“¡Esto se va a acabar ahora mismo!” rugió el director de la escuela al mismo tiempo que apoyaba las manos sobre la superficie de su escritorio.
Felix se enderezó y se apartó de Viktor, con la mirada de zafiro tan fría como una noche de invierno.
“¿Por qué defendéis a este desgraciado?” preguntó el Inquisidor con voz tan dura y cortante como una espada de Adamantita. “¿Es quizá un indicio de vuestra propia culpabilidad?”
“¡Éste interrogatorio es una farsa!” Bramó Theodria. “Le prestaría el mismo apoyo a cualquier miembro de la Escuela ante unas mentiras tan flagrantes y acusaciones tan fraudulentas como éstas.”
“A menos que se demostrara que es un servidor de los poderes oscuros, por supuesto.”
“¡Cosa que el joven Viktor Drichey no es!”
“Eso aún está por demostrarse.”
“¿Cómo puede ser este muchacho el ‘Tomb Raider’? Llegó a Genbofen a principios de la primavera, y las desapariciones comenzaron mucho antes, en el último mes de inverno hasta donde sabemos.”
“Desde entonces han desaparecido cuerpos, y con creciente regularidad.”
“Y no hay nada que sugiera que esas desapariciones sean obra de nadie más que del ‘Tomb Raider’.”
A través de la niebla del trauma que sufría, Viktor comenzó a tomar conciencia de un pensamiento punzante que surgía en el fondo de su mente. El profesor Theodria parecía muy bien informado respecto a las desapariciones y supuestos crímenes del Tomb Raider. ¿Qué papel había desempeñado él en estos acontecimientos?
Había sido director de la escuela de magia durante una buena cantidad de años y disfrutado de la protección de muchas de las más respetadas familias nobles de la ciudad. No debía de existir casi ningún lugar al que no pudiese ir dentro de la urbe, ni casi ninguna información a la que no tuviera acceso de un modo u otro.
“¿Y cómo podría un joven de escasos recursos que creció en un apartado pueblo ser capaz de llevar a término lo que se afirma que ha hecho el Tomb Raider?”
“He acudido a este lugar para reunir información sobre acontecimientos que han estado aquejando a la ciudad, con el fin de poder descubrir la identidad de esta inmunda criatura carroñera y perseguirla como al perro sarnoso que sin duda es el malevolente monstruo. Y entonces me encuentro con este hereje escondido en medio de vosotros.”
Felix devolvió su mirada cortante como el cristal hacia el atado Viktor.
“Considerad esta posibilidad, profesor. Tal vez sois vos quien estáis dirigiendo al aprendiz por los caminos de la magia negra.”
“¡Esto es ridículo!” El rostro de Theodria era la imagen misma de la furia. “Exijo que esta farsa concluya ahora mismo. Si os proponéis continuar interrogando a este estudiante más allá de lo que ya lo habéis hecho, mejor será que os lo Llevéis a vuestro templo y que tengáis alguna prueba que respalde vuestras descabelladas acusaciones. ¿O acaso tengo que recordaros la influencia que esta Escuela tiene en Genbofen? ¡Ahora, desatad de inmediato al muchacho!”
“No os atreváis a amenazarme, escupe conjuros” gruñó el Inquisidor como un mastín en cuyo cuello latía desagradablemente una vena. “u os llevaré a vos para interrogaros junto con este desgraciado” Concluyó, aferrando a Viktor por el cuello de la túnica y levantándolo a medias del asiento.
“¡Nosotros no somos brujos, Inquisidor!”
Haciendo caso omiso de la súplica de Theodria, Felix volvió a posar en Viktor su gélida mirada.
“¿Sabéis que durante siglos el castigo por la práctica de esta herejía en concreto fue arder en la pira en un agonizante dolor?”
“E… eso lo sé” tartamudeó Viktor. Ser acusado de brujería era algo que aún podía avergonzar a un hombre, especialmente a un aprendiz de Mago.
Felix aproximó su rostro aún más al de Viktor. En sus Ojos desorbitados ardía la plena furia de un infierno vengador.
“Y en mi humilde opinión, aún debería ser así. ¿Y qué es la profesión de Mago sino algo que está apenas a un paso de la Brujería, la cual, en sí misma, es el primer paso en el sendero de condenación que trae consigo la magia negra? Y vos, hijo de un sacerdote del culto de la muerte, cursando estudios arcanos… Si queréis mi opinión, creo que estáis un poco demasiado bien informado sobre la nigromancia, pero obviamente no lo bastante informado y por eso debéis continuar vuestros estudios de magia negra por otros medios.”
“La Nigromancia no es una disciplina que se enseñe en las escuela de magia imperial” corrigió Theodria al Inquisidor. “Como creía haber dejado claro ya, no somos Hechiceros de callejón, somos miembros de una de las más estimada y veneradas Escuela de Magia Arcana. Somos eruditos de las ciencias mágicas.”
“Y eso, en sí mismo, es una herejía peligrosa.”
“Yo mismo informaré sobre vos al consejo de la ciudad y a la casa del Cenador, y haré caer sobre vuestra orden inquisitorial todo el poder de la ley!”
Durante un momento, tanto el Inquisidor como el director de la escuela guardaron silencio. Viktor vio que los hombres intercambiaban miradas como dagas. Fue el Inquisidor quien acabó por romper el silencio.
“Procedo de una larga estirpe de Inquisidores, Sacerdotes guerreros y Paladines, y nos sentimos orgullosos de nuestra herencia. Recordad mis palabras: el Inquisidor Felix Crissinger siempre atrapa al culpable.”
Daba la impresión de que se había llegado a un punto muerto, pero Viktor se preguntó durante cuánto tiempo se mantendría en ese estado las cosas.
El Inquisidor regresó junto a la silla en la que estaba atado el joven. Desenvainó un brillante cuchillo de Hierro Frio de su cinturón y lo sujetó bajo la nariz de Viktor.