«¡Qué par de patanes!»
—¿Alrededor de ella? —preguntó Toby mientras yo seguía fuera de mí misma.
Mi padre se sobresaltó al escuchar la voz de Toby mientras salió del escondite en el que estábamos, salí detrás de él, pero sin poder decir una palabra. Doña Susana comenzó a llorar.
—¿Qué quieres decir, papá? —logré soltar. Mi padre solo se quedaba viéndonos con cara de que sabía que la había cagado.
Al ver que mi padre estaba congelado, doña Susana procedió a decir—: Julia—
—No —la interrumpí—. Disculpe, doña Susana, pero quiero que mi padre hable.
—Creo que primero debemos calmarnos —mencionó mi padre nervioso.
—¡¿Calmarnos?! —exclamó Toby—. ¿Tienes idea de lo que acabamos de escuchar detrás de esa pared? ¡Maldita sea, papá! ¿Qué carajos quieres decir con que Julia ha vivido alrededor de sus padres?
Mi hermano estaba mil veces más enojado de lo que yo estaba, pero eso era porque yo ni siquiera sabía qué sentir, aún no había escuchado la razón por la que mi padre adoptivo estaba diciendo eso.
Papá me miró con ojos tristes. —Cuando uno es joven, hace cosas estúpidas —dijo mirando al suelo esta vez—...muy estúpidas. A mis veintidós años me acosté con dos mujeres con una diferencia de solo una semana, tuve la suerte de que ambas quedarán embarazadas.
No no no. Eso solo significa una cosa, una de esas mujeres es mi madre adoptiva, la madre biológica de Tobias, y la otra...
Sin darme cuenta había arrugado el formulario que debía llenar para hacer el examen de la U.C.I, mi vista se comenzó a nublar por culpa de las lágrimas. Tenía miedo de saber que era lo próximo que mi padre iba a soltar, pero a la vez quería que dijera toda la verdad y que se terminara esta intriga.
Toby seguía incrédulo, doña Susana lloraba en silencio, mi padre pensaba mucho sus palabras y yo... Solo esperaba a que mi padre dijera lo que tenía que decir, aunque creía que iba a titubear un poco más, pero sin más rodeos dijo—: Julia, soy tu padre biológico.
Entre tantas palabras que pude pensar, porque reconozco que tengo un vocabulario muy amplio, pensé «Mierda».
Durante mi vida me había gustado pensar que la conexión que sentía con mi padre era algo que estaba «destinado a ser» y que mi adopción no había sido una casualidad, ahora toda esa idea se había ido a la basura, obviamente que tenemos una conexión si 23 de mis cromosomas vinieron de él.
Me comenzaron a flaquear las rodillas ante tremenda confesión. —¿Quién es mi madre? —pronuncié muy seriamente que hasta me dio un poco de miedo. Mi padre se estremeció y doña Susana comenzó a llorar más fuerte, lo que me hizo sobresaltarme.
Pude ver a mi hermano llorando de la rabia. Desesperado al igual que yo por saber la respuesta gritó—: ¡Vaya mierda de padre nos fuimos a conseguir, Julia!
Confieso que entre los mareos, la decepción, el enojo y todo lo demás que yo estaba sintiendo se me escapó una risa interna al escuchar el comentario de mi hermano, pero volvió la seriedad cuando mi padre se aclaró la garganta. Limpió una lágrima que rodaba por su mejilla, me enfureció verlo llorar.
—¡Ay, por favor! No te pongas a llorar, la que debería estar llorando soy yo con toda esta mierda, ¡ya dime quién carajos es mi madre! —exclamé.
—Soy yo —mencionó doña Susana. O eso me pareció entender, sentía que a estas alturas estaba alucinando.
—¿Qué? —dije por lo bajo.
Saber que Humberto Montenegro era mi padre biológico me había impactado muchísimo, deseaba abrir mis ojos y ¡puf! Todo es un mal sueño. Sin embargo, escuchar a Susana Santamaría decir que ella es mi madre, imaginarme estar en su útero, ser medio hermana de Emiliano, esas cosas me hacían sentir que el cerebro saldría de mi cabeza disparado.
Muchas noches había dado vueltas en mi cama pensando en mis padres biológicos, porque claro, la linda de Julia Montegro tiene la necesidad de saber todo. Esas noches habían sido desperdiciadas, saber que ese par de personas en el que había pensado tanto están tan cerca de mí me pone los pelos de punta.
—¿Cuál fue la necesidad de mentirme toda mi vida? —pregunté entre lágrimas—. ¿Por qué no solo dejaron todo como debía ser?
—Jul, Rebeca no sabe nada de esto —comentó mi padre—. Nosotros nos casamos muy jóvenes y para el tiempo en el que tú y Toby nacieron ya se había acabado la magia del amor, Toby nos hizo recuperarla un poco, si Rebeca se enteraba de que le había sido infiel y que ahora tenía una hija de otra mujer todo se hubiera ido a la basura y hubiera perdido a mis dos hijos, así que le propuse a Rebeca la idea de los gemelos y parecía tan emocionada que nunca pude decirle la verdad.
—Cariño, yo no podía cuidarte de una forma apropiada, apenas podía con Emiliano —dijo Susana—. Lo mejor para ti era estar con tu padre.
Comprendí la historia, pero seguía sin entender el porqué me mintieron de esa forma, simplemente me hubieran dicho de pequeña que no podía vivir con mi madre o algo así. No pregunté más, jamás iba a pensar «Bueno sí, fue lo mejor para mí» porque a nadie le hace bien que le mientan.
—¡Qué par de patanes! —dijo Toby retirándose a su habitación.
Yo no quería ir a mi habitación porque sabía que mi padre me buscaría ahí y me hablaría más del tema, así que me di la vuelta y me dirigí a la puerta mientras limpiaba mis pocas lágrimas.
—¡Julia! —me detuvo mi padre—. Por favor, no estés tan molesta, te amo demasiado.
—Tranquilo, papá —mencioné—. No estoy molesta, estoy muy decepcionada, y créeme que eso es peor. —Abrí la puerta y tomé camino hacia mi lugar favorito últimamente, el refugio. Era el lugar perfecto, podía estar completamente sola y me podía distraer ordenando algunas cosas.
Me impresioné cuando llegué al refugio y al insertar la llave en el cerrojo y girarla hacia la izquierda dio apenas media vuelta para que se abriera la puerta, no estaba cerrada con llave. El corazón me dio un vuelco al imaginarme a Franco saliendo ayer de aquí tan distraído por lo que pasó que no se dio cuenta de que no cerró con llave, me imaginé a cualquier ladrón o drogadicto entrando aquí por la noche para dormir o llevarse lo poco que hay, abrí la puerta despacio y con cuidado por si había algún delincuente dentro del refugio.