Rojo

Capítulo n°16: "La tumba del escritor Juman".

Narrador Omnisciente.

Cuando apenas el sol empieza a nacer, Saki despierta a Rojo para llevarla al sitio donde se encuentra escondido el libro, el cementerio de "Las Almas del Infierno".

Ella no tiene idea que ese lugar existe, y que encontrara más que el libro.

Ciñe sus ojos porque los primeros rayos le obstruyen la vista, la sombra de un hombre con gorro es lo que visualiza al acostumbrarse a la luz. Este le ofrece una taza de chocolate caliente, se incorpora refregándose los parpados, es muy temprano por lo que cuesta dispersarse.

- ¡Buenos días bella durmiente! – exclama su profesor guardando en un bolso varias cosas. Como pan de calabaza, un botellón de agua, frasco con polvo dorado y algunas otras que trata de ocultar.

- ¿A dónde vas tan temprano? – Rojo interroga poniéndose de pie. Pero antes dobla la manta para dejar todo ordenado.

-Iremos, querrás decir ¿no lo crees? – enarca una ceja metiendo algunas prendas de abrigo para el viaje - ¿Qué no querías encontrar el libro?

-Sí, pero imagine que usted lo tenía – él niega con la cabeza - ¿En que nos iremos?

-Necesitaremos a Omega y un jaquins – ella creyó que absolutamente nadie lo sabía - ¿Qué? ¿Pensabas que no sabía de la existencia de ese animal? ¡Pues te equivocas!

-Lo tenía bien escondido, aunque en estos momentos no sé dónde está – el temblor en sus manos lo delatan - ¿Por qué tan nervioso profesor?

-Porque es muy peligroso el lugar al cual tenemos que ir – se ata una capa en su cuello y coloca guantes en sus manos – ¿Qué esperas para ir a prepararte? Lleva solamente lo más necesario y no olvides, guantes y abrigo ya que hace demasiado frio ¿sí?

Desaparece sin objetar nada porque el tiempo empieza a jugarles en contra. La brisa fresca de la mañana anuncia el invierno que no tarda en llegar.

Rojo corre sin detenerse, los pasillos vacíos tampoco impiden llegar a la recamara que comparte con sus compañeras. Al abrir la puerta, observa que no haya nadie en la sala, sube por las escaleras y todas duermen, trata de hacer el menor ruido posible para evitar responder preguntas.

Toma de su estante lo que dijo Sakí, sin embargo, lleva el colgante que hace mucho no usa. Es una estrella con su inicial, que le regalaron sus padres cuando nació. Sale rápidamente para que no noten su presencia.

Todavía faltan mínimo dos horas para la primera campana. El viento eleva su pelo, el frío eriza su piel al correr desesperadamente.

-Justo a tiempo, niña – dice Sakí al cerrar la puerta.

Le da una bolsa para que se la coloque atravesada en su hombro, él hace lo mismo con otra. Caminan por el corredor que lleva al jardín, deben ser muy cautelosos, no pueden llamar la atención.

Adentrándose en el bosque de pinos van dejando atrás al castillo que los mantiene protegidos, solo se escuchan el crujir de las hojas al avanzar. En los más profundo del bosque saca una flauta, sopla desde una de las puntas haciendo suaves sonidos. Está llamando a Gingis.

Omega aparece volando sobre los árboles, eso la hace sonreír, ya que hace tiempo que no lo veía. Gingis aparece causando asombro en esa chica que lo observa cautivada por su belleza.

- ¡Wow, nunca había visto un janquins! – expresa cuando Omega agacha su cabeza para que lo acaricie.

-Sí la verdad son criaturas hermosas, pero muy peligrosas a la vez – comenta Sakí haciendo una reverencia ante el animal que acepta su pedido – Para ellos es fundamental esperar que te den una señal para poder sumirse en su lomo. Cada uno es diferente, por lo tanto, existen miles.

Sus enormes alas que arrastra en el suelo son azules con cristales que iluminan al viajar por las noches, su lomo se cubre de un pelaje verde y amarillo con algunas manchas negras. Los ojos son negros, pero se transforman cuando sienten el peligro cerca, y tienen un parecido con los tigres, por sus enormes patas y manos. Olfatea a su jinete para saber si tienen miedo o no. Cuando pasan la prueba se disponen a volar.

Omega y Gingis, se baten a duelo en el aire por ver quien llega primero. Rojo tiene que sostener de sus plumas para no caer al planear hacia arriba, Sakí disfruta de la travesía mientras pueda.

Metiéndose en la oscuridad todo asusta. Todo dejo de ser luz para convertirse en noche, no hay estrellas solo nubes en formas raras y neblina que impide tener un panorama a donde van.

-Ni se les ocurra encender alguna luz – palmea a Gingis que lo iba a hacer, pero se ve obligado a navegar en medio de ese horrible cielo con ojos panorámicos – Ellos no deben percibir ninguna esencia, luz o sonido porque nos matarían sin si quiera verlos.

- ¿Quiénes son? ¿De qué hablas?

-Shhhh – la hace callar con su dedo en la boca – Después te responderé todas las preguntas que quieras, pero haz silencio.

Se quedan callado, sin embargo, Omega se desvía del camino bastante intranquilo. Gingis lo sigue para que no lo devoren.

-Debemos aterrizar u Omega cometerá una locura de la cual no podremos salir – adelantándose aterrizan en medio de una calle que parece todo abandonado.

- ¿Qué es este lugar? – la intriga no deja en paz a Rojo - ¿Fue una ciudad?

-Sí. Se llamaba "Ciudad del Amor", pero los oscuros no tuvieron mejor idea que convertirla en un cementerio. Extinguieron a toda persona que se atrevía a desafiarlos.

-Con razón todo parece carbonizado – parados en el centro de la calle, Sakí sonríe con picardía encendiendo una lámpara - ¿Qué no era que no podíamos tener luz en este sitio?

-Claro, pero Miurse nos ayudara a entretenerlos para que no nos ataquen – ella frunce su entrecejo muy confundida con su actitud – Ven en el camino te cuento la historia de esta ciudad fantasma.

Tanto Omega como Gingis buscan un lugar donde esconderse mientras ellos continúan por la calle Natur II, es lo que alcanza a leer Rojo en un cartel con letras borrosas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.