Mi hermana y yo nacimos en el Reino de Navarra en el pueblo de Tudela, los primeros años de mi vida fueron muy felices junto a mis padres, su amor era algo de admirar, ellos habían nacido para ser el uno para el otro. Vivíamos en una pequeña casa construida por las manos de mi padre, él era un gran maestro con la madera, siempre creaba juguetes nuevos para mí, aunque no teníamos dinero todo lo que teníamos era suficiente. Mama siempre se encontraba de un lado a otro, era una mujer llena de vida y optimismo, le gustaba mucho cantar y lo pasaba haciendo día a día, sus melodías eran parte de nuestros días. Cuando la noche caía y mi miedo a la oscuridad crecía siempre tarareaba una melodía que hacía ir todo lo que sentía, así de mágica era ella.
Ellos deseaban tener otro hijo, pero no lo conseguían y debido a ello entristecieron, renunciaron a ser padres de nuevo luego que el médico del pueblo les dijo que sería imposible. Durante unas semanas el canto de mama dejo de escucharse, hasta que logro aceptar su realidad y enfocarse en lo que tenía, decía que estaba agradecida con lo tenía y con tal que estuviéramos juntos todo estaría bien.
aparentaba aceptarlo, pero muchas noches se podía escuchar el llanto y las palabras de apoyo de papa, poco a poco las cosas volvieron a la normalidad.
Un día mama se encontraba ayudando en el taller junto a papa, cada cierto tiempo lo hacía ya que por temporada había más trabajo por hacer. Aquel día de verano mama cayó al suelo inconsciente, inmediatamente reaccionamos y llamamos al médico del pueblo. Me encontraba fuera esperando a escuchar que diría el médico.
–Felicidades, está embarazada.
En el momento menos esperado surgió una noticia inesperada, mis padres se habían resignado a ser padres de nuevo y al recibir aquella noticia los dejo perplejos, no lo esperaban, pero de inmediato se llenaron de felicidad y agradecieron al cielo por tal bendición. Así pasaron los meses y el vientre de mama empezó a crecer, el embarazo le asentaba muy bien, estaba hermosa. Papa acostumbraba a hablarle a su hijo o hija aun no sabíamos que sería hasta que naciera, hacia pequeños juguetes y los guardaba para cuando su angelito llegara al mundo, no había día que no expresara amor por todos nosotros.
Aunque al principio sentí celos cuando me acerqué y sentí por primera vez el movimiento dentro de vientre de mama todo se esfumo, tenía mucha curiosidad por conocer al nuevo integrante de la familia.
Las cosas fueron bien hasta que el parto se aproximó, mama empezó a enfermar, ya no salía a caminar ni se escuchaba los cantos tan propios de ella. Cada vez era peor hasta que el medico la reviso, a mí me sacaron de la habitación y no logre escuchar nada, solo pude ver que el doctor hablaba con ellos, mi papa se alteró mucho y empezó a llorar suplicándole al doctor por otra opción. Así los días pasaron y mama no se recuperaba mientras papa traía a casa cada médico que encontraba, pero siempre había la misma reacción. No me dejaban acercarme, siempre me decían que estaba durmiendo o cansada.
Una noche mientras papa salió me escabullí al cuarto de mama, no la había visto por semanas que parecieron una eternidad. Cuando entre se encontraba recostada, me miro y me pidió acercarme a ella, había bajado de peso, sus pómulos estaban muy marcados, creando unos grandes hoyuelos en sus mejillas, sus ojos habían perdido el brillo y su cuerpo estaba debilitado.
–¡Que grande estas Yareli! – me dijo.
–Mama, te extrañaba.
Me acerque a ella en busca de un abrazo, el estar lejos de ella era muy solitario, ella empezó a sobar su vientre.
–Me parece que tendrás una hermanita.
–¿Cómo lo sabes, mama?
–Lo presiento cariño, será una niña hermosa como tú.
–¿Y qué nombre tendrá? – pregunte.
–¿Cuál te gusta?
–¡Helene!
–¿Mi nombre? –pregunto mama.
–Tu nombre es muy bonito.
Mi mama se quedó en silencio por unos segundos, sus ojos aguantaban las lágrimas, con una mano toque su mejilla y ella coloco la suya sobre la mía.
–Yareli, prométeme algo –su rostro se volvió serio– prométeme que pase lo que pase cuidaras de ella, nunca la dejes sola y no la culpes, ella no tiene la culpa de lo que va a pasar y recuerda que te amo, eres mi princesa, vas a tener que apoyar a papa todo lo que puedas, pero sobre todo deben permanecer juntos.
Ese día no entendí del todo las palabras que mama dijo, pero aun así prometí cumplir todo. Ese fue el último día que vi sonreír a mama, una semana después durante el parto, ella falleció. Papa estaba destrozado, tanto que decidió no coger por primera vez a mi hermana en brazos, mama había acertado, era una preciosa niña que recogió el nombre de ella, era muy parecida. En su funeral papa solo estuvo unos minutos para luego desaparecer por días y cuando regreso estaba borracho. Llego a casa y apenas vio a Helene empezó a gritar que ella era la culpable de todo, que su amada había muerto por ella, luego entro a su habitación y por lo que se escuchó destruyo todo lo que había dentro de él.
El día del funeral de mama fue el último día que vi sobrio a papa, empezó a desaparecer por días y muchas veces por semanas. Yo me quedaba con Helene y con María una vecina que me ayudo con su cuidado sobre todo en los primeros años de su vida, fue un gran apoyo ya que yo era aún muy niña para encargarme sola de Helene.
Cuando Helene cumplió cuatro años, María falleció, aunque trato de ocultar su cansancio los años le llevaron factura, fue una gran pérdida para nosotras en ella encontramos una madre de corazón, aunque no era su obligación nos cuidó, alimento y educo. Los primeros meses, Helene no dejaba de preguntar por María y siempre estaba a la espera de su llegada, el día que sacaron las cosas de la casa de María, Helene hizo un alboroto y empezó a gritar.
–¡María volverá ¡¿Por qué se llevan sus cosas?