Rigel & Arturo©

Monotona Oscuridad

Rigel.

Siempre que pienso en mi infancia rebobino las mil y una noches que pasamos juntos. Jugando entre las oscuridad, viendo las estrellas. Nuestros pensamientos saliendo por nuestros labios y las miles de veces que nos sonreíamos entre las luciérnagas acompañándonos. Creo que mi percepción de las cosas era muy diferente de lo que a él se refería. Pensar en las cosas que cambiaron y que fue lo que nos orillo a esto, me hace doler la cabeza e incluso sentir una punzada en el corazón.

Nunca supe que paso, que cambio para que todo fuera terminara así, en monotonía. Cuando empezamos a salir, pensé que era porque de verdad había química entre nosotros y no solo por obligación de nuestros padres, los cuales ya habían pactado esta unión desde hace muchos años. Pensaban que esta unión podía favorecer a todos. Podía, más no pudo. Porque muchas veces las personas salimos perdiendo a pesar de que tenemos la certeza de que no será así, así fui yo.

Vivir así no estaba en mis planes. Desde niña, papa siempre me hablaba de que algún día llegaría alguien que cambiaría mi vida, aquel que arrasaría con el vaivén de mi vida y lo convertiría en un tornado. Pensé que ese tornado era él, pero no lo fue; busco signos de que todo lo que pasamos juntos ha valido la pena, que a pesar de los años y las cosas me siga mirando como cuando éramos niños, con esa sonrisa jovial y ese carisma tan vivaz que lo caracteriza, pero no hay nada, y eso, eso me hace pensar que los sueños en los cuales siempre pensaba no son reales. Lo que papa no dijo, es que muchas veces en la vida de las personas el amor y la amistad no siempre prevalece, muchas veces en la vida pensamos en el futuro en lo que ello conlleva y las cosas que queremos para con ello.

Como todas las mañanas, me levanto con la esperanza de que se encuentre a mi lado, mirándome con esos ojos tan oscuros como la noche, que me sonría como antes lo hacía, brillante y vivaz. Pero mi mente me engaña a pesar de que siempre ocurre lo mismo una y otra, ha sido así desde hace tres años aproximadamente. No creo que algún día pueda a ser igual, pero pensarlo es muy diferente a poder asimilarlo y que tu subconsciente también lo crea.

Lo único que me recibe al despertar cada mañana son las tibias sabanas y su perfume mentolado y dulce, ese oler que desde niño lo acostumbraron tanto a usar y que a mi tanto me encantaba. La panorámica es tan triste que no quiero ni imaginar como se sentiría otra persona en mi lugar, aun no me acostumbro a su ausencia. Ni a la forma tan distante con la que me trata, aun así, aquí estoy, esperando por una señal de que vale la pena quedarse y seguir luchando por algo que día a día voy perdiendo la fe de que hoy sea ese día en el cual pueda recuperar a aquella persona de la cual me enamore y con la cual me case años después.

La luz de la mañana ilumina nuestra habitación, las paredes crema y la gran cama en la que me encuentro me recuerda mi soledad. El gran ventanal a mi derecha me da una vista esplendida de lo que es la ciudad de Londres, a los lejos se puede vislumbrar el Big Ben que me dice saluda desde su posición y el rió Támesis que da una gran vista.

Con un suspiró de resignación y tristeza me adentro en mi día. El reloj me da las 9 am lo que es muy tarde para las actividades que tengo que realizar hoy, por lo que me apresuro a prepararme acercándome rápidamente al baño para prepararme para lo que me toca.

Después de cumplir mis necesidades básicas, me visto con un vestido veraniego por encima de la rodilla y manga hasta los codos, de color crema y encaje negro el borde del vestido, lo acompaño con unas sandalias de tacón y ya estoy lista. Por el frío que hace afuero, considero coger mi abrigo negro que es lo suficientemente largo para cubrirme y mis guantes de gamuza negros.

No soy muy afanada a maquillarme, pienso que maquillarse solo opaca los verdaderos rasgos de una persona y los secretos tras esta, no estoy en contra de ello; solo opino que es así. Por lo cual solo con mascara de pestañas y brillo en los labios estoy lista.

Vivimos en un Pent-house en los dos últimos pisos del hotel R&M, el cual esta ubicado en Westminster, donde el complejo turístico es atroz y las personas caminan admirando las fabulosas vista que la ciudad les brinda. Hay muchas cosas positivas de vivir en la parte turística de la cuidad, como las vista y las cafeterías que decoran las calles, con ese riquísimo olor a café y te.

El Pent-house esta decorado con color claros y acogedores lo cual le da un toque hogareño y cómodo, los grandes ventanales que abarcan los dos pisos por completo iluminan el lugar dando brillo a los colores y los muebles color avellana junto con la chimenea la cual tiene un fondo vino tinto resaltando todo los colores claros. Pienso en todos esos detalles; sin embargo puede parecer acogedor pero no me siento como en casa.

Desde que nos mudamos aquí he sentido incomodidad ya que esta no es mi casa, la casa que soñé miles de veces -cuando era niña y aun lo hago- que viviría. No es que no me gusten los colores y la decoración, pero cuando pienso en mi casa, pienso en un lugar decorado por mí y que tenga mi esencia de lo que significa la palabra hogar.




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