«Una grandísima parte de nuestra luz»
Pasó de ser un día normal a un día inolvidable, y no lo digo de la buena forma. El grupo alegre de amigos que somos se apagó completamente, como si fuéramos otras personas.
Si empezamos la historia desde las seis de la mañana, todo iba bien, normal. Levantarme, bañarme, vestirme, no desayunar, salir de casa con Toby, topar con Camila de camino...
Lo que alteró la rutina fue que Lucas no estaba en el colegio como siempre, desde que tengo memoria ha sido el primero en llegar a clases. Si no está a esa hora y no nos dijo el día anterior que llegaría un poco tarde es porque está enfermo y no va a aparecer durante todo el día, supuse.
Notamos la ausencia de Lucas y la comentamos, pero no le dimos demasiada importancia, ya ha tenido sus días de gripe.
Todo parecía normal mientras íbamos de camino a clase de química, hasta que vimos a la madre de Lucas en la oficina administrativa. Ella estaba completamente apagada, el cabello cubría su rostro y usaba lentes de sol.
Claro que tuve que preguntar, la curiosidad me estaba comiendo viva muy lentamente, saboreando.
—Señora Mendoza —llamé.
Ella se quitó sus lentes de sol, se giró hacia mi y saludo con su mano, me acerqué a ella.
—Julia —dijo—, que placer verte después de tanto tiempo.
Pude notar que, definitivamente, estuvo llorando.
—Igualmente —comenté—. ¿Qué pasó con Lucas? Es extraño que no haya venido hoy.
Entonces ella soltó a llorar. Yo solo me quedé ahí de pie, imaginándome lo peor. Sentí mucho miedo antes de saber que estaba pasando, y luego de saberlo me sentí exactamente igual.
—Mi niño está en el hospital —mencionó entre sollozos.
—¿Q-qué sucedió? —pregunté con dificultad. Seguía sintiendo miedo.
—Creí que nunca más iba a pasar creí que era una etapa cerrada en nuestras vidas, pero volvió Julia, ¡volvió! —exclamó.
Esto tiene que ser una mentira, una pesadilla. No puede ser lo que estoy pensando.
—¿Lo mismo de hace años? —cuestioné, rogando para que la respuesta fuera negativa, pero solo conseguí que la Sra. Mendoza dijera que sí.
Cuando estábamos en tercer grado, Lucas empezó a padecer algo que aún no sabemos qué es exactamente, simplemente su cuerpo deja de nutrir la sangre como debería y lo debilita muchísimo. Casi pierde el año por estar tanto tiempo en el hospital.
Se escondió durante todos estos años, como si hubiera esperado este preciso momento para volver a aparecer y darnos complicaciones a todos sus seres queridos, pero principalmente a él.
Todos éramos niños pequeños, pero sufrimos mucho por Lucas. Lo visitamos en el hospital cantidades incontables de veces. Papá nos llevaba a Toby y a mí cuando él llegaba de trabajar porque a mamá no le gusta el ambiente del hospital.
Todos mis recuerdos con Lucas en el hospital invadieron mi mente. Cuando me presentó a su amigo Pedro, el niño con el que compartía la habitación que no pudo sobrevivir. Cuando jugamos con los pocos juguetes que habían en el hospital, lo que me hizo reflexionar apesar de que era muy pequeña, me puse de acuerdo con Toby y donamos juguetes que ya no usábamos.
—Pero ¿qué pasó exactamente? —pregunté.
—El examen de sangre que le realizan cada trimestre lo reveló otra vez, salió del maldito escondite y ahora mi niño tiene que volver al hospital.
—Sra. Mendoza, en verdad lo siento mucho, ¿puedo contarle al resto de los amigos?
—Sí, no hay ningún problema.
—¿Podemos visitarlo en el hospital?
—¡Oh Dios! —dijo—. Eso lo haría tan feliz, claro que sí pueden visitarlo.
—Lo haremos —aseguré—, después de clases estaremos ahí.
Luego de eso, la Sra. Mendoza salió del colegio y a mí me quedó una parte difícil, decirle a todos lo ocurrido con Lucas.
—¿Qué sucedió? —me preguntó Toby.
—Tengo... —dudé— muy malas noticias.
—¡Dios mío, Julia! Ya dilo —exclamó Tori.
—Lucas está en el hospital —solté.
—¡¿Qué?! —casi gritó Camila— ¿Qué le sucedió?
—Volvió —dije—, la enfermedad volvió.
Ese momento fue horrible, nadie hablo, nadie reaccionó, ni siquiera un gesto. Todos estábamos sin esa luz que siempre tenemos.
Me di cuenta de que Lucas es una grandísima parte de nuestra luz. Sus bromas nos iluminan día a día, pero en este momento no nos pudo iluminar y creo que nadie se hubiera imaginado que Lucas es la razón del por qué nos apagamos.
Él está aquí hoy, no sabemos si mañana va a estar y tendremos que vivir con esa duda en nuestro corazón porque así lo quiso el destino.
Ni siquiera recuerdo como es mi vida sin Lucas, lo conozco desde los cinco años. Y bendito sea el momento en el que lo conocí, porque conocer a mis amigos ha sido una de las mejores cosas que me han pasado.
Rompí el silencio. —La Sra. Mendoza dijo que podemos visitarlo después del colegio.
No obtuve respuesta, solo seguimos caminando hasta química. Me esforcé muchísimo por prestar atención y participar en clases como siempre, pero no lo logré, hoy Franco respondió todas las preguntas.
—Un poco inactiva hoy —me dijo Franco cuando terminó la clase.
—No estoy para bromas Franco, en serio —aclaré.
—Lo siento, lo que sea que estés pasando, ojalá se resuelva pronto —comentó. Me sorprendió su amable comentario, tal vez se tomó muy en serio lo que dijo el director sobre convivir.
El día se hizo eterno, el sonido de las agujas de mi reloj retumbaba en mi cabeza. Y entre más sonaba más lento se pasaba el tiempo.
Cuando se acabaron las clases, Tobías llamó a papá para contarle sobre Lucas. Él dijo que no era para nada una molestia que llegáramos tarde a casa por ir al hospital.
Caminamos en silencio al hospital. Este silencio ya me estaba hartando, pero lo podía tolerar.
Entendí por qué estamos en silencio. Cada quien iba centrado en sus pensamientos, con la misma pregunta en nuestras cabezas: ¿Lucas está bien?