—Bienvenida a tu nuevo trabajo, Rosa.
La muchacha sonrió, asintiendo con la cabeza. Su nuevo compañero se llamaba Andreas Crowe, era un hermoso pelirrojo que desde un principio se había ofrecido ayudarla y ella lo había aceptado casi de inmediato. La chica lo siguió mientras él la guiaba por todo el lugar, explicándole cómo funcionaban las cosas, dónde se encontraban los diversos departamentos para llevarla a su nueva oficina.
—Te dejo a solas para que te familiarices con tu nuevo espacio de trabajo —dijo el hombre, retirándose.
Una vez a solas, Norma se echó a reír dejándose caer en la silla frente a su escritorio. Las cosas le habían salido perfectamente bien. El que Rosa se empecinara en parecerse físicamente a ella le vino a la perfección, dado que cuando se presentó con su identidad no recibió ningún cuestionamiento. La llegada a Irlanda se había retrasado unos cuantos días, pero cuando explicó a su nuevo jefe la razón de ello, obtuvo comprensión.
Norma había asesinado a Rosa mientras estaba inconsciente, aprovechando esa misma condición para inculpar a Bernardo. De tal forma que, cuando el hombre despertó, se encontró con la policía irrumpiendo en el departamento. Se las había arreglado para hacerse pasar por Rosa, y su actuación había sido tan convincente que logró convencer a todo el mundo que la mujer asesinada era Norma, de tal suerte que nadie se molestó en confirmar su identidad. Bernardo había sido arrestado, acusado del crimen, y para cuando la verdadera Norma se había montado en un avión rumbo a Irlanda, su ex prometido había sido vinculado a proceso para ser enjuiciado.
El destino de Bernardo le daba lo mismo a Norma. Ahora se preocuparía por su nueva vida aquí, lista para empezar de cero. Este era un nuevo comienzo para ella, una segunda oportunidad que iba a aprovechar al máximo.