Revelaciones

Dos vidas (Ebryan)

─Señor, hemos escuchado rumores de una mujer que coincide con la descripción de la vigilante.

     Levanté la vista del mapa y observé a Ted.

─Has venido a mí con esas mismas palabras en tres ocasiones anteriores. ¿Estás seguro de que es ella? ─El interpelado parpadeó.

─Los reportes indican que esta mujer fue capaz de acabar con la mitad de la manada de licántropos de Nathaniel en un hospital que atacaron cerca de Los Ángeles.

─Llama a Gabriel y que reúna una patrulla. Iré yo mismo a comprobar la identidad de la mujer ─ordené.

     Ted asintió y salió a paso veloz de la habitación. Miré al espejo y observé en lo que me había convertido. ¿Cómo podía presentarme ante ella? ¿Qué debía decirle? 

     Leandra apareció en la habitación con aquella silenciosa mirada de preocupación.

─Escuché que encontraron a Melissa ─susurró en tono maternal. 

─Rumores. Iré a comprobarlo por mí mismo.

─Muchacho, a mí no puedes engañarme. Puedo oler tu ansia de verla, esa parte humana en ti hace que pierdas rápidamente el juicio. Lleva a Abigail contigo, te será de ayuda si Melissa decide no cooperar. ─Me levanté de la silla y caminé hacia la bruja.

─¿Crees que necesito una niñera? ─siseé─. No olvides jamás, Leandra, que esto es una sociedad, no tu imperio. Yo no soy uno de tus peones. 

     La bruja sonrió. 

─Por supuesto, Ebryan. Solo era una sugerencia ─respondió aún sonriendo.

─Según el informe, fue capaz de acabar con la mitad de la manada de Nate ─dije en tono pensativo─. Ese cachorro provoca más problemas de los que estás dispuesta a reconocer.

     Leandra colocó su mano en mi hombro.

─Déjalo que se divierta. Si se pasa de la raya le daremos un jalón de orejas y volverá al redil. 

     Bufé ante su comentario y la bruja desapareció de la habitación. Tomé mi chaqueta y me dirigí hacia la sala. Los chicos esperaban en el jardín listos para transformarse, pero los detuve.

─Iremos como humanos, llamaremos menos la atención ─ordené en tono seguro. 

La mirada de todos se posó en mi rostro. Para los licántropos recién transformados su humanidad es una debilidad, para los viejos lobos de mar como yo esa parte humana es lo único que nos mantiene cuerdos y el detonador que nos hace aún más fuertes. 
     Ella fue mi fuerza durante mucho tiempo, mi ancla y mi razón para querer ser más poderoso.

     Hace dos meses, cuando comenzó a correr el rumor sobre su desaparición, comencé a buscarla, pero ella parecía haberse esfumado. Fue idea de Leandra que enviáramos espías para averiguar las razones de su huida o si Alexander había logrado dar con ella, pero todo nos dirigía una y otra vez a un callejón sin salida. Creí haberla encontrado tantas veces que llegó un momento en que la esperanza comenzó a desaparecer.

Leandra quiere descubrir en qué términos está su relación con los sobrevivientes del Consejo y averiguar sobre el desarrollo de su bebé. Para todos nosotros era de esperar que se apoyaran en ella y Alexander, y durante los primeros meses de los ataques así fue. Sin embargo, su desaparición fue tan repentina y tempestuosa que levantó una ola de polvo cargada de palabras como traición y debilidad. Yo solo quiero dar con ella y ver que se encuentre a salvo, aunque, incluso para mí mismo, desear eso me parece una gran ironía... después de lo que le hice.

    Melissa y su séquito se encargaron de atrapar a casi todos los renegados dejando nuestras filas casi desiertas y con ello le dieron una razón más a Leandra para querer averiguar lo sucedido entre ellos. Aunque según ella ya había previsto que los renegados no fueran un digno rival para las fuerzas del Consejo, nunca imaginó que el conflicto fuera tan corto. Es por eso que cuando Nathaniel volvió presumiendo de una victoria impresionó a todos, incluyéndola a ella. El chico había logrado escapar en tantas ocasiones de los limpiadores de Raven que se había convertido en una especie de inspiración para el resto, pero creo que fue el hecho de haber herido a Alexander lo que le dio el pase a convertirse en un alfa. Ahora que tiene una manada propia el chico ha mostrado abiertamente su ridícula obsesión con la dominación, dejando que sus betas ataquen sin más y solo por diversión. Aún sigo sin comprender por qué Leandra consiente tanto a ese cachorro impertinente.

     Subimos a la camioneta y conduje a más de cien kilómetros por hora. Extrañaba la velocidad, la sensación del viento golpeándome el rostro y la libertad que correr siempre traía consigo. Entré en el estacionamiento del supuesto hospital, aunque, a mi parecer, más que un hospital tenía la apariencia de una vieja y muy deteriorada clínica. 
     Había pedazos de autos en el sitio y el edificio parecía claramente abandonado. Bajé de la camioneta con el corazón martillándome en el pecho con fuerza. Ted, Elías y Emir me seguían los pasos. Al entrar, el aroma a sangre y miedo que impregnaba el sitio me revolvió el estómago. Las paredes estaban manchadas de sangre y había huellas de garras en todo el lugar, sangre seca en el piso y utensilios médicos tirados por todas partes. Las luces de las lámparas parpadeaban. 




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