Eduardo escribía sus historias con papel y grafito por aquello del encanto de los manuscritos. Sus cuentos estaban llenos de infinidad de personajes reales y ficticios: una vez describió como él mismo marchaba en las enormes filas del ejército de Aquiles, en otra oportunidad enumeró con memoria fotográfica todos los detalles que envolvieron la participación de escritores como Whitman y Hemingway como enfermeros voluntarios en sendas guerras. También contó una hermosa historia de amor, entre dos jóvenes veinteañeros que se conocieron y se entregaron al amor. Una vez hizo público a través de sus escritos como una hermana mayor tiernamente conmovida lloraba al leer las historias de su hermana menor. A finales de Julio del mismo año en el que escribió este cuento fue llamado a cumplir con su deber: partió solo diez minutos después de aquel escritor que era un espía como él. Ambos desaparecieron.