Revolución

2

Mientras me arrastran por el interminable pasillo oscuro de la mansión, intento ser lo más fuerte que puedo, pero el llanto de los demás niños hace que se me sea aún más difícil no llorar, entonces, ya cansado de luchar, sedo a las lágrimas. El hombre que nos empuja no es lo más parecido a la definición de amable, debe estar cansado de nosotros, y lo sé porque nos golpea cada dos minutos para que nos callemos, estoy seguro que no ve la hora de deshacerse de todos los niños. 
Seguido de ese acto, un ruido chillante nos da la bienvenida al lugar, un espacio lleno de habitaciones es lo primero que veo al entrar.
Un guardia me empuja en una de ella y la puerta de cristal detrás de mí se cierra dándome la bienvenida a mi nueva habitación. Está conformada por techos altos, cerámicas y paredes del mismo tono blanco. 
Me reincorporo y corro a golpear la puerta de cristal para poder salir, pero sigue intacta y sin ningún rasguño así que me dejo caer al suelo sin poder pensar en ninguna otra opción que me permitiera escapar. 
En ese momento las luces se apagaron y una computadora en forma de holograma aparece en medio de la habitación, nunca había tenido la oportunidad de ver una ya que este tipo de tecnologías no son muy comunes en Sarac. 
La luz azul que emite ilumina casi por completo la habitación y en su pantalla hay un acertijo que dice: 

Si de esta quieres salir, un código de seis dígitos deberás ingresar. Hay seis posibles combinaciones, una de ellas abrirá la puerta. Buena suerte.

340287                  081768                       102750
107240                  524101                       200568

Seguidamente se proyectó un teclado en el cual comencé a ingresar dígito por dígito. Pero ninguno parecía abrir la puerta. Estaba abrumado y rápidamente algo capto mi atención, eran los demás niños que lograron salir sin ningún problema de sus habitaciones.
Mi mente estaba en blanco, las palmas de la mano me sudaban y el corazón me latía muy desesperadamente, solo pensaba en William y en como él podría salir de esta clase de prueba, sin tan solo estuviera aquí para ayudarme.
Los minutos pasaban y cada vez sentía mas ganas de desistir y quedarme encerrado para siempre en esta habitación, hasta que recordé algo que Noah siempre decía cuando no podía atarse los cordones: “hasta las cosas más sencillas, son a veces las más complicadas” y no entendí esa frase hasta este día. Como algo tan sencillo como colocar números aleatoriamente podría ser tan fácil, era obvio que solo era una ilusión, un engaño para que creyéramos que era así de fácil.
Finalmente me levanté decidido a ingresar un nuevo código que yo mismo había hecho en mi cabeza, uno que podría garantizarme la libertad o en cambio el encierro infinito. Me paré frente al teclado e ingresé el siguiente dígito: 310512  
Mi corazón volvió a su ritmo habitual cuando para mi sorpresa el holograma desapareció y la puerta de cristal por fin se abrió. Luego tomé impulso y salí de la habitación. Mientras corría pude ver a uno de mis amigos de la escuela encerrado, quise ayudarle desde afuera, pero no podía entender lo que le decía entonces, intenté forzar la puerta hasta que una voz me llamó. 
La voz provenía de un hombre alto y robusto. Su placa brillaba a un costado de su traje y a pesar de que yo no era un habido lector pude entender su nombre, puesto que estaba conformado por solo cuatro letras: Mike es lo que dice. Sus ojos son feos y sus ojeras no tardan en hacerse notar, es evidente que esta malhumorado por no dormir hace días.
—Felicidades, lograste pasar, el último espacio disponible se llenó contigo —dijo
—Eso significa que van a dejarme salir de aquí y voy a poder volver con mi familia —me limité a decir. 
Mike se río fuerte por unos segundos, tomó su tablet y me comenzó a preguntar.
—Bien niño, hagamos esto rápido. Necesito que me digas tu nombre completo y tu número de habitante —ordenó.
—Mi nombre es Nicolas Alexander Miller y mi número de habitante es 0729—respondo. 
—Bien, fue más rápido que los otros niños que lo único que hacían era llorar y llorar.
Tenia ganas de preguntarle para que era que necesitaba esos datos, pero me olvide por completo cuando abrió la puerta y frente a mi apareció un comedor repleto de niños, algunos de mi edad, otros en cambio un poco mayores. 
El lugar estaba repleto, quizás por unos sesenta o setenta niños que nunca había visto en Sarac y la razón era porque ellos no eran de mi misma zona, sino de las otras cinco. 
Busqué un asiento y me senté alado de un chico de color, al poco tiempo descubrí que se llamaba Alan, tenía marca de golpes en su cara así que le pregunte a que se debía, pero no habló mucho, solo dijo un par de palabras: “En la escuela me golpean por ser diferente” no sabia que decir al respecto, pero lo entendía, porque la gente nunca entiende al que es diferente; siempre cree que esta por encima de lo diferente, único y especial.
 Tenia que decírselo, él tiene derecho a saber que ser de color no es un castigo y se lo hubiera dicho si tan solo no me hubiera distraído con la comida que cargan las asistentes del lugar. 
Sin darme cuenta ya tengo en mi plato un trozo de carne acompañado con papas y un vaso de jugo de naranja. En Sarac no nos damos el lujo de comer este tipo de comida o tomar un vaso lleno de jugo de naranjas, ya que casi no crecen. 
Al terminar de comer una voz se escucha por los altavoces del comedor.
—Estoy muy honrado en darles la bienvenida a nuestra más reciente instalación que lleva por nombre Pre Revolución—afirmó— cuando terminen de almorzar serán llevados a ser inspeccionados por nuestros más destacados médicos y nosotros nos estaremos viendo muy pronto. 
Y como lo prometieron se iban llevando a los niños uno por uno, pero había algo extraño en ese trayecto, ninguno de los niños volvía. Tenia miedo, nunca me atendí con otro médico que no fuera mi mamá, << ¡mamá!>> pensé, “dijo que vendría a buscarme cuando amaneciera” pero no está aquí, cuanto más va a tardar.
Finalmente llegó mi turno, me condujeron por un largo pasillo que estaba iluminado por apenas unas pequeñas luces hasta que llegamos a una sala que solo tenia una silla, me acomodaron en ella y me sujetaron por lo brazos. 
Quería gritar y salir corriendo al ver la aguja que me pondrían, casi no sentía el corazón, esperaba unas palabras como la de mi madre para calmarme y que el dolor fuera rápido, pero nadie decía nada. La aguja se introdujo en mi piel y las lágrimas rodaban por mis mejillas, pero poco a poco comenzaba a perder conciencia de mi mismo, mis ojos se cerraban involuntariamente y no sabia que le estaba pasando a mi cuerpo, simplemente las luces se apagaron.
—Mamá está esperándonos Nic, vamos a llegar tarde, te dije que te levantaras más temprano.
El niño iba detrás de su hermano, ambos corrían por la pradera tocados por los cálidos rayos del sol. 
Addison y Noah los esperaban sentados sobre un mantel con la comida destapada. Todos reían mientras disfrutaban de un inigualable día de campo ya que su madre siempre había deseado pasar momento con sus hijos. Pero de pronto el día perfecto se vio afectado por una tormenta que arrasó con todo. Nic intentaba ayudar a su madre mientras se sostenía por la rama de un árbol, pero las olas parecían llevársela cada vez mas lejos y a él se le hacía cada vez más imposible alcanzarla. Por último, se sumergió en el agua para tomar la mano de su hermano y fue justo en ese preciso momento cuando despertó. 
Dos años después
Me dejé caer de la capsula en la que estaba, el piso no tardo en aparecer cuando mi cara se estrelló con el. 
Intenté pararme, pero parecía no tener control sobre mi cuerpo, las piernas me temblaban y mis brazos no respondían a las ordenes que le daba, así que me detuve y examiné el lugar a fondo, estaba en su mayoría repleta de capsulas y dentro de ella, estaban otros chicos que nunca había visto en mi vida. 
En ese momento la puerta corrediza se abrió y entraron dos mujeres vestidas de blanco que hablaban entre ellas, pero no podía escuchar lo que decían, me ayudaron a incorporarme de a poco y me llevaron a otra habitación en la que me dejaron. Al rato, volvieron otra vez.
—Habitante 0729 de nombre Nicolás —dijo mientras examinaba las pupilas de mis ojos con su linterna.
—¿Dónde me encuentro? —susurre, pero lograron escucharme. 
—Tranquilo, estas en casa y efectivamente estás bien. Esa ropa que vez a tu lado es para ti, los demás despertaran pronto.
—No recuerdo nada de lo que sucedió y ¿por qué tengo todas estas marcas de puntos rojos en mi cuerpo? 
Las dos se miraron y después salieron rápidamente de la habitación sin darme respuesta alguna. Estoy confundido, no recuerdo nada del pasado y siento un dolor de punzadas en mi cabeza que a ratos se me va y a veces vuelve cada vez más fuerte acompañado con dolores musculares, no recuerdo haber comido o bebido algo que pudiera estar ocasionándome estos síntomas. 
Luego de darles vuelta a este asunto decido tomar la ropa que me dejaron sobre la cama y salgo a explorar las instalaciones de este lugar, que, según esas mujeres, es mi casa.
Mientras caminaba pude escuchar un ruido de pasos detrás de mi y al darme vuelta vi la silueta de una persona que pasó a toda velocidad. 
—¡Espera! —grité decido a seguirlo. 
Corrí un estrecho y doble en una intersección hasta llegar a un callejón sin salida. El joven estaba de espaldas a mi, respirando con dificultad. 
 —No voy a hacerte daño.
 El muchacho se dió vuelta e inmediatamente sus ojos marrones se clavaron en los míos. Tenia una piel oscura que resaltaba con su ropa blanca igual a la mía.
 —Me llamo Nic…Nicolás —titube— o al menos eso creo ¿Cuál es tu nombre?
—Me llamo Alan —respondió. 
El dolor de cabeza volvió al escuchar ese nombre, sabía que lo recordaba de algún lugar. 
—¿Nos conocemos de antes? 
—N…No lo recuerdo. 
Quizás estaba confundido y solo era un truco de mi mente. 
Estaba acercándome a él cuando las sirenas del pasillo empezaron a sonar y se escuchó una voz que decía: “Todos por favor diríjanse a la sala del ala oeste” El mensaje se repetía una y otra vez sin parar, así que ambos hicimos caso y nos encaminamos hacia el comedor. 
En ese trayecto algo captó mi total atención, eran gritos que provenían de las fosas que se encontraban en la parte más oscura del lugar.
 —¿Escuchaste eso? —pregunté angustiado.
—Pensé que solo yo había escuchado esos gritos —respondió.  
—¿Deberíamos ir a ver qué sucede?
—Tal vez luego Nic, están esperándonos.
Asiento y lo alcanzo, aunque me cuesta despegar la vista de donde provenían esos gritos, que después de un rato, se convirtieron en llantos desconsolados. 
La sala en la que entramos, esta llena de otros niños y por un momento me alegra saber que Alan y yo somos los únicos en este lugar. 
—Bienvenidos, bienvenidos —dijo una voz que no alcanzaba a ver a causa de mi estatura— mi nombre es sargento Slush y a partir de ahora van a seguir mis reglas, eso quiere decir que estoy al mando de todos ustedes, sé que algunos estarán preguntándose ¿Cómo llegué hasta aquí? Sentirán una sensación de vacío, dolores musculares o incluso tendrán migraña, pero no se preocupen solo son síntomas secundarios, al cabo de unos días estarán bien e incluso mejor que antes. 
Sentí que el tiempo se hizo eterno mientras hago la fila y espero para ver en la lista que cuarto es el que me asignaron y con quien. Para mi sorpresa al llegar veo que mi compañero es ni mas ni menos que Alan Wolf el chico que había conocido hacia apenas unos minutos atrás. Ambos nos ponemos en marcha a la habitación 32, es la ultima de todas y para ingresar tenemos que poner nuestros dedos pulgares en una máquina que nos servirá como llave para entrar y salir cuando queramos.
 Los siguientes días pasaron con normalidad o eso es lo que pienso ya que la cantidad de niños disminuyo, pero aún no sé por qué. 
 Alan es mi mejor amigo, descubrimos que tenemos más en común de lo que ambos pensábamos: les gustan las películas de ciencia ficción igual que a mí, también le gustan muchos los tomates y su color favorito es el azul. Pasamos mucho tiempo juntos y somos un dúo imparable en las simulaciones áreas. Sin embargo, una mañana todo eso cambio y de haber sabido que terminaría así nunca hubiera aceptado.
Las mismas mujeres que me ayudaron a levantarme cuando estaba débil nos llevan ahora por un conducto que da con un ascensor, el mismo desciende a toda velocidad hasta las profundidades de la tierra hasta que por fin se detiene. Al bajar, unas enfermeras nos dan la entrada a un sótano con dos capsulas vacías, luego nos entregan un traje que se adhiere al cuerpo y nos encierran en la misma.
No sabía muy bien cuál era el propósito de todo esto hasta que por un orificio comenzó a ingresar agua y la capsula comenzó a llenarse poco a poco hasta dejarme totalmente sumergido. 
Por alguna extraña razón podría jurar que los minutos estaban pasando y yo seguía como si estuviera fuera del agua respirando sin ninguna dificultad, mis pulmones resistían tanto que había perdido la cuenta, en cambio a mi mejor amigo no le estaba yendo igual de bien que a mí. Podía notársele en la cara, la misma se estaba volviendo de un tono morado claro, después comenzó a tantear con las manos como si estuviera buscando un botón o algo que le permitiera salir.
Comencé a asustarme cuando las burbujas le salían de la boca puesto que estaba pidiendo auxilio, pero nadie hacia nada. Las enfermeras lo miraban como si fuera habitual ver a alguien ahogarse. 
Intente hacer lo mismo que él para salir y poder ayudarlo, pero la jodida capsula solo parecía abrirse desde el botón rojo que estaba afuera. 
Volví la vista hacia él y su agua estaba teñida de un rojo oscuro por el sangrado que expulsaba su nariz. No solo se estaba ahogando, sino que estaba muriendo.
Puso una mano en el vidrio y cedió al dolor. El agua le llego hasta los pulmones, su corazón se detuvo y por último su cuerpo floto sin vida.
—¡No...! —grité y corrí hacia su dirección. 
Las enfermeras me sujetaron por los brazos e intentaron alejarme. Pero luchaba para que me dejaran un rato más con él, si era la ultima vez que lo vería quería despedirme y de la mejor manera, sin embargo, por no querer cooperar me adormecieron con una inyección y caí dormido igual que mi amigo, pero a diferencia de él, yo si despertaría y seguiría viviendo día tras día pensando que vivir no nos hace humanos, en cambio morir sí.  



#3897 en Ciencia ficción

En el texto hay: secuestro, niños, secreto

Editado: 16.11.2019

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