Pasado.
Llego el día. Marte está apunto de experimentar uno de los dolores más difícil de soportar al traer un hijo al universo, pero no es uno. Son dos.
Su esposo el rey Neptuno con paños húmedos seca su frente. Ella puja con todas sus fuerzas apretando sus dientes y cerrando sus ojos. Cajan es una curandera que siempre se ha especializado en atender mujeres embarazas considerándola una de la más experimentadas.
Cajan mojaba trapos y los chaguaba en una fuente cerca de la cama. Marte permanecía con las piernas elevadas mientras la curandera acomodaba todo lo necesario para el parto.
-Bien. Ya estamos listo para recibir a las niñas – sonreía subiéndose su vestido y colocándose entre ambas piernas, la esposa del rey ya no aguantaba los dolores, se le notaba en la cara que solo era cuestión de tiempo para que comience el trabajo más infernal de su vida.
-Tranquila cariño todo saldrá bien – Neptuno trataba de tranquilizarla, pero sus palabras no ayudaban, apretó su mano y juntos gritaron cuando pidió que pujara, la curandera.
-Vas bien solo un empujón mas y estará fuera – sonreía y Marte tenía ganas de borrarle su sonrisa ya que sus dolores no disminuían.
Sudaba mucho, su cuerpo se estremecía bajo las contracciones que llegaban sin avisar y debía juntar valor para volver a darle el ultimo empujoncito para que saliera.
Cayo rendida al sentir que algo salió de ella, sin embargo, aún quedaba la segunda. La pequeña llora con mucho esmero avisándoles a sus padres que estaba en perfectas condiciones.
Cajan la envuelve pasándola a su asistente porque no tardaba en salir la otra. La chica de cabello dorado y piel pálida limpiaba el cuerpo de la niña quedando poseída por su ternura.
-Es una niña fuerte mi reina – Marte tuvo un respiro, aunque no duro demasiado. Su segunda hija ya quería nacer – ¡Vamos, usted puede mi reina!
Se irguió apoyando sus codos sobre la cama. Respiraba y exhalaba esperando las indicaciones de la curandera para empezar. Esta vez sí que grito tan fuerte que todo el palacio debió escuchar sus gritos.
-Ya no puedo mas – el rey la contemplaba sufriendo al verla tan cansada, sudada y sin energías, que quería darse por vencida.
-Es un último intento y todo acabara – Cajan acomodaba a la criatura para que saliera sin inconvenientes – Antia ve por más agua. Dale la niña a su padre.
El rey se limpió sus manos antes de recibirla en sus brazos. Dormía tranquilamente que parecía un ángel. Un par de lágrimas resbalaron por sus mejillas contemplándola y no podía creer que ese hermoso ser fuera de él.
No había nada más lindo que tener un hijo fruto del amor entre dos personas. Su cabello rojo le hacía honor a su madre mientras la piel se confundía con el papel de blanco, y llevaba la marca que portaba los residentes de Loto.
Marte ya no tenía fuerzas para expulsar a la segunda niña de su cuerpo. Aunque no pretendía rendirse y el miedo la atravesó tampoco quería dejar morir a su hija. Ella no tendría la culpa.
-Reina Marte debe ayudarme. Si usted no puja la niña no podrá salir sola – con lágrimas en los ojos miro fijamente al rey que sonreía lleno de felicidad al tener a su hija en brazos.
Lo hizo decidida. Pujo tanto que sus reservas de energía se agotaron. Poco a poco iba dando paso al sueño por el trabajo que realizo. Sin embargo, con los ojos entre cerrados veía y oía a sus hijas.
Lloro de alegría. Trato de sentarse, pero una dolorosa puntada en su zona baja se lo impidió. Cajan hizo lo mismo que con la otra niña. Su asistente se encargó de bañarla y vestirla para que ella asista a la reina.
Por orden del rey ingresaron varias personas para ayudar a la curandera. Antón también lo hizo y debía comunicarlo en todo el planeta. La noticia no tardaría en expandirse.
- ¿Tienes todo listo para el sacrificio a la diosa Blanca? – quería saberlo – Lo haremos cuando Marte este recuperada así pueda estar tranquilo al hacerlo.
- ¡Sí mi rey! – con una reverencia confirmaba su pregunta - ¡Felicidades soberanos! Todo el pueblo está contento de tener nuevos herederos en la corona, ojalá traiga muchas bendiciones al reino y alegría a sus dichosos padres.
Marte apenas podía sonreír ni siquiera se levantaba sola así que lo ignoro centrándose en el manto blanco que utilizaron para que no la vea en ese deplorable estado.
-Muchas gracias fiel amigo – su sonrisa no ocultaba su felicidad – Nos veremos en un momento ¿sí?
Antón se retiró dejándolos en una intimidad de una familia que empezaba a formarse, pero nadie se atrevería a decirle lo contrario. Se acercó a la cama y acomodándose al lado de su amada deposito un beso en su frente después beso el dorso de mano mientras ella luchaba para no dormirse.
- ¿Cómo llamaremos a las niñas? – preguntó porque no habían discutido ese asunto con anterioridad.
-Tráelas quiero conocerlas – pidió. Él la complació llevando primero una y luego la otra - ¡Son hermosas!
Acariciaba su pequeño rostro y alborotando el cabello rojo se removía en sus brazos. Neptuno le acerco la segunda niña recontándose contra el respaldo porque tenerla a las dos ella sola era demasiado esfuerzo.
- ¿Qué te parece Rojo por su cabello? – la idea parecía encantar al padre de semejante criaturas.
La niña de cabello negro, ojos oscuros como un pozo profundo y piel blanca al igual que su hermana se movía haciendo quejidos para desatar el llanto. Su padre la mecía para que no le diera trabajo a su madre, aunque no funciono.
-Me parece genial el nombre, pero ¿cambiamos? – reía y negaba, el rey ya se consideraba un mal padre por no saber cómo calmar a su hija.
-Su pelo es tan oscuro como la noche – comento y sus manos pequeñas se aferraban a su ropa durmiéndose con solo sentir su olor – La llamaremos Critonita ¿te gusta?