida.
En este baile cósmico, somos tanto poetas como científicos,
escribiendo versos de conocimiento en la odisea compartida.
La humanidad, nuestra musa y maestro, no pide sacrificios,
sino el coraje de vivir y amar con pasión y empatía.
Juntos, tejemos la epopeya de nuestra existencia,
un canto de unidad y descubrimiento, una sinfonía de alegría.